Razones.

©Ahora quedamos en el blog"Vuestros hijos no son vuestros hijos: son los hijos y las hijas de las ansias de vida que siente la misma vida".
(Khalil Gibran)

Unos días antes de que terminasen las clases, en una de las últimas horas de historia, mi profesor me dirigió unas palabras que además de sorprenderme, me hicieron más tarde recapacitar sobre las razones que me empujan y me elevan cuando las fuerzas me abandonan. El profesor me dio las gracias por asistir a las clases siempre con una sonrisa, siempre atenta, sin que se notase la carga que llevo por dentro. Me dijo que era digna de admiración, que él admiraba a la gente como yo, que cargando unas circunstancias como las mías seguían adelante y no solo no se rendían, sino que además intentaban superarse a sí mismas. Mencionó una frase que me pareció cargada de una ironía sádica, aunque esa intención solo estaba marcada en mi extraño sentido de ponerle humor a todas las cosas. Me dijo que si a él le sucedieran la mitad de cosas que me ocurrían a mi, ya habría tomado dirección puente V. Centenario y se había tirado de cabeza desde lo más alto. Enseguida me imaginé sopesando las posibilidades de éxito de ese modo de suicidio, demasiado bajas para alguien con una cabeza tan dura como la mía. Como mucho, me ganaba una multa por parte del Consistorio del área metropolitana, por daños al patrimonio del muelle... vete tú a saber dónde podría ir a impactar mi cabeza. Me hizo gracia la situación, es verdad, aunque hubo a quien luego al referirle la conversación, opinaron que vaya la vista del profesor para dar ánimos a una persona en mi situación. Bueno... tampoco es que el hombre tuviera todos los detalles de quien soy. Solo conoce algunos de mi situación familiar que me han imposibilitado asistir a la mayoría de clases este curso.

La verdad, y no lo digo por modestia, lo cierto es que al principio no conseguía entender que hablaba de mi. Porque aunque cierto es, que intento dar mi mejor versión, hace mucho que siento que la perdí por el camino. Hay una parte de mi que muy pocos conocen, una que vive detrás de la sonrisa, de la mujer que parece extrovertida y que habla con todo el mundo. Mis hijos conocen esa parte, a menudo han tenido que lidiar con ella, desde muy pequeños. Ahora Iván tiene catorce años y Lucy dieciocho, a sus cortas edades han visto muchas veces a su madre hundida y derrotada. 

Soy una persona depresiva, con pensamientos suicidas que nunca admito en las consultas de salud mental, porque me da miedo que piensen que puedo hacer una locura y me ingresen. Lo admito, me da miedo perder la autonomía y el control de mis emociones si me suben la medicación, aunque mis estados sean casi siempre un campo de batalla, son las mías, y todavía mando en cada metro cuadrado por muy inhóspito que se ponga el avance sobre el enemigo. 

Dicen que son problemas hormonales los que me inclinan al desajuste emocional, y será verdad. Pero desde muy pequeña yo ya era diferente, introvertida, solitaria, melancólica y sufriente, el mundo era un sitio injusto y parecía que yo tenia un sexto sentido para detectar todas esas injusticias que los demás parecían no querer ver. Nunca quise tener hijos, me daba miedo traer personas de las que tendría que hacerme responsable, siendo consciente de los peligros que les acecharían cuando estuvieran fuera del alcance de mi mano protectora. Nunca me planteé que yo misma podría ser un peligro para ellos, por mi peculiar forma de ser, tan mía, que quizás nunca consiguiera ser una madre normal. 

Los últimos meses han sido caóticos. A duras penas y con mucho esfuerzo he conseguido sacar las notas brillantes que los demás esperaban que sacase. Y eso me debería hacer sentir bien, pero no es así. Tengo un marido estupendo, al que quiero y para quien desearía alguien mejor que yo. Alguien a su altura y no tan complicada, tan desastre, tan irremediable como soy, porque soy incapaz de ir al ritmo de nadie. Tengo de nuevo en casa a mi hermana y a mis sobrinos, y deseo con todas mis fuerzas hacerlo bien, cuidar de mi familia como se merecen. Estar el tiempo posible con mi padre, sin que me pese, devolverle los años en que sin él yo no estaría aquí. Es mi deber filial, mis principios siempre me han dado valor, arrestos para luchar por lo que para mi es la felicidad. 

