PROMESAS³.


"Sólo tengo mis cojones y mi palabra, y no la rompo por nada." (Tony Montana en el Precio del Poder).


Hoy estaríamos de celebración. No todos los días alguien renueva los votos de fidelidad con la misma persona. No obstante, no ha podido ser. Te hice una promesa para cuando este día llegase... y la hice a conciencia. Deseando con todas mis ganas poder cumplirla. Yo, que en toda una vida a tu lado solo te hice tres promesas y la última me obligaste a jurar y darte una palabra para la que no estaba preparada. Nadie debería nunca prometer aquello que no puede cumplir. Pero lo hacen... Incluida yo que tan acérrima enemiga soy de prometer nada. Las dos primeras promesas se quedan en el estéril bando de los recuerdos indeseados. Donde el dolor al recordar es lo único que sabe permanecer por encima de cualquier juramento. 

El día de mi boda dijiste que nunca serías madrina. Te brillaban los ojos. Y luego papá quería dejarte su sitio y que fueras tú quien me llevase al altar la "padrina" jejeje... Te prometí que si tenía un hijo, y él accedía, ocuparías mi lugar el día de su boda. Recuerdo tu cara años después cuando Iván te dijo que le haría mucha ilusión que fueses tú quien lo llevases al altar. Y te lo volví a prometer... "te llevaré aunque vayas en un carrito y sea quien tenga que empujarlo, serás la madrina de tu nieto, con mantilla incluida". Fue entonces cuando saliste con aquello de que sentías que morirías joven. 

Pues nada. Eso ya tampoco podrá ser.

Tú querías usar mi traje de novia para un día como este. ¡Que capulla! Te dije que eras una capulla, que nadie se merecía más que tú estrenar un traje de novia. Prometí que te compraría el traje de novia que quisieras. Ya te casaste una vez, inmaculada como querías y con un puñetero traje de novia prestado y de tercera mano. No. Eso no iba a pasar. Te lo prometí con el amor de una hija y mi sino de mujer. Hubiese robado un banco de ser necesario para que estrenases el tuyo propio hoy. Lo tenia todo pensado. Todo calculado para hacer de esa promesa un hermoso recuerdo para ti. Uno que pudieras recordar con alegría el resto de tu vida. 

Pero tampoco ha podido ser. 

Te saliste con la tuya al decir que no llegarías a celebrar las bodas de oro. Que putada. Cualquiera podría decir que te moriste queriendo, con tal de salirte con la tuya (como tu hermana con la tarta de helado) de que morirías joven. Hoy podríamos estar celebrándolo, joder. No ha podido ser. 

TRES. Tres putas promesas en cuarenta y dos años. Así soy. Me conocías. 

Y la última de ellas, no veas madre, si me está costando cumplirla. Cada vez estoy más convencida de que fuiste tan pesada e insistente, porque nadie me conocía mejor que tú. Sabías que si te lo juraba, no habría fuerza capaz en el mundo de hacerme desistir. Ser fiel a mi palabra me empujaría a permanecer en pie incluso contra mi propia apatía. No lo he visto venir hasta ahora que todos aquellos de los que podía esperar algo me han fallado. Ahora es lo único que tengo para mantenerme en pie sin ayuda. Sabias que al fin de las cuentas sería lo único que tendría, el coraje y el honor, porque nunca juraba nada. Sabias que soy de decir que lo intentaré y hacerlo pues con toda la intención y el esfuerzo para lograrlo. No me di cuenta de tu intención, ni de tus razones para pedirme algo que me pareció tan egoísta en el estado que me encontraba. 

¿Te acuerdas la qué lie el día de mi boda, allí de pie en el momento de hacer el juramento? Me quedé  atascada y no me salía nada de lo que tenía que decir y mira que elegí el rito de las promesas simple, con el fin de facilitarlo y evitar justo aquello... pues ni así. Al final solo me salió decir que lo intentaría. Todos rompieron a reír dentro del templo formándose una gran algarabía de carcajadas. Siempre he admitido que es más honrado admitir nuestras flaquezas y decir que se intentará que jurar algo por jurar... y sigo sin entender el chiste de por qué la mayoría juran y prometen cosas con tanta facilidad. 

Tú lo sabias, ¿verdad? Por eso fuiste tan, tan  pesada, hasta que te lo verbalicé en un juramento frase por frase, no me dejaste ir. 

Estos últimos ocho años he estado muy cabreada contigo. No porque te fueras. No tuviste elección. Lo que me jodía era tener que cargar con el peso del juramento que me obligaste a cargar sin pensar en que tal vez yo no era la persona más adecuada. ¡Joder mamá! Me dejaste sola con esta panda de inútiles que son como una puta loza sobre mi cabeza. ¿Y qué pasa conmigo? ¿A quién cojones le encargaste que cuidase de mi? No había nadie ¿verdad? Tú lo sabías. Lo sabias muy bien. Sabias que obligarme era lo único que podrías hacer ya para cuidarme.  Y yo te he odiado por dejarme tan sola cuidando de todos estos y tener que ser la matriarca de una familia que no tiene arreglo. Soy la peor de todos y encima tengo que mantener esta puta familia unida y renunciar a mis sueños por ellos. Incluso he renunciado a morirme y descansar. No tengo ni derecho a rendirme. Solo tengo coraje para prevalecer y la obligación de ser fiel a mi palabra y a tu memoria. De no ser porque te lo prometí, hoy ya no estaría. Lo sabias. Por eso fuiste tan pesada. Vaya si lo fuiste. Si hay algo más después de esta puta existencia... prepárate para cuando llegue, porque voy a ir muy cabreada, que lo sepas. Estoy muy cabreada mamá, y voy a seguir así mucho tiempo. 

Menuda putada, vieja. Con lo bien que podíamos estar hoy celebrando vuestras bodas de oro. Pero en fin... naaa... otra cosa que no ha podido ser...

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