#52RETOSLITERUP: ¡Feliz Año Nuevo chino! Esta semana escribe un relato protagonizado por un buey.
"Habló el buey y dijo mú".
(Del refranero popular)
Era lo único que me faltaba en este año, ser el protagonista. Pues bien, les voy a contar mi vida a ejemplo, por si acaso alguien duda de lo pesada de nuestra carga y de la farsa de nuestra personalidad. Que no es torpeza, ni arrogancia, sino aceptación del destino que nos toca afrontar. La historia no dista tanto entre la propia y la de todos mis antepasados, que como a mi en la bonoloto de la vida, ni nos tocó nacer en el año chino, ni en el portal de Belén.
En eso nos parecemos un poco a los humanos, sí. Dependiendo del lugar del mundo en que nacemos nuestro yugo es diferente. Y aunque el del arado pueda resultar el más pesado, no querría yo haber nacido en el antiguo Egipto, ni haber sido elegido como símbolo religioso en la antigua Grecia, donde nuestras cabezas tenían un gran valor cuando aún no habían probado la yunta. En tiempos de los romanos éramos sacrificados al Dios Marte, y aquellos que nacían blancos los inmolaban por pares a Júpiter. Ya fuera por prosperidad en la agricultura, o por triunfos en la guerra, nuestras cabezas eran los souvenirs de mayor tamaño y los más solícitos. Lo otro era y sigue siendo la vida del testuz al suelo y la testosterona capada, o simple carne para alimentar a vuestra especie.
Rico manjar dicen los entendidos que son nuestros testículos, a mi solo me queda cagarme en to sus muertos, cada vez que a mi memoria intacta y sufriente, afloran aquellos recuerdos de mi edad primera, cuando apenas iniciado el destete de mi madre, se me llevaron junto a otros compañeros y nos arrebataron la identidad sexual. Me dijo mi madre que ese era el único modo en que los hombres podían someter nuestra fuerza. Y que no debía pensar en ello más de lo necesario, porque aquellos que no son capados, corren una suertes de vida más próspera pero también mucho más corta. Terminando su ciclo en un cuerpo a cuerpo, midiendo sus fuerzas con la inteligencia de los hombres en un lugar al que llaman ruedo.
La última vez que vi a mi madre, además de decirme adiós para siempre, me dio el mejor de los consejos: "Nunca te fíes de los hombres, come, come y come siempre que puedas, duerme bien, desarróllate más que el resto, muestra nobleza y docilidad, así serás animal de carga y tus días no acabaran en el matadero. Pero si lo que quieres es vivir poco y en paz, solo come lo justo, y vive el momento". Entonces no entendí muy bien lo que mi madre quiso decir, pero al llegar a mi nuevo destino junto a muchos de mis compañeros lo único que nos diferenciaba era la marca del ganadero. Se podía disfrutar en paz de los tiernos pastos, retozar bajo la arboleda, los parajes ayudaban a llevar una vida pausada y tranquila. En cambio yo solo podía recordar las palabras de mi madre. Me podía la curiosidad de saber a dónde llevaban a aquellos que salían por la parte de atrás de la granja hacia aquellas naves que había a poniente.
Pronto me di cuenta que las marcas que llevábamos en las orejas tenían algo que ver, porque cada vez que nuestros amigos se marchaban del campo para no volver jamás, lo hacían en grupo con el mismo color en sus pendientes. Tras ese acontecimiento, enseguida llegaban otros compañeros más jóvenes, así era siempre. Por mi parte y a pesar de que me podía la curiosidad de saber que había allá fuera tras el vallado, me limité a hacer lo que mi buena madre me dijo: comer, dormir, acercarme con cautela a los cuidadores. Cuando ellos decían algo refiriéndose a mi, yo agachaba el testuz y me premiaban con las palmas de las manos dando pequeños golpes sobre él, mientras decían no se qué de mi buen tamaño y me palpaban las patas.
Así fue como el tiempo pasó y el día que partí del que hasta entonces había sido mi hogar, lo hice solo. No lo hice con mis hermanos, y reconozco que en aquel momento aquello me causó un gran estrés. A mi pesar y siendo fiel a la memoria de las palabras de mi madre, fui dócil y entré en el camión sin montar contratiempos. Recuerdo las fatigas, el vértigo, y lo mal que me sentí por las astas atado en aquel rectángulo oscuro que tanto se movía. Cuando por fin pude bajar, estaba junto a una dehesa desconocida, aunque el cielo seguía siendo azul. Había gente fuera, esperando verme salir, parecían contentos por mi llegada. El timbre de su voz resaltaba por encima de las demás voces: "Papá, papá, yo lo quiero llamar Nazareno". Desde entonces esa palabra siempre ha ido unida a todas las conversaciones de los humanos en relación a mi.
Esa... y afortunado. Nunca me ha quedado muy clara la razón, pero dicen que soy un buey afortunado. Durante el año, como, duermo, vivo con otros de mi especie en un cortijo y de vez en cuando nos llevan a otros lugares. Nos ponen en par en la yunta y tiramos de carretas. La gente nos mira, nos tocan, nos tratan como a animales tontos sin otro fin que el de estar atados y transportar sus habitáculos de fiesta. Cantan, bailan, y nosotros simplemente caminamos donde el bueyero nos conduce hasta que pasa el tiempo. Algunas veces dormimos a la intemperie, otras en establos cubiertos, pero siempre nos devuelven a nuestro lugar de origen, a ese que dicen que pertenecemos.
Hace unos día la niña que se ha convertido en una bonita adolescente, se me ha acercado, me ha acariciado el lomo, y luego el hocico, no me gusta que me toquen ahí, ella si puede hacerlo, porque luego pega su cara a la mía y siento algo diferente e inaudito a todo lo demás. Como si pudiéramos entendernos en ambas direcciones. Entonces ella me ha dicho que este es mi año, que en China celebran el año del buey como un periodo de prosperidad, de fortaleza. Empieza entonces a contar cosas como que: la personalidad del Buey en el horóscopo chino dice que los bueyes son trabajadores duros, inteligentes y confiables que nunca exigen elogios. Conocidos por su diligencia, confiabilidad, fortaleza y determinación. Que nuestra naturaleza es honesta, somos patrióticos, con ideales y ambiciones para la vida y que otorgan importancia a la familia y al trabajo.
¿Qué quieres que te diga? A mi me resulta todo una patraña entre humanos que tratan de convencerse de cosas estúpidas con las que se someten unos a otros. Porque yo solo me siento como un animal castrado, al que separaron de su madre, para llevar de aquí para allá. Duermo, como, bebo, y agacho el testuz para garantizar que las dos anteriores no me falten cada día. Por lo demás poco más. Pero claro, cuando la veo a ella tan ilusionada susurrando junto a mi oreja esas cosas en las que cree, me pregunto ¿Quién soy yo para decirle que está equivocada? La única verdad es que este es mi primer año y si le sumamos que harán falta otros doce más para celebrar el próximo "Año del Buey". Que hasta llegar a este momento he vivido 48 meses en la ganadería de carnes y alguno más que llevo viviendo en esta finca como animal de tiro para las romerías… dudo que si vivo para mi próxima festividad, tenga mucha ganas de fiesta, dado que mi media de vida son veinte años.
Pero ella sigue aquí en su mundo, feliz, compartiendo su visión de la vida. Yo muevo el rabo espantando las moscas y le respondo con un: "Muuuuu..." Que ella interpretará a su manera.
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