Pero desde un tiempo acá voy en declive, perdiendo posición en el campo de batalla. Dejándome ganar porque no peleo como sé que debo hacerlo. Lo peor que le puede pasar a una persona depresiva es que las cosas empiecen a darte igual. Y cuando llevas mucho tiempo batallando en una guerra donde no dejas pasar ningún aliado, terminas por ser vencida. Solo en las películas, un solo héroe gana a un batallón de malos. Tan solo soy un poco peleona y nunca jamás le abro la puerta de mis infiernos a nadie... aunque aparente facilidad para escribir sobre ellos. Esto es solo la punta del iceberg, como aquel que trajo el pabellón de Chile en la Expo del 92 a Sevilla. Recuerdo que al tocarlo fue como si me mirase a un espejo... la frialdad solo daba margen a la imaginación de cuanta más debía de haber sumergida bajo aquel insignificante pedazo de hielo que ocupaba gran parte del pabellón. 

Cuando me debilita tanto que me planteo cuestiones de cómo seguir viviendo, porque siento que me falta la chispa de la vida. Cuando ya no me importa ganar y quiero una derrota digna. Pienso en ellos, en que son lo más valioso que la vida me ha dado, pese a lo trasto que yo sea. Me cuestiono de nuevo quién soy y la respuesta es inmediata, soy la madre de Lucía e Iván García. 

Sois las dos cosas más arriesgadas que he hecho en toda mi puñetera vida. Teneros, me hizo dos veces perder mi trabajo, y en la primera casi la vida... Pero sois vosotros el ansia viva de la misma vida. Una simbiosis perfecta que renueva lo viejo que llevamos por dentro, que ayuda a los padres a superarse a si mismos por sus vástagos, a sacrificar lo mejor y hasta lo peor que tienen. 

Solo hay dos razones que consiguen sacar esquirlas de paciencia a los culos inquietos y son: el amor incondicional y nuestros hijos. 


Comentarios

  1. Es cierto. Cuando todo se pone negro, negro pensar en ellas es suficiente. Hoy las he tenido aquí aunque solo un ratito. Pero achucharlas ha sido suficiente.

    Besos

    ResponderEliminar
  2. A qué si... a mí me pasa.
    Los mios están unos días en la playa con su padre, mientras yo me he quedado en casa cuidando del mío. Y en la soledad de la noche, cuando me enfrento a mí verdad más absoluta, deseo salir corriendo y ya agotada rendirme en paz... Pero entonces mi hija me manda por WhatsApp esa foto del post y como por arte de magia, todos mis estados se giran y cambian de posición a una que me es más fácil de dominar.
    Besos.

    ResponderEliminar
  3. No puedo decirte mucho; todo sería un tópico banal que vos, por la gran mujer y ser humano que me demostraste ser en más de una ocasión, seguramente no te merecés. Por lo cual, y con todo lo que a mí me cuesta (cada vez más, sería para terapia también lo mío, pero lo dejaremos en que no...)... te dejo un abrazo de oso, de esos en los que no hacen falta palabras porque escuchando los latidos del otro sabés que hay "un entender", un querer hacerlo, donde esos brazos dicen en silencio "si te rompés, acá estoy yo" (sé que vale para ambos lados)...

    Se te quiere Rubia, aún si no te lo digo ni hago saber seguido, mi deuda contigo será eterna y es inolvidable... no importa el tiempo que pase, ni las circunstancias, me basta una palabra y para vos, estoy.

