Antes muerta que sencilla...

"No pienso en toda la desgracia, sino en toda la belleza que aún permanece". (Ana Frank)

En una sociedad económico productiva uno es una serie de datos y números. Donde al igual que en el bombo de la lotería, si tienes suerte eres elegido, independiente a todos los demás números que dan vueltas dentro del cesto. Pero en el otro bombo, el de los premios, debes tener adjudicada la cuantía específica para ser alguien. Hay que fusionar premio y número. Da igual si el número es capicúa, original, suena a melodía al pronunciarlo o es más feo que pegarle a un padre. Si no se combinan al salir en un instante "mágico" en que la suerte los une, un número por muy peculiar o singular que nos parezca, solo es uno más de los que quedarán descartados. 

Me sentí un número descartado. Antes de que la suerte o la probabilidad de acercarme a ella  fuese una simple idea convertida en pensamiento. Y más tarde en una realidad abrupta que siento que cada vez es más común para personas con perfiles similares al mío. 

Frente a la pantalla del ordenador actualizando mi CV, rompí a reír en una sórdida y mordaz carcajada. Siete años sin actualizarlo. Y lo único nuevo que he podido añadir ha sido relacionado con la formación y porque me he seguido formando a distancia. Aun así soy la mujer obsoleta.

No produces, no sirves. El sistema te aísla en su rincón de las personas no útiles. En ese lugar sigues siendo un número más, no quién eres, solo un número más entre tantos que no despiertan curiosidad, números ya descartados. No hay más. 

Cambio la disponibilidad horaria. Me vuelvo a reír. Si pongo realmente el horario del que dispongo para trabajar es tan absurdo que me da risa. No creo que haya ni una posibilidad de que me llamen. Ni siquiera para el puesto en el refugio al que quiero optar. No importa que yo sea la persona más cualificada para ese trabajo. Nadie querrá  invertir su tiempo en darme la oportunidad para que lo demuestre, mientras que otros menos actos pero con la facilidad de tener una presentación llena de fechas afiliadas puedan mostrar rápidamente que han sido excelentes currantes del sistema de explotación masiva. 

Bueno, pues mientras aparece ese trabajo que vendrá a buscarme, lo sé. Seguiré trabajando por cuenta propia, aunque sea en régimen de voluntariado invirtiendo mi tiempo y sin cobrar un duro en causas que cada vez importan a menos personas. Sirviendo a los míos. Cuidando de padre, de mi familia. Ya llegarán otros tiempos y si para cuando lleguen, soy la mujer obsoleta sin posibilidad de cambios, al menos habré invertido mi vida útil, en aquello que realmente me hace feliz: mi crecimiento personal y el enriquecimiento de aquellos con los que he compartido mi tiempo, mi entrega y las experiencias vividas. 

Por suerte al igual que la naturaleza, hay quienes nos seguimos adaptando al medio y sirviendo al conjunto para aquello que hacemos mejor. Floreciendo cuando llega el momento, aunque sea en el más abrupto de los eneros.