Desde la atalaya.

"La razón puede advertirnos sobre lo que conviene evitar; solamente el corazón nos dice lo que es preciso hacer." 
(Joseph Joubert)

Te escribo desde el aparcamiento del hospital. Llueve. A estas horas es más difícil encontrar un aparcamiento en la zona de consultas externas que el hecho de que te toque la lotería. Como en todas las áreas de los enchufados sociales, hay quienes llegan con sus coches particulares y tienen a un familiar o amigo uniformado en el control de la zona para personal del centro. Me asquea verlo. Sin embargo a mí la suerte ya sabes que me acompaña para estas cosas. Soy la que encuentra el aparcamiento perfecto siempre en la situación más adversa para el resto de la humanidad... y sin ayuda externa. No necesito enchufes, tengo línea directa con mi ángel de la guarda que siempre ha sido el mejor copiloto, el mejor navegador GPS y la mejor brújula para guiarme a oportunidades estaciónales. 

Enero, otra vez enero. En este recién estrenado año... ha llegado fuerte. Enero de nuevo me ha pegado con un gancho de derecha, que ni el mejor púgil sabría recibir.  Cuando ayer me llamó mi prima y antes de empezar a hablar me preguntó si estaba sentada, ya sabía la noticia que iba a recibir. Llevabas muchas noches apareciendo en mis sueños, tratando de avisar como el mejor de los atalayas, en la vida y en la muerte, siempre vigía, alerta para verlas venir y estar preparada. Aprendí o heredé de ti esa facultad, aun así ahí permaneces, oteando, adelantándote a los acontecimientos y poniendo en guardia mi subconsciente. Aun así, cuando en la realidad se hace patente,  a veces el golpe es duro de aguantar. La enfermedad de tu hermana me hace revivir un enero más gélido. Mi propio dolor se intensifica al tener que hacer frente al ajeno. Con todo y con ello, me ofrecí enseguida de chofer para traer a tu hermana a su quimio. 

Me llamó mi prima estando esperando en el coche y me bajé a esperar con ella. Oncología era el único área del hospital que no había visitado aun. Egoístamente me alegré de que estés muerta. En la primera sala de espera el silencio es sepulcral. Se palpa en el silencio y en las caras de lo que allí están, todo el dolor y el sufrimiento que se lleva por dentro, cuando el ser humano se siente pequeño frente a la enfermedad que afronta. 

Recordé tu sonrisa, el eco de tu voz sonando como un timbre de vida dentro de mi, tratando de poner siempre un punto de apoyo eficaz en el peor de los momentos. Me alegré de que murieras antes de tener que pasar por algo así. Lo decias. Que querias morir antes de que llegase el momento de que tuvieran que cuidarte a ti. Yo hubiese estado preparada para cuidarte en la peor de las situaciones, pero honestamente... me alegro por ti... aunque me sienta tan huérfana. 

Enero, siempre es enero... me canso de ser fuerte. Me canso de estar al frente. Me canso de mirar a mi alrededor y que nadie me pueda decir eso de "descansa en mí un momento y recupera fuerzas". Me canso de no saber mirar a otro lado. Me canso de tener la capacidad y la fortaleza de poner luz en medio de la oscuridad ajena. Me canso del ritmo cardíaco al que va mi locomotora. Y aun estando tan cansada, sé que el deber de los más fuertes es estar alerta a la debilidad y necesidad de aquellos que están más cerca. Aunque la realidad no se pueda cambiar, el simple hecho de sentirse acompañado, ya marca la diferencia. 

Aun tengo la sensación de que vas a llegar con ese timbre de voz preguntando qué coño pasa, incitando a que hay que torear la situación.. y aun así me reconforta saber que ya has descansado de todos estos contratiempos que atentan contra la paz y la felicidad de quienes somos... y de aquellas cosas en las que hemos puesto la vida. 

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