Tres décadas en dos etapas.


"Todos los cambios, aun los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía". (Anatole France)

Cuando tenía quince años nació la única hermana que tengo. Hasta entonces yo había sido hija única y mi mayor deseo en la vida era tener hermanos. Recuerdo aquellos nueve meses de gestación de mi madre como una de las etapas más bonitas de mi vida. Entonces las ecografías sólo las poseían las clínicas privadas, y a pesar de que mi madre por su edad (41) estuvo en un programa de gestación de alto riesgo  (treinta años atrás la gente no paria tan mayor y los casos que se daban eran seguidos con otros protocolo con mayor supervisión a los habituales) el caso es que durante todo el periodo, nunca pudimos ver el sexo del feto. Yo quería un hermano, aunque al oír la voz de mi padre decir a través del auricular del teléfono que era una niña, ya se me olvidó todo aquello que había deseado durante los nueve meses anteriores y una vida entera. Decía que fue una experiencia de las mejores, porque mi curiosidad estuvo a límites extremos. No hay nada que te haga sentir más vivo que la impotencia del tiempo, y la incapacidad de adelantarse a él. Aquellos fueron unos meses que fusionaron mi capacidad de paciencia y la curiosidad que sentía de un modo que no se ha vuelto a repetir. Pienso que hoy día hemos perdido la capacidad de disfrutar de la curiosidad a través de la paciencia, de esperar el tiempo necesario en que se han de producir las cosas. Casi todo se desea y se obtiene al mismo tiempo. 

Tengo esa imagen de mi niña en las retinas grabada, la primera vez que la vi supe que Dios existía, mi madre me había hecho el regalo más bonito que nadie me ha regalado a lo largo de toda la vida, la que tenía vivida y la que que luego vino. ¿Quién tiene un hijo a esa edad avanzada por complacer a otro? Yo ahora no podría, a pesar de que tuve a Iván (poniendo mi vida en riesgo) para que Lucy no fuera hija única. Pero sé que ahora sería incapaz de un gesto tan desinteresado y sacrificado como es ese.  Cuando mi hermana nació, me gustaba imaginar cómo serían nuestras vidas dentro de otros quince años, cuando ella tuviera mi edad y yo treinta. El tiempo pasó a un ritmo que pude disfrutarlo, tengo recuerdos preciosos de aquella niña con ojitos marrones que miraba el mundo a través de su hermana mayor. Ella me hizo en muchas ocasiones centrarme y querer ser mejor persona. Era una responsabilidad bestial ser el modelo de la persona más importante de tu vida. Puedo decir que he tenido la fortuna en esta vida de saber que se siente siendo madre en plena adolescencia, y también en mi edad adulta. 

Cuando ella cumplió los quince, yo ya tenía a Lucy. Fue un año difícil, por la sucesión del anterior y las secuelas que me dejaron mis problemas hormonales  que se desataron y empeoraron por el embarazo. Los treinta no fueron el mejor año de mi vida. Marichu era una adolescente preciosa, y yo seguía sintiéndome culpable de muchas cosas que no podía evitar cuando la veía pasar por la complicada etapa de la adolescencia. Entonces me decía que tal vez dentro de otros quince las cosas estuvieran mejor. Y me ilusionaba pensar en ello y en imaginar cómo seríamos entonces con otra década y media más. Dentro de unos días cumpliré 45 y ella en noviembre los 30. Y pese a la dificultad del tiempo actual y las situaciones personales que atravesamos, me niego a perder la esperanza de que éste sea el periodo que traiga cambios a nuestras vidas, una etapa mejor, claro está.