Aquí no hay playa I.



"El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina ni un comercio ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia". 
 (Gilbert Keith Chesterton)

El sábado del puente del uno de mayo, mi hermana y mi hija hicieron planes para que todos en familia fuésemos a la playa. Al final, como es normal en mi casa desde un tiempo acá, los planes en familia cuestan que salgan por razones internas que ahora no me apetece contar. Así que como dice el refrán favorito del tal Murphy, alias el pesimista: si algo puede salir mal... 

...se joderán los demás, digo yo; porque después de seis años sin pisar una puta playa, no pensaba quedarme en casa. Con el añadido de que nunca había ido a ella con mis sobrinos. Así que ninguna de las puñeteras leyes de Murphy me iban a dejar sin disfrutar de mi día de playa, más que nada porque me lo merecía joder. De verdad que me lo merecía. 

Así que en lugar de cabrearme y quedarme en tierra, me puse la noche anterior a hacer tortillas, ensalada de pasta y dejé preparado el almuerzo para los que no vinieran al día siguiente a la playa.  

Pertenezco a esa fauna de domingueros madrugadores que cuando van a la playa les gusta estar antes de las diez con la piqueta de la sombrilla instalada. Siempre he sido así desde que recuerdo, y no solo porque tenia en mi padre un fiel modelo al que imitar. Cuando me marchaba sola también lo hacía y ese día no iba a ser diferente, a pesar de las protestas de mi hermana porque nos levantamos cada día antes de las seis. Ella porque entra a la media en su curro y yo porque soy la chófer, la llevo y la recojo cada día porque necesito el coche luego para llevar a mis sobrinos al cole; lo cierto es que madrugamos bastante. Pero cedí un poco y le dije que a las ocho y media los quería a todos en los coches y con los bártulos en el maletero. Al final solo íbamos las tres y mis cuatro sobrinos. Así que dejamos el coche de Lucy y el mío cargado con todo lo que se podía dejar cargado durante la noche y a la hora señalada estábamos todos en marcha.  

No voy a mentir, me había pasado la noche llorando de impotencia, y mi estado anímico había caído hasta tal nivel, que me costó la vida levantarme esa mañana y salir. Pero si yo no iba, se les fastidiaría el día al resto de los que sí tenían ganas de ir y soy la matriarca de este clan, no tenia otra opción. Cuando abrí la puerta de casa no me lo podía creer... ¿en serio? ¿Qué mierda de día era ese?

Todo el puñetero invierno cayendo el agua a cuentagotas y amanece más nublado y negro que la boca del metro. ¿Alguna de las dos que hicieron los planes del día de playa había mirado el parte del tiempo? Por supuesto que no. Allí estaban ambas, los pibones del mini grupo como si el día estuviera ya coronado por una luminosa y radiante mañana de verano y no de primavera. Lucy con ese aire pin up/grunge que nadie puede fusionar y lucir como ella. Y mi hermana a sus treinta y tres como la perfecta MILF que quitará el sueño en las próximas décadas a más de uno. Cuando la vi acercarse al coche con aquel cuerpazo que se trasparentaba bajo el encaje negro del vestido playero, la pamela y las gafas de sol a juego con las sandalias y el bolso, Dios... estaba divina, incluso con los cuatro niños dándose empujones e insultándose entre ellos a su alrededor y ella tratando de poner orden en su prole. 

Cuando se subió al coche, con esa capacidad innata que tienen las hermanas de leer la mente de las otras, me dijo: "No pongas esa cara que da nublado por aquí pero que a medio día da bueno para estar en la playa". Y allá que salimos  con las dos más pequeñas con nosotras y Dani y Carol, que son los mayorcitos, con Lucy en el Mazda. 

─Por qué no te has arreglado ─me dijo cuando ya íbamos en camino con las niñas encogidas en las sillitas de seguridad detrás─  , para una vez que vamos a salir juntas. 

─Bueno, lo estuve haciendo toda la noche para estar perfecta a la hora de salir, pero no todas tenemos tu percha. 

Le respondí con mi toque irónico para decirle que estaba para taparme la cabeza y no para salir, mientras ella ponía ese gesto tan suyo con la cara y añadió tratando de animarme. 
─Claro, porque yo soy la guapa y tú la lista ─. Lo consiguió. Nos reímos. 

No estoy muy segura de ser la lista, pero desde luego con las sandalias de trekking del Decatlón, el vestido de tiranta que me compré para una salida a la playa que nunca fue hacia dos años y el pelo sin peinar que me recordaba a la bruja avería de los Pegamoides... lo cierto era que la guapa no era. Pero si la orgullosa madre de todos, a falta de la mía. Miré por el espejo retrovisor a las niñas en el instante en que Mentito me decía. 
─Tita tú también eres guapa, guapisiiiima─. Sonreí sintiéndome la más guapa del universo

Cuantos más kilómetros nos separaban del punto de partida, peor pinta tenia el cielo. Aunque mi hermana siguió insistiendo en que el día daba bueno para la playa. Le señalé unas nubes advirtiéndole que era agua. Lo estuvo negando hasta que las alcanzamos y tuve que dar a la palanca del limpiaparabrisas. Entonces cambió y comenzó a decir que eso no era nada y que mejoraría, la peque la interrumpió diciendo que tenia frio y tuve que poner la calefacción. El día iba mejorando. Sí.

