Expectativas VS Realidad.
... la realidad de mi día a día.
"La alegría de perder consiste en esto: donde no hay expectativas, no hay decepción."
- (BrainyQuote).
¿Quién me iba a decir que en el siguiente post de este blog hablaría de otra de mis canes? Tenía esta imagen de la caravana que ves, guardada en la galería del móvil para desarrollar en torno a ella una entrada que me apetecía escribir. Entonces como si de una broma irónica del destino se tratase, la imagen que tan bien calzaba con mi deseo de cómo pasar unos días tranquilamente, se vió transformada en esta otra de mi Nala, atascada en la cruz de un almendro a más de dos metros de alturas.
Sí, mis días son así. Para hacer un reality donde mostrar cómo es una familia desastre con padre, marido, hijos, hermana, sobrinos y perros. Trece en familia a casa cual haciendo el más difícil todavía.
Pues eso... cada día es una aventura sin tener que salir en ruta a buscarla.
Escucho como Pepe maldice a gritos. Las voces llegan desde la cancela de la finca. Me está llamando para que vea algo que está haciendo la perra. Tuerzo los ojos mirando al cielo, mientras me pregunto a ver qué cojones pasa ahora.
Bajo los setenta metros de camino hasta la calle. No veo a la perra. Solo escucho a Pepe maldiciendo y hablando con ella. Ni me atrevo a imaginar lo que habrá hecho. Y entonces, manda huevos, veo la escena.
Claro que yo la que vi... fue la contraria a la de la imagen. En ésta de más arriba Nala está de culo. A mí el panorama me llegó de frente con Nala mirándome como si hubiese llegado supermamá con poder volador o escalador para salvarla.
La perra que pesa cincuenta kilos o más...porque ahora está más gordita. En cuanto algún gato despistado cruza el limite del muro de la finca. Se ciega tanto en atraparlo, que ha aprendido a trepar a los árboles igual que ellos. Como lo lees. Que hay que verlo para creerlo. Porque con lo corpulenta que es, no se cree con solo contarlo.
La imagen de al lado es para que te hagas una idea de la altura a la que consiguió llegar la perra. La hice hoy al llegar a casa pensando en contar está anécdota y poder contrastar con la foto que le hizo Pepe a Nala, cuando trató sin éxito de rescatarla desde la calle. Cuando él la vió estaba en la posición uno atrapada y terminó en las dos, subiendo un metro más arriba cuando tratamos de bajarla.
Vamos... que tengo un circo con un espectáculo nuevo cada dia.
Frente a la escena, después de entrar por la parcela de mi hermana que no tiene la zona de campo arreglado y parece un manglar de arbustos secos que me han herido y arañado hasta las paredes del alma. Me situo debajo del almendro tratando de calmar a la perra. Mientras que ésta, herida por arañazos y pinchazos, se ha quedado atrapada por el vientre en la horca de unas ramas. Pepe comienza a tratar de subirle las traseras subido a una escalera que tiene apoyada en la valla de la calle. Le digo que así no, que la va a caer de cabeza. Me pongo debajo en posición, por si lo hace, amortiguar el golpe con mi cuerpo.
Después de unos minutos incontables. Pepe consigue que Nala apoye las patas traseras y se libere de la horca. La perra no cae. Tampoco baja al tramo inferior de ramas. Por lógica trepa al siguiente y sube un metro más.
Me cago en la puta. Me cago en to' lo que se menea y me pasa por la mente todo el repertorio que me sé de maledicencia y despótricamientos saliendo por mi boca. Mientras, Pepe escalera en mano da la vuelta a la finca y viene hacia nosotras.
Mientras me quito las gafas y las pongo en el muro, con lo que me han costado prefiero partirme una pierna que las gafas. No sé si el remedio es el mejor porque ahora veo a la perra borrosa. Trato de calmarla mientras la rama sobre la que está no para de cimbrear. Ella con las almohadillas sangrando subida sobre la rama haciendo equilibrios, era algo que viéndolo costaba creer.
Era digna de ver la escena. Doy fe de ello que no me lo imaginé pese a ver menos sin gafas. La imagen me recordó a esas escenas de dibujos animados donde ponen un pajarito en un cable y luego llega otro igual, pero es un pajarote gordo, que apenas se mantiene en el sitio anunciando con cada movimiento el desenlace.
Grité a Pepe que corriese que la perra no aguantaba ya más. Y cómo quien espera el maná del cielo con los brazos en V y las manos apuntando al cielo, flexioné las rodillas preparándome para recibir el impacto.
No ocurrió.
Mi marido llega maldiciendo y mete la escalera debajo del almendro. Trata de llegar a la altura de la perra. No llega. La perra se desplaza aumentando las distancias. Le reclamo la atención. Me mira. Momento crucial. O cae o la atrapa. Es lo segundo. Pero ahí surge la otra característica significativa de nuestra Nala, porque además de ser un Pitbull trepa árboles tiene una habilidad nata para hacerse la sorda. Dicen algunos educadores caninos que hay perros que no llegan a corregir nunca esa actitud cuando pasan los traumas que ha vivido ella. De hecho ha mejorado mucho desde que está con nosotros. Pero ya ves... me da a mí que ha tocado techo en ello y también literal.
El final del numerito circense fue que mi marido consiguió agarrarla antes de que la rama cediese por el peso. Nala cayó sobre él y la escalera y luego aterrizó encima mía arañándonos en su bajada (estoy arañada por dobles como si me hubiese peleado con una manada de gatos). Y la puñeta perra cuando por fin la dejé sobre el suelo, se puso a reírse como si nada. Ignoré sus gracias y la corregí mientras traté de salir de aquella trampa de ramas y arbustos y llegar a mí parcela. Para cuando llegué ella ya estaba chapoteando en la piscina y yo con todo el bañador enganchado... me dieron ganas de matarla.
Aunque con lo que habíamos pasado para bajarla, lo que hice fue buscar los trastos de curas y cuando se secó empezar a curar las heridas que se había hecho con las ramas y los alambres de espino de la cerca.
Al terminar y mirar a Pepe que la sujetaba, empecé a reírme porque se me parecía a Tarzán (en calzonas) con el pecho descubierto y arañado, y una cara de cabreo impresionante. Cuando le dije que parecía Tarzán después de pelear con el tigre, me respondió que era muy graciosa y que a quién me parecía yo. Me vi más tarde en el espejo y me tuve que reir. Mientras me curaba los arañazos de las ramas y me quitaba los pajotes del pelo, todo alborotado que me hacían parecer a la Bruja Averías.
Mi hijo de vacaciones en Cádiz en el Puro Latino, mi hija también en la playa. Y yo en casa y sin caravana, cuidando de sus perrijas. No me atrevo ni a imaginar cuando esta familia aumente a más. Qué más números tendremos.
Por cierto, nadie cogió mis gafas olvidadas en el muro de la calle... si no hubiese tenido que seguir ese día con otro numerito... 🤦🏼♀️😁😁😁...
Bueno, tomatelo por el lado de que con esas peripecias no te aburriras. Al final hay que sacar lo bueno o menos perverso de las situaciones.
ResponderEliminarSalud.
Ay mi madre...estas sí que son vacaciones en acción!
ResponderEliminarBuena
ResponderEliminarmanera
de
empezarlas.