Como una puta mierda.


"Lo blando es más fuerte que lo duro; el agua es más fuerte que la roca, el amor es más fuerte que la violencia". (Hermann Hesse)

─¿Nena cómo estás? 
Me quedo mirándole deseando que el tiempo se pare. Le pido que me de un abrazo y cuando lo hace, le digo junto al oído:  
─Abrazame fuerte porque estoy hecha una puta mierda.
Ni se lo piensa, me aprieta junto a su pecho y siento que podría estar ahí el resto de mi vida, después de todo es de los pocos tipos que me saca una cabeza y es más fuerte que yo. El único que por su tamaño y porque yo me dejo, puede abrazarme así. No soy nada buena para pedir cariño, a mi Paco sí. Él lo sabe y me aprieta tan fuerte que me comprime el diafragma. No lloro. Eso no me lo perdonaría a mi misma. 

La semana pasada estuve hablando con dos personas diferentes de lo que significa para mí ser la última en quedar en pie. No se trata de orgullo en plan soberbia, pero si para mantenerme erguida tuviera que gastar de ello, lo haría sin pensarlo. Ser la última en quedar en pie es estar hecha una puta mierda por dentro y tener esa cara de estar de puta madre por fuera. Es el coraje de convencerse a si mismo de que pase lo que pase, nada ni nadie te puede tumbar, y tener la capacidad de llevarlo a término siempre, por muy desgastado que uno esté por dentro. La lucha nunca es contra otros, siempre contra las limitaciones personales, o las circunstancias adversas. 

Qué tengo que ir a enterrar a mi tía... Me lavo la cara con agua helada, me paso el "chapa pintura"... y espabila que es pa' hoy. No le doy margen al dolor que llevo por dentro, a lo que me cuesta seguir viviendo por momentos, al miserable desasosiego que me invade cuando nos reunimos en familia, cuando todos mis demonios se disparan pillandome la delantera y me dan la del tigre. Siento que todo crece en torno a mi con mordaz ironía, y que por parte del panorama, soy de pronto pequeñita y poquita cosa... no abultando nada en comparación al resto de cosas que tienen toda la pinta de que me van a aplastar. Es una mierda sentirse así. Pero me siento. Y es entonces, cuando todas esas heridas internas que intento disimular durante la batalla para que mis enemigos no las aprecien y me castiguen sobre ellas, se quedan no sólo al descubierto, se abren, me desangran al acto. Muero. Y, para que pueda soltar mi muletilla de : manda huevos... sigo ahí en pie. Siempre en pie. Hasta cuando mi voluntad desea otra cosa. A veces rompo hacia fuera, como hoy. Entonces soy capaz de decirlo con toda la verdad y las consecuencias de mi amargura interna y pido que me abracen. Funciona. Los abrazos deberían costar dinero, y estar en lugar estratégicos donde poder ir a comprarlos a demanda. También se podrían canjear por vales regalos... aunque seguro que más de un@ los acumulariamos en algún compartimento privado del bolso o la cartera. De cualquier modo sería una pasada algo así. 

Durante la Eucaristía me he encontrado con el otro tipo, Éste es el que siempre tiene derecho a abrazarme. En verdad ni se lo pido. No me funciona el maquillaje, ni la sonrisa, ni caminar muy estiradita... Cuando estoy cerca, cuando me siento a su lado, todo mi cuerpo se estremece, mis debilidades se desatan y el dolor se hace insoportable. Entonces le veo sonreír y sé que ambos sabemos la verdad. Y la verdad no es otra que, por muy duro que sea el instante, por mucho que duela, hay algo más grande que todo aquello que me lleva al sufrimiento. Mi necesidad de Él. Mi necesidad de Él es superior a cualquier otra cosa, y entonces me mira con esa sonrisa, y a mi... como que me da igual ya, hasta lo de permanecer en pie. Porque su sonrisa tiene el poder de hacer que yo pase de sentirme como una puta mierda, a que me sienta de puta madre.




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