Aunque el punto caliente lo pusieron fuera del coche justo en la salida de Sevilla dirección Huelva subiendo la cuesta para Castilleja. En esa zona hay un radar que debe tener el récord de multa de España porque no veas como se deja la gente ir en la cuesta con lo empinada que es. Justo me recordaba mi hermana que tuviera cuidado con la velocidad cuando los coches que llevaba delante se dejaron ir de golpe al mismo tiempo que escucho a mi hermana decir: "¿En serio?" 

No. No era la pareja de la Benemérita, solo ellos podrían haber sido tan efectivos en la reducción de velocidad del trafico pertinente. Era otra pareja los que ocasionaban el mismo efecto en la velocidad de la marcha. Justo encima del radar, sentada, había una señorita como su madre la trajo al mundo de no ser por las botas, de cara al sentido de la marcha con posición de india apache, que en lugar de estar fumando la pipa de la paz, se estaba dando mucha guerra en su partes intimas mientras el chico, de pie frente a ella con cámara en mano, la grababa. 

Muy serio no es que fuera, más bien desfasado, pero fue una de las muchas anécdotas de las que el día iba a dar de si. Los siguientes kilómetros los pasamos sin música porque Lucy, después de presenciar la escena del control de tráfico, se conectó en llamada por el mano libres y estuvimos de cachondeo las tres "adultas" en conversación cifrada "por la ropa tendida" que llevábamos en los asientos traseros. Y estuvimos en llamada gran parte del tiempo hasta llegar a nuestro destino que por cierto tardamos más de lo previsto, porque Lucy se empeñó en seguir las indicaciones de la señorita del navegador y no las de su madre. Cuando llegamos por fin a los aparcamientos de la playa, la tensión ya había acampado en nosotras. 

Por suerte salimos temprano, porque los aparcamientos ya estaban casi llenos al llegar. Solo llevábamos cuatro niños, pero cuando esos maleteros empezaron a escupir cosas, pareció que llevábamos un grupo entero de verano. Entre sombrillas, bolsos, neveras, juegos de playas. ¿Cuánto tiempo íbamos a quedarnos, un solo día? Mientras que Lucy y yo seguíamos discutiendo al pisar el suelo, cada vez había más bulto en éste detrás de los vehículos. Debíamos de parecer una familia sacada de una serie tipo "aquí no hay quien viva" porque nadie hacia mas ruido que nosotros, mi hermana ya andaba pegándole voces a los niños que parecían el Demonio de Tasmania multiplicado y queriendo independencia. 

En mitad de tal alboroto advertí que había una señora con pinta de guiri, que no nos quitaba ojo de encima y que estaba plantada frente a nosotros. Vestía con un peto de señalización verde y llevaba una identificación, era la guardacoches. Que en un español normalito nos dijo que eran 2€, entonces Lucy sacó la cartera pronunciándose como si fuera Cristóbal Colón descubriendo las Américas: "menos mal que traigo algo suelto, justo" y claro yo conocía perfectamente que quería decir con suelto porque ha heredado eso de mi, nunca llevamos efectivo y más de una vez nos hemos visto sin poder pagar en algún sitio. Y va la guiri y le dice que no son dos sino cuatro, dos por cada coche. La cara de mi hermana entonces fue un poema. Porque ella no llevaba ni un céntimo en la cartera, y le gritó a los niños para que empezaran a rebuscar por el coche la calderilla junto a Lucy, después de que la mujer me dijese que no podía pagarle con la tarjeta. 

Normalmente yo suelo tener algún nido de monedas en los compartimentos del mío, así que estaba tranquila hasta que descubrí que me lo habían limpiado los hombres de la casa. Pue nada, de las alfombrillas del de Lucy y de los asientos los niños consiguieron sacar unos cuarenta céntimos. Entre vítores y risas cada vez que aparecía algún céntimo. Era obvio que no iba a llegar la suma a limite. Y mi hermana le dio lo que habían reunido a la señora y dijo que esperásemos un momento que se iba a poner en la puerta de entrada de los aparcamientos a pedir lo que faltaba. La mujer puso los ojos en blancos y empezó a decir que no, que estaba bien, que no había problema y enseguida trató de que cogiese el resguardo del aparcamiento. Mientras los demás coches que estaban aparcando no daban crédito al espectáculo familiar que teníamos montado. 

Mi hermana había comprado una nevera de esas de poliespán que parecía el baúl de la Piquer, "la Virgen", pensé y le pregunté que traía dentro. 
─Tú no sabes lo que comen estos en la playa ─respondió tratando de remolcar semejante bulto─ luego se la pegan comiendo. 

─Pues yo no como tanto en la playa, al final lo llevaremos todo de vuelta ─ .Le contestó Lucy. La misma que luego cuando repasamos las fotos del día, no hubo una, en que no saliese con algo en la mano picoteándolo, o masticando, o bebiendo... la que no comía en la playa. No doy crédito a dónde puede esa chiquilla meter todo lo que jala y tener ese tipazo. 

