Abril, Semana Santa y confinamiento.


“En esta vida hay que morir varias veces para después renacer. Y las crisis, aunque atemorizan, nos sirven para cancelar una época e inaugurar otra.” (Eurípides de Salamina).

Yo he muerto muchas veces y aquí sigo. Hay cosas que no cambian, como es el hecho de que mientras estemos vivos, hay que resistir al temporal. Independiente al modo utilizado para seguir en pie. Tampoco cambia la llegada de la última de las muertes, esa a la que tanto decimos respetar (que no tener) porque nadie puede garantizar que realmente lleguemos a resucitar... o no. Seguro que ahora hay quienes leyendo se llevan las manos a la cabeza y se preguntan cómo puedo decir algo así. 

A un lado y otro de mis círculos. Sus perspectivas, sus creencias, sus modos de enfocar son diferentes. Yo siempre soy la misma, nunca he defendido otra postura, aunque dentro de ella tenga mis estados... 

Porque sé que Él sonríe siempre tanto si me ve pataleando, maldiciendo, esperando con el corazón abierto, o partida de la risa. Él me conoce. Y yo... bueno... yo libremente elijo creer en su palabra, porque de todas las que me han dado a lo largo de estos más de cuarenta años, la suya ha sido la única que además de no fallar, ha permanecido. 

A veces tengo la extraña sensación de tener que justificar mi manera de ser frente a los demás, por el simple hecho de ser diferente. O por no encajar del todo dentro del canon que se espera de mi. Por suerte como en una más de esas cosas que tampoco cambian, los individuos a lo largo de los años y con la edad, mejoramos en encajar estos temas y nos hacemos más exclusivos. 

Hoy me preguntaba una amiga cómo era abril sin Semana Santa, estando confinados en casa, cómo se llevaba eso desde la fe, cómo lo afrontan los capillitas. Sonreí para mis adentros... cuántas cosas se dan por hecho en tan poca conversación. Le dije que abril sin Semana Santa era un poco más aburrido en comparativa a otros años para la gran mayoría. Y evité explicar algo que no podría entender aunque se lo diera con una cucharita de silicona, de esas de dar papilla a los bebés. Porque las Semanas Santas que ella da por verídica solo va cogida de la mano de la fe como primas y no como hermanas. Quienes tenemos un sentido de fe real, lo vivimos todo el año (porque Dios no se muda, ni se confina, y aún prisioneros cada cual se sus miserias, si estamos dispuestos a hacer con Él comunión, creeme, no hay confinamiento que evite que entre a tu casa si llama y le abres)... lo demás... como todo hijo de vecino, solo es un poco más de como quieras montarte una semana más.

A una significativa mayoría de ciudadanos, católicoa o no, capillitas o no, el confinamiento le ha jodida la Semana Santa, sí. Con otro apellido, uno de primos que pueden ser: negocios, vacaciones, procesiones, etc. De hecho la conversación se habría hecho demasiado extensa y larga, dando lugar seguramente a que hubiésemos terminado en tablas, así que preferí no dar muchos detalles más.. 

No obstante, algo que no ha cambiado es la lluvia, al menos aquí en Sevilla. Hoy llueve... así que se puede sentir en el cielo esa Santa Semana de anécdotas y recuerdos... pese a no ser uno muy capillita. Esa sería otra partida dialéctica perdida con mi amiga. Así que cuelgo el teléfono y sigo a lo que iba... Salgo sin salir de casa, paseando y aprovechando los metros disponible de parcela y la tregua que el tiempo me quiera dar.




Comentarios

  1. Creo que cada uno vive la fe a su manera y nadie tiene derecho a juzgar. Las fiestas religiosas no son sinónimo de negocio, pero... a eso hemos llegado.
    Eres una privilegiada en estos días y en todos los demás, disfruta de ese bello espacio, Mento.

    Mil besitos.

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    Respuestas
    1. Siempre he pensado que la religiosidad popular es algo natural de nuestra especie, el hombre necesita creer en algo una vez descubre que su existencia es limitada, pero hay una gran mayoría que confunden esto con el modo en que otros viven la experiencia de su fe. Si te soy sincera a mi siempre me ha importado una poca leche lo que opinen de mi.
      Y sí, vivo en una parcela de tres mil metros cuadrados, estos días se agradece más que nunca.
      Abrazo.

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