MADRES E HIJAS.

“El arte de ser una madre es el arte de enseñar a vivir a sus hijos” 
(Elaine Heffner)

Nunca quise tener hijos, esa es la verdad. Tener hijos era una elección que implicaba muchas cosas, y una responsabilidad para el resto de mis días. Los dos que he tenido han sido buscados, deseados (porque acepté el reto) y de mutuo acuerdo con su padre, nuestra prioridad en esta vida por encima de nosotros mismos. 

Ser madre es el reto de vida más grande al que me he enfrentado. Quienes me anclan a existir dentro de un plan común, aquello que me recuerda quién soy como referente final ante cualquier situación que vivo. Soy la madre de Lucía e Iván García. Y esa es mi más pronta identidad. Luego vienen otras... 

Siempre he vivido con miedo a no estar a la altura. Educar a unos hijos no es lo mismo que tener hijos. Me preocupaba que de algún modo heredaran mis conflictos internos, mis fallas. Y en base a ello, he tratado de no influir mucho, les he dejado crecer con bastante libertad, manteniéndome a su lado. No soy una madre amiga, ni una madre teniente, soy una madre real a quien a veces le queda grande el papel, pero cada acontecimiento vivido con ellos lo he afrontado lo mejor que he podido sin tirar nunca la toalla. 

Mis hijos saben de mis limitaciones, También de que si de ellos se trata soy capaz de lo imposible y lo más importante... soy el lugar donde descansan sus tonterías y sus infiernos. Soy esa madre que siempre les escucha, independiente a lo que tengan que contar. 

Lucy llega a las tres o cuatro de la mañana, la recoge su padre, pero al llegar a casa entra en mi habitación... me despierta y me dice: "lo siento mamá pero te lo tengo que contar, será rápido". Ya se lo que viene... No será rápido, me darán las seis de la mañana escuchando todos los detalles de las broncas con sus amigos, o de los problemas de estos, o de lo que le ha pasado esa noche con fulanito o menganito. Lo mismo me cuenta conflictos, que ligoteos, que las mil inquietudes del momento que se viven a su edad. Nunca la aconsejo, escucho con estoica resiliencia. Después de todo ella no necesita consejos, solo largar sus cosas. Y ahí está su madre, ella sabe que lo que me cuente a mi... queda entre las dos. 

A veces llega como la niña el exorcista. También en esas está mamá. No importa si se pone como un gremlins mojado. Ni si sus palabras son como una catapulta sin retención lanzando piedras. Las recibo todas. A veces nos enfrentamos como dos simples mujeres y nos ponemos a parir mutuamente. Pero ella sabe que yo soy su madre y que cuando esos momentos pasan, ya no existen. No necesitamos más explicaciones. Ella es mi hija, yo soy su madre y puedo con todos sus infiernos. 

Esta mañana aun dormía cuando me sonó el móvil. Vi que era ella y eso que sin gafas no veo tres en un burro. El corazón se me puso en la garganta. Hoy descansaba. Pero a última hora la han llamado para que entrase en el turno de siete de la mañana, a siete de la tarde. "Mamá lo siento pero necesito hablar contigo". Rompió a llorar. Joder!!! No existe mejor despertador.  Ya estaba en guardia. 

Hoy al empezar a levantar a los usuarios, ha tenido que enfrentar por primera vez la muerte de uno. Un chico casi de su edad. Todo su dolor me llegaba a través del auricular hasta el oído. Ella solo necesitaba contarlo a su madre, pero una en la propia impotencia desearía poder abrirse y meterla dentro de mi de nuevo, donde nada la tocase. Es ley de vida sufrir sus batallas como simple espectadora. No queda otra. Lucy por lo menos me tiene a mi. Y sabe que no importa cómo lo cuente, ni qué me cuente. Sabe que yo nunca entraré a juzgar, ni a imponer mi punto de vista. Solo soy su madre, el lugar donde se siente segura de ser. De equivocarse. De sufrir sus propias experiencias y de no tener porque guardarlas.  Pienso que en eso sí he sabido estar a la altura como madre. No todas consiguen llegar a ese punto de complicidad, sin perder las identidades, y que tu prole sepan vomitar todos sus infiernos sin que les quemen por dentro. Yo no tuve eso, pese a que mi madre siempre estuvo para mi. 

Hace un rato le he escrito un WhatsApp para ver cómo iba. Me he dicho que con el tiempo irá mejor. Que ha sido duro, lo es, y fingir que no pasa nada para que el resto de usuarios no se den cuenta la tiene agotada.  Le he preguntado si lo de esta tarde seguía en pie. Porque sé que necesitará llorar a moco tendido un buen rato. Me ha dicho que sí. Que los recoja a J y a ella a las siete. 

Cuando con 16 añitos y sin permiso se apuntó al voluntariado... supe lo que nos esperaba. Jamás la incité a ello. Pero ha crecido viéndome en voluntariados. Yo no lo quería para ella, siendo honesta, amar, servir... duele. Cuando le dijeron que tenía que sacar un auxiliar de enfermería para trabajar allí. Tampoco lo quise para ella. Pero es la persona más feliz del mundo en su trabajo. Yo como madre me centro en ella, a veces me cuesta llegar a admitir que mi hija con la devoción a su trabajo hace mucho bien a esas personas. No es lo mismo ser tratado por alguien que solo trabaja, a ser tratado por alguien que hace de su trabajo una forma de vida. Que vive a través de la felicidad que le proporciona hacer feliz a los demás. Aunque a veces como hoy... Las cosas se tuercen y toque sufrir.

Hace unos días pidió un permiso a residencia, para que la familia de J autorice su salida. Es un chico con esquizofrenia grave que vive en el centro. Nunca sale. Porque por trámites burocráticos no se puede servir de las ayudas del Estado.  Y por otro lado su familia no puede costearlo.  Siempre pregunta cuando le toca a él salir de viaje. Y Lucy le dijo que lo llevaría a comer pizza. Casualidades de la vida hoy el día ha dado también para todo lo acontecido. Pero cuando ella me ha dicho que va a llevar a J a cenar de todos modos... ¿Qué quieres que te diga? Me he sentido la madre más orgullosa del mundo. 

Así pues... A las siete iré por ellos, haré de chófer, de madre, de amiga, de lo que haga falta, aunque solo sea hacer bulto. Porque ella está preparada para afrontar todo lo demás. Mi hijo se ha apuntado. Así que... Me haré a la idea que son tres los hijos con que cenar y lo pasaremos lo mejor posible. 

Porque esa es la parte bonita de todo esto. Hacer algo bueno. Aportar para bien. No quedarse en hacer solo lo que se espera de nuestro trabajo, o de nuestros roles de vida. Hay que romper moldes, salir de nuestros círculos de confort, no mirar nunca a otro lado ni frente a las injusticias, ni cuando sabemos que podemos hacerlo mejor. Y si esa es la única enseñanza que pudiera dar a mis hijos... qué quiere que te diga... ya me doy por satisfecha de esta vida. 


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