    Abrazote.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La mayoría de las veces un buen abrazo tiene todo lo necesario para curar por dentro y por fuera, al menos a mí me pasa. En las distancias cortas soy de callar y más de tacto. Así que un abrazo de oso me viene perfecto.
      Son tiempos cabrones nena, intento mantenerme en pie hasta que pase la tempestad, y vuelvo a este rincón mío a escribir donde siempre encuentro la terapia que no soy capaz de aceptar por otros medios. Creo que ya me conoces. Gracias Alma por estar, te veo y lo sé.
      🐻❤️ De los grandotes.

      Eliminar
  4. No soy madre, pero sí puedo hacerme a la idea, durante muchos meses tuve en mi vientre a dos personas y sé que si ahora estuvieran vivos, esos gemelos serían como tú cuentas en este post, los que conseguirían que mi espíritu de sacrificio (que ya es bastante elevado) se multiplicara.
    De lo que sí entiendo mucho, es de lo que la sonrisa esconde, de los abismos y de la fortaleza que va erosionando, de eso entiendo mucho.
    Como decía Nietzsche "No hay hermosas superficies sin terribles profundidades"
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te iba a decir una cosa, con respecto a lo que pienso de la maternidad... pero mejor lo hablamos por privado en la intimidad.
      Por cierto, me gusta mucho esa frase. De hecho, mira qué casualidad que me acuerdo siempre de ella cuando me dedican palabras valorando lo que conocen de mi.
      Otro para ti.

      Eliminar
  5. Para mi la depresión siempre ha sido eso, que todo te de lo mismo, que puedas estar en un lado o el contrario y no te importe nada...

    Yo no tendría tantas fuerzas, no soporto que la gente espere nada de mi porque sé que fallaré, siempre voy un paso por detrás, intento quedarme detrás, en las sombras más oscuras que pueda encontrar.

    Menos mal que tu whastap trae buenas noticias de vez en cuando, ¿verdad?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hasta en los rincones más oscuros penetra la luz. Sí te digo qué Dios maneja de maravilla las tecnologías... Me pondrás caras, jejejeje (por eso que no coincidimos en este punto de vista). Los milagros existen más a menudo de lo que pensamos. Esa es la verdad que yo conozco. 😉😘

      Eliminar
    2. No coincidimos pero creo que nos entendemos... y si estiro mucho la definición, sí, también creo en los milagros ;)

      Eliminar
  6. Por eso sonrío, para disimular toda la ruina que llevo dentro.
    He leído un autentico ejercicio de sinceridad y eso es muy difícil hacerlo. Y más publicarlo.
    La mente va por libre y a veces juega malas pasadas. Supongo que a medida que nos vamos haciendo mayores se va complicando la vida también. Y cuando desde bien joven ya eres especial, solitaria, introvertida... no se puede esperar (o no se debería...) a ser lo contrario ya creciditas.
    Espero que esos pensamientos cambien, cuídate, quiérete... eres tu única versión, que sea siempre la mejor.
    Te dejo un abrazo enorme y que sepas que aquí estoy (si lo necesitas)
    ��

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Laura, siento la energía y la sinceridad de alguien muy especial.
      Y sí, por carácter a ciertas edades ya cuesta cambiar. Pero lo mio va más allá, ciertamente soy una persona con problemas mentales. Y eso es algo que aún está sociedad no tiene asimilado. Sí te falla un riñón, el páncreas, o el corazón, la gente lo entiende, si te va mal la transmisión neuronal, porque al fin de cuentas somos un cuerpo unido a un complejo órgano que manda en todo.... Eso... Nadie lo quiere entender. Enseguida se hacen conjeturas y se achaca la disfunción a cosas que no tienen nada que ver. En fin... Ya no me enrollo más, que voy a parecer más peligrosa de lo que soy, jajaja...
      🤦🤭😁😁😁

      Eliminar

Publicar un comentario

☝💬 Las palabras liberan a las personas, deja escrito lo que piensas. Se admiten todo tipo de opiniones, consejos y críticas. Luego ya veré si lo publico...
... o no 😉.