CONVIVENCIA EN ROQUETAS III.
"Hay mucha belleza, mucha verdad y amor a nuestro alrededor, pero muy pocas veces nos tomamos las cosas con la suficiente calma para apreciarlos, como para darnos cuenta". (Brian Weiss)
Cuando salimos sus padres parecieron quedarse tranquilos al ver que yo la acompañaría, no sé si por verme más mayor, grandota o porque estaba charlando con todos. Y es que cuando me siento insegura me crezco y hablo más. Y ya conté en las condiciones que me despedí de Pepe y afronté llegar al punto de partida.
Su madre ya me estuvo comentando que ella no prestaría mucha atención a las actividades, pero que cuando quisiera algo me daría cuenta, y así fue. Por sus movimientos más intensos, enseguida supe cuando se ponía más nerviosa, se empezaba a cansar, o si tenia que cambiar el pañal o ponerla al baño. Me tocaba mi lado más sensible el hecho de comprobar que a diferencia de otros usuarios, ella no podía vivir la experiencia del mismo modo. Pero yo si podía tomármelo de otra manera y vivirla a su ritmo. Participamos en todas las actividades y excursiones que hubo. Y fui aprendiendo hasta donde podía estimularla para participar. No sabia si lo estaba logrando, más allá de algunas de sus reacciones. De vez en cuando sonreía, me agarraba la mano a mi o a otras personas del grupo. Seguía con la mirada lo que hacíamos o se ponía a lloriquear. Si tratábamos de hacerla participar se daba la vuelta. Tiraba las cosas o daba manotazos tratando de tirarse del carro. Así que enseguida pillé su lenguaje corporal.
Sabia que le gustaba la piscina, descubrí que también los críos. Si estábamos más de diez minutos parados ya se empezaba a poner nerviosa y se quería tirar del carro con los movimientos agitados. Así que cuando nos veíamos obligados a estar en algún sitio parados, en los espectáculos, etc. Procuraba estar muy cerquita de ella, y tocarla mucho, hablarle, e ir contándole todo lo que estaba pasando para que prestara atención y se mantuviese más relajada.
Ser la pareja de Margarita me benefició a pesar de que ella era de los tres usuarios que más atención requería a la hora de comer, o cuando teníamos actividades porque reaccionaba de forma negativa a las cosas nuevas. Pero estar con ella me llevó a un estado de calma que hacia mucho tiempo que no conseguía tener. Ese ha sido mi mayor beneficio en esta aventura. Poder detenerme. Ir a otro ritmo. Y a pesar de que no había tiempo para descansar ni de día, ni casi de noche, he descansado la parte de mi que más cansada estaba, mi alma.
De vez en cuando Margarita se quedaba mirándome a los ojos, poco, pero cuando ocurría no hacia falta más comunicación. Uno de los momento más bonitos que viví con ella fue cuando la vi como se dejó maquillar en el parque del desierto de Tabernas. Porque ella solo colaboraba cuando la aseaba por la mañana o la vestía, porque sabia que íbamos a salir. Luego para el baño, o ponerse la gorra, o el protector de sol, se ponía más nerviosa y no quería. Pero cuando Lucy y yo dijimos a pintarnos en el stand de maquillajes y otros se animaron también, vamos que al final casi todos nos pintamos... tuve que contener las lagrimas y la emoción al ver que Margarita se estuvo quieta en el carro mientras la chica la maquillaba de india con los pinceles. Y no se lo quitó. Porque lo normal y lo que se esperaba es que se resfregara luego la cara, pero no lo hizo. Y fue muy reconfortante verla participar igual que a los demás de la misma actividad .
Con ella me pasaron muchas cosas graciosas también. Ya os contaré más detalles en otros posts. Cuando se reía eran las mejores. En el ascensor del hotel, el carro y mi trasero se repartían la mayor parte. Imagina un ascensor pequeño, Margarita la primera en entrar con su carro, su bolsa con sus cosas,enganchadas en el manillar del carro. A continuación tenía que entrar yo con la mochila colgada, el gran tamaño de mi pechonalidad y el trasero... y... encuadrarnos dentro para que cerraran las puertas, sin sirio para poner de medio lado el carro y sin caber bien yo por los vértices que quedaban libres. La primera vez que entramos en él, no se cómo pero al cerrarse las puertas tenia una parte de la mochila cogida con éstas. Y mira que eso es difícil, pues así bajamos al comedor, conmigo agarrada por la mochila. Y como soy tan payasa y el frontal del ascensor era de espejo, Ahí que me veo a Margarita que por él me está mirando partida de risa. Y le exagero la escena y le pregunto que si se está riendo de mi, porque de ser así la próxima vez me va a tener que coger encima y luego mover ella sola el carro para entrar en el ascensor... y más que se reía. Yo no tenia claro del todo si lo entendía. pero como se reía seguí con mi espectáculo haciendo la payasa. Y cada vez que cogíamos el ascensor después de ese momento, se ponía a mirarme por el espejo y a reírse. Y yo hacia la payasa, mirándonos en el espejo. A veces aprovechaba para sacarnos fotos, porque ella sonría mucho y prestaba entonces atención. Cuando me sacaba la botellita de agua de su bolsa y hacia como si fuera un micro cantando. Eso le gustaba. Así que en cuanto nos acercábamos a la zona donde estaban los ascensores hacia gestos para donde estaban, indicando que quería subir en uno de ellos. Y allá que en más de una ocasión los cogimos, sin necesidad, solo para reírnos juntas y de paso hacer que otros inquilinos del hotel se riesen también. Porque la gente hasta de vacaciones van con cara de acelgas. .
Continuará...