La bajada hasta la playa fue similar a las fiestas de los pueblos donde sueltan reses a tropel. Mis sobrinos corriendo, mi hermana detrás arrastrando la nevera-casa vociferando, mi hija protestando de todos los bártulos que cargaba y yo tirando de otros muchos y de mi Mentito que me iba diciendo mientras tenia que tirar de ella para que no se quedase detrás: "tita a que yo me estoy portando bien". Y sí que se iba portando bien, hasta que entramos en el área de la arena de playa y el espíritu del mar los atrajo a todos como si fueran tritones. 

Mientras las tres niñas mayores buscábamos un lugar  donde clavar las sombrillas con buena vista para que al subir la marea tuviésemos una posición correcta de primera fila y poder así vigilar a los niños. Estos ya corrían a meterse al agua con mi hermana gritando como una posesa y los niños ignorándola. Ni en una peli de militares he visto yo alguien dar tantas ordenes en una misma frase. Pero vamos que los niños ni caso. Me partía de la risa riñéndola a ella para que no gritara tanto porque teníamos a toda la playa pendiente de nosotros y mi Lucy lo iba grabando con el móvil para reírnos por dobles más tarde. 

El caso es que yo soy más de tirar para Cádiz en cuestión de playa. Pero ese día tiramos para Huelva porque mi hija decía que aquella playa era muy tranquila y estaríamos mejor con lo niños. Pues todo iba apuntado a que ese día nosotros teníamos bastante probabilidad para poner el punto de actividad a la parsimonia de la playa. Y lo hicimos. Aunque no fuimos los únicos. 

─Mamá, no puede ser, lo que faltaba. 


Continuará. 

Comentarios

  1. conozco esa sensación. en vacaciones, cuando tienes planes de playa o de parque, es muy frustrante que te salga el día gris. en época rutinaria te da igual, coges el paraguas y continúas tu marcha.
    en el norte, cuando por la mañana está nublado pero prevén que se despeje, dicen que va a "levantar".
    estoy de acuerdo con mentito. tú eres guapa, y si llevabas vestido de tirantes y sandalias, aún más. ;)
    en la playa, la comida sabe mejor. estamos en edad de crecer! :D
    deseando leer la segunda parte...

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    1. La verdad es que a mí un dia gris no me amarga. Si voy a la playa me meto al agua este el sol afuera, llueva o caigan rayos.
      Y ese día ya me lo habían amargado bien la noche anterior. Así que llevaba el cupo hecho.
      Tú es que miras con muy buenos ojos. Aunque no sé si es la edad o qué. Pero yo cada vez me veo mejor. También puede ser que ya me hace falta una revisión de cristales, pero ... jejeje... antes muerta que sencilla😉🤪

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  2. Estoy agotado y todavía no estáis instalados en la playa. ;))))

    Besos.

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    1. Yo no me recuperé hasta el miércoles 🤦🏼‍♀️😁😁😘😘

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  3. ¡Qué odisea! Os pasó de todo, jajaja. Qué sentido del humor más bueno tienes, me ha encantado y espero la segunda parte 😘😘

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    1. Ay Margarita es que con esta familia mía... o me lo tomo con sentido del humor todo...o perezco.
      Una vez me dijo la psiquiatra que ese toque de humor que le pongo a todo era lo que muchas veces marca la diferencia.
      😘😘

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    1. Vaya, vaya, aquí no hay playa... por suerte. No hubiese sobrevivido a más de un día...😂😂

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  5. No me gusta el caos ni el ya veremos, pero reconozco que has dibujado un bonito caos... quizás en familia todo se perdona porque todo se vive de otra forma...

    Al final son esos días los que más se recuerdan, ¿verdad?

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    1. Cuando era más joven era muy metódica. Tenía la agenda de papel con cada punto anotado y recalcado. Luego tienes hijos y mutas en un ser extraño llamado mamá. Y si encima te conviertes en la madre de tu padre, de tu hermana y de tus sobrinos... o te alias con el kaos y lo llevas a tu terreno... o mal se va.
      Te confieso que antes había cosas que me repateaban y ahora hasta me hacen gracia😅😂

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  6. Como bien dice chema, por aquí usamos mucho la expresión esa de seguro va a levantar, aunque también usamos en la misma medida, uf hoy mejor no ir que se va a levantar galerna jajajaajaj
    No me gusta nada la playa para ir en plan playero, pero imagino que si tuviera hijos pues haría lo mismo que vosotras

    Voy a la segunda parte :))

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    1. Mi niñez está llena de domingos de playa con mi padre. No teníamos coche e íbamos en tren. Una odisea para un hombre solo cargado de niños, nevera, sombrillas... al llegar al Puerto de Santa María, nos bajábamos del tren y se cogía un bus hasta la playa. Me sigue gustando como cuando era niña, porque además con la diferencia de edad con mis hermana, y luego mis hijos siempre he ido de mayor con niños y es como poder revivir quien fui de niña 😋
      😘😘😘

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