Esas cosas tan raras ...


"No tengo talentos especiales, 

pero sí soy profundamente curioso." 

(Albert Einstein).

Hay algo que me alegro de no haber perdido aún a estas alturas de mi vida, se trata de sentir esa sensación de sorpresa. De sorprenderme, de verdad, con pequeños detalles. Independiente a si es para bien o para mal. Son esos instantes, en que mi estado entra en un análisis diferente de descubrir y analizar, lo que a menudo me mantiene viva las ganas de seguir queriendo descubrirme dentro del mundo y de sus historias.

Hoy me quedé dormida, justo hoy que tenía que ir a Sevilla a limpiar. Solo trabajo un día en semana. Acepté ir a limpiar esa casa porque con lo que gano puedo mantener el coste de mis perros, sin tener que sacarlo de la pensión de mi padre. Cuidar de él se ha convertido en mi prioridad y mi trabajo a tiempo completo. Pero ésta era una ayuda que no podía dejar pasar. Son tan solo unas horas en las que siempre procuro organizar los horarios familiares para que se quedé alguien con el abuelo, normalmente es Pepe. 

Bueno pues hoy no sé cómo (porque duermo realmente poquisimo), pero el caso es que me quedé dormida. Y aunque no tengo un horario cerrado porque la chica me da maniobras para gestionar las horas que estoy allí. Luego del trabajo tengo que recoger a mi hijo a su trabajo y es ahí donde no tengo márgenes ningunos. Son sus tiempos los que marcan los míos, de ahí que fuera ya como un personaje de Fast & Furious.

Salí sin peinar. Con un café a medio tomar que no sé dónde dejé, mientras me vestía, cogía las llaves del coche, el bolso y salía pitando. Cuando salgo asi de precipitadamente me da un coraje del carajo. Porque es ir como pollo sin cabeza a toda hostia y soy demasiado controladora para sentirme así mucho tiempo. 

Y en ese correr que te las pelas... ¡Joder! Me dió por mirar por la ventanilla del acompañante y me encontré en el arcén de la carretera una de esas cosas raras de cojones. Una escena que me hizo si no detenerme literalmente, si hacerlo en mi estado mental y aliviar esa sensación de estrés que llevaba. Me hizo salir de mi propia velocidad para analizar la escena que acababa de visionar. 

Como te decía en el arcén me veo un ciclista parado. Al mirarle me doy cuenta que está escribiendo algo en un móvil. Me dió la risa. ¡La Virgen! Nunca había visto una escena como esa. Vale. Ya sé que no tiene nada raro el ver a alguien parado con la cabeza en la pantalla. ¿Pero cuántos ciclistas has visto tu parados escribiendo en un móvil? Me resultó extraño. Ya nadie hace nada sin tener el móvil encima. 

Antes si ibas conduciendo y veías un ciclista parado era porque estaba arreglando un pinchazo, o porque estaba plantando un pino, o regando la vereda. Cosas normales que te sacan de esa actividad que realizas. Pero ver al ciclista todo equipado y en semejante postura, detenido y usando el messenger del móvil... son urgencias que me cuestan entender. La escena como poco, además de rara, era chistosa. 

Iba pensando en lo raro que me había resultado verlo haciendo la garza con una pierna en alto sobre el pedal (era un tipo excesivamente delgado y alto, con piernas interminables), mientras con la cabeza agachada, frente en la pantalla, arqueado en una extraña postura, tecleaba ésta con ambas manos. 

Tratando de entenderlo estaba, cuando llegué a la incorporación de la A4 a la altura de Dos Hermanas. Suele haber bastante tráfico a esa hora y la gente no siempre recuerda aquello de que se debe facilitar el acceso a la autopista. El tráfico estaba denso y empecé a acelerar para ver si me podía incorporar, soy un poco bestia cuando no me facilitan la incorporación. Si veo claramente la falta de empatía y el incumplimiento de las normas, me sale la borde y las ganas de meterme por cojones. Porque para algo me sé con capacidades innatas al volante. Estaba acelerando sin que me dejaran hueco y con el carril de aceleración en las últimas. Pues hala allá que me incorporé obligando el acceso con mi grito mental de guerra: ¡Jerónimo! 

Me metí justo entre dos vehículos, más ajustada no sé podía. Lo hice entre un camión y... manda huevos ... "Otra cosa rara", pero de esas que a mucha gente le da yuyu cuando coincide. Un coche fúnebre. Había estado tan pendiente de meterme delante del camión, que no había advertido, que el coche grande y oscuro, que se negaba a desplazarse al otro carril era uno fúnebre. Iba ocupado. Así que descarté la posibilidad de un coche de ultratumba pilotado por algún cazador de almas. 

Me quedé unos kilómetros detrás de él sin adelantar. Preguntándome quién sería el pasajero. Pensando en cómo a diferencia del ciclista de antes, a quien quiera que estuviera allí dentro de la caja fúnebre, ninguna llamada, ni mensaje, iba ya a poder detener el ritmo de su trayecto. Bueno... yo casi lo hice por meterme y no parar al terminar el carril. Se ve que el chófer tenía que estar tan acostumbrado a tratar con la muerte en distancias cortas que cruzarse con alguien tan pirada como yo ni hizo que se inmutase. 

Cosas más raras vemos cada día. Pero lo que sí es cierto es que por mucha prisa que llevemos. Por grande que sea nuestra necesidad de estar siempre asumiendo el control de nuestros actos. De estar conectados al mundo que nos rodea de un modo tan adictivo como son las telecomunicaciones e Internet que nos ha cambiado el modo de hacer casi todas nuestras rutinas. Llega el día en que acabas sin cobertura y sin posibilidad de cambiar la dirección del destino de tu último viaje. Te toca ir ahí dentro más tieso que una mojama y con todo lo que no hicimos sin la oportunidad ya de cambiarlo. El reloj de los muertos va sin manecillas. Se acabaron las prisas. 

Esa es una verdad absoluta. Y por rara que parezca la idea de que ser consciente de que algún día iré dentro de un  féretro como aquel, sin conciencia ya de todo lo que es el ajetreo de estar vivo. A mí me calma. Me hace ponerme a cero. Respirar. Encontrar un punto de equilibrio estático y existencial. La alegría de estar viva. De desear querer vivir todos los putos instantes, sean como fueren, complicados o no, que la vida aún me pueda deparar.

Comentarios

  1. Pues ¡joer!!! La "Fiambrera" vale que no es muy grande, pero un camión, ya es para pensárselo dos veces.
    No, mas lo digo porque yo una vez venia así como un cohete y alguien no hizo el stop que debía para incorporarse a la carretera (no autovía) y estuve a punto de encontrarme con coche y todo dentro de un capitoné entre todos los muebles que transportaba. ¡Juro por Snoopy! que cuando ves que ya no tiene solución la cosa los nervios se te pasan de golpe, pasa toda tu vida a cámara rápida por tu cabeza y te entra una tranquilidad que no es normal. En fin, el camio se salió al arcén, y yo pase entre él y el coche que venia por su carril de frente. Con que cuidadín, cuidadín...

    Beso.

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