... de labranzas, andaduras y descanso.

©Imagen: https://www.instagram.com/xiskya/

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.» (Jn 12, 24-26).

No hace mucho hablando con una persona atea con la que tengo amistad, se sorprendía de que yo dijera ciertas cosas sobre Dios, sobre la fe y que le diera un consejo cimentado en creencias católicas a un agnóstico.  Pero lo que somos solo tiene una verdad, aunque a veces vayamos con caretas o aparentemos ser otra cosa, o los demás nos vean de un modo u otro. Puede que yo sea una cabra loca, lo soy, puede que mi comportamiento a veces y el modo en que hago regir mis actos no sean acordes con quien soy... nadie es perfecto. Pero en esos momentos cruciales del individuo consigo mismo, es donde se marca la gran diferencia... donde la identidad, el conocimiento y la elección anteponen  a la voluntad de uno mismo la Gracia recibida. Y ahí... te aseguro que no tengo ni un ápice de cabra, pero que ni de oveja, ni borrega. Ahí soy yo y la experiencia del camino recorrido, el reconocimiento de la Gracia de Uno que jamás me ha dejado en momentos complicados en la estacada y al que no puedo negar si me preguntas... aunque yo sea el peor ejemplo para hablar de Él. 

Mira, hablar de Dios a un agnóstico es ardua tarea. Es como enseñar una semilla a un niño que jamás ha visto el proceso de la plantación, germinación y  crecimiento y hacerlo comprender sólo con mostrarla sin que vea la transformación de ese grano en una planta que producirá fruto y dará nuevas semillas. Pero es más, si consigues que tenga paciencia para ver como la siembras... imagina por un momento que esa semilla no es productiva y se seca bajo tierra por razones varias que nada tiene que ver a su naturaleza como semilla. ¿Cómo se lo explicas entonces? ¿Y si repites y la semilla no germina de nuevo? Pues Dios es así, no es la semilla, ni el resultado del fruto de ésta, es algo parecido a todo el conjunto del ciclo de la vida que forman muchas semillas, las que dan producto y las que no. Y el conocimiento de Dios es el resultado del conjunto de todas tus experiencias dentro de ese proceso, ya seas semilla tierra, clima, labrador o quien disfruta del fruto... si te quedas sólo en tu minúsculo entendimiento de la parte que crees entender, creer ser o simplemente ver, solo conocerás una minúscula parte de la verdad. Es el cómputo del análisis profundo y de reincidir en el Misterio lo que hace que te puedas encontrar con Dios. Porque una cosa es obvia, no importa si crees o no, si puedes ver más a allá o no. Dios está esperándote en cada acontecimiento de tú vida, dispuesto a dejarse encontrar. En mi caso dejándome hacer a mi manera y paciente al paso acompañandome siempre. Y si me preguntas yo siempre te daré el mismo Consejo. Porque es lo que  a mi nunca me ha fallado, seas creyente o no. 
Y si te digo que Dios es mi eterno enamorado quien no se cansa de esperarme siempre en el mismo banco, y que el conocimiento de su fidelidad a mi es como el primer beso que nunca se olvida y que siempre me devuelve a ese instante y me da fuerzas para empezar de nuevo. Lo que menos busco es que puedas entenderlo, y no me molesta que me juzgues, pero mi verdad es esa y así te la cuento.