Un día cualquiera.

School of Fish🐟🐟 Inktober day 16 #illust #inktober2018 #inktober
©Heikala Shop School of Fish


"¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé. 
Pero si tuviese que explicárselo a alguien no sabría como hacerlo" (San Agustín)

Mientras gran parte de España se levantaba envuelta en el aviso de alerta por ola de calor... yo, en pleno corazón de donde suelen surgir las olas más hot... amanecí helada. ¿Sabes esas mañanas en que el regusto amargo te invade y modifica el resto del día con un tinte de gris "plomazo"? Pues así me sentía con escalofríos y todo, para que el conjunto fuera completo y discordante con el resto de mortales. 

Respiré, era uno de julio y había que seguir aunque fuese por huevos... y yo de esos tengo un rato que se suelen hinchar cuando el gris deja de ser "plomazo" para ser "negro remate".
―¿Estás ahí?
No me respondió, yo sabía que si estaba. Me quedé mirando al techo un rato como si la solución a mi estado fuera a bajar en forma de araña deslizándose por su hilo de tela hasta golpear entre ojo y ojo con una revelación. Y escuché su risa, esa melodía que resucitaría a un muerto. Lo sé porque a mi me ha resucitado muchas veces cuando el peso de todos mis infiernos me retienen a ras del suelo en el inframundo de mis desesperanzas; y ese es el asiento más repugnante en el que te puedes quedar tirada, pero a veces pasa. 
―Pero si tú odias a esos pobres animalitos. 
Giré los ojos y levanté las comisuras de los labios hacia arriba, es el efecto que tiene poder escuchar la voz de otro sin el uso de fonemas. 
―Anda tira que tenemos que ir por tu justificante del título de secundaria, no querrás dejarlo allí ahora. 

No tuve tiempo a pensarlo y es que me había quedado dormida. Mi padre estaba en la puerta llamando. Salté de la cama a abrirle y empecé con el ritual del desayuno. Mi cuerpo echó los arrestos que guarda en un lugar que ni queriendo podría encontrar e hice todas esas rutinas que me obligan mientras yo sigo allá espatarrada en el pavimento de la devastación. 

Noventa minutos más tarde me estaban sellando mi matricula para bachiller, irónicamente las circunstancias parecieron querer jugar conmigo una partida al Tekken (y jugando en una PlayStation al Tekken no me gana ni Masaya Nakamura con todo el equipo de apoyo) Allá que me dice la jefa de estudios que he de rellenar una especie de encuesta para entregar con la matrícula. "Mierda, y yo con esos ánimos" Los números para evaluar cada respuesta me resultaban una especie de quiniela. Llegé a la mitad del formulario y me encontré una pregunta que no tenía números, tenía varias palabras para usar. La pregunta iba sobre qué sentimientos tenías al iniciar bachiller en esa etapa de tu vida. Había que poner dos por orden. No estaba la opción "acojonada", ni "cagada hasta las trancas", ni una que dijera: ganas de levantar este cuerpecito mío de tanta mierda que hay en esta superficie plana. Y entonces leí algo muy parecido: nuevos retos. La marqué con un 1º, pero entonces, me quedé mirando una palabra que atrajo como un imán a todo el plomo que me aplastaba y a la fuerza que me mantenía en ese gris color mierda. La palabra era: Ilusión. Hice un tachón en el número 1 que había anotado antes y puse como primera opción la ilusión y en 2º lugar nuevos retos. Cuando me levanté de la mesa de la biblioteca, mi ánimo había mejorado. Tuve que echar el resto de arrestos y avanzar. Mi situación personal se ha paralizado, me he quedado suspendida a merced de las circunstancias y la realidad de cuidar de mi padre. Pero he de aprovechar cualquier resquicio de aire para subirme a las olas... y no a la de calor.

Terminé deseando a Marta un buen verano y despidiéndome de ella hasta septiembre. Y me fuí a la cola de recoger los justificantes académicos, por cierto que había más gente que en la cola del INEM y eso que estaban solicitados de la semana anterior. Supongo que cuando tienes un nombre tan peculiar como el mío la gente termina por recordar quien eres por él. Cuando llegué a la ventanilla la secretaria me saludó por mi nombre y cuando volvía de dentro con el papel en la mano, lo venía leyendo, me dice: Anda Sacramento, que buena nota ha sacado usted, de media un nueve con treinta y tres. En ese momento mientras le sonreí asintiendo y el papel pasaba de su mano a la mía, tuve una sensación extraña. Pensé que sentiría algo como el momento de la peli de Rocky en las escaleras, incluida la musiquita de la banda sonora en mis oídos... Una poca leche... como si me hubieran dado un justificante de expediente con un cero patatero. Sólo había dos cosas en ese momento que me hubieran alegrado. Una: que la promesa que me hicieron se hubiera cumplido. Dos: que la persona que se podría sentir más orgullosa de ese logro, me estuviera esperando en casa.

Lo cierto es que yo soy así. Es mi forma de ser. Necesito estar siempre ocupada en nuevos retos, perseguir lo que llamo "sueños" y tener centrada mi cabeza en objetivos. Luego los alcanzo y ya me dan igual al minuto siguiente. Para lo Anita la fantástica que soy para soñar, manda huevos lo práctica y aburrida que soy luego. Salí y me paré un momento en las escaleras del centro, miré la hora en el móvil, tuve intención de mandar un mensaje, me guardé las ganas. Bajé, llegué hasta el coche, arranqué, entonces sí... la música que sonó en la radio justo al arrancar https://youtu.be/4Li9QDtJMg4 Tócate los huevos... pero me gusta cuando pasan estas coincidencias. Miré por el retrovisor y en mitad de la avenida, haciendo un giro en perfecta combinación volante y acelerador, derrapando y quemando gaucho, cambié el sentido de mi dirección poniendo el coche avenida arriba. Vale... lo soy, a veces más chula de la cuenta... pero es que va en serio mi maestría al volante. Y sin llevarlo en agenda estaba conduciendo camino del cementerio en lugar de casa.

El Campo Santo. Ese lugar que siempre me relaja visitar, hasta cuando el dolor es tan fuerte como en los días de enterrar a un ser querido. Pero es que... va con mi personalidad. Me gustan los finales. No soy una persona muy aventurera, soy arriesgada en el trