Llega noviembre.


" Ni tan santa... ni tan puta". 
(La menda que escribe)

Tranqui que estos no son los resquicios sobrantes de una noche de Halloween. Por fortuna, aunque hace años que dejé atrás el sentido del ridículo, no... no soy yo de vestirme de papafrita para celebrar fiestas ajenas. 

Mi carácter y personalidad son más arraigados a la tradición. Por tanto para las fiestas que tocan me quedo con el recuerdos de todos mis muertos. Esos que a fin de cuentas fueron un día ejemplos vivos de las experiencias que adquirí. Las mismas que contribuyeron a crear valores que forman hoy parte de mis hábitos y posturas frente al mundo.

De todos mis muertos si hubo quienes marcaron para bien mi forma de ser, esas fueron las mujeres del linaje al que pertenezco y que tuve la suerte de conocer. A sus recuerdos me amparo cuando la realidad se pone cruda y en los hechos que conocí y me transmitieron, me reitero para no doblegar ni un ápice mi indómita naturaleza femenina. 

Decía mi madre del carácter de su gordita, que era mejor estar escuchando como maldecía o protestaba... y que había que temer cuando estaba callada. Pues esta mujer en la que me han convertido los acontecimientos y las acciones de otros en los últimos años, lleva mucho tiempo en un austero silencio interior. A veces lo hago porque deseo de verdad ser alguien mejor. Y otras... porque me puede la estupidez humana de creer que realmente todos pueden ser mejores si se lo proponen. 

Un día de estos voy a romper el silencio y la onda expansiva será tan brutal que no quedará títere con cabeza. Todos los que no hayan sabido estar a la altura de mis silencios y mis sacrificios irán entonces como pollos sin cabeza. No habrá marcha atrás. Quien no esté conmigo ni siquiera estará contra mi... porque para entonces habré cerrado tantas puertas ya... que seré inaccesible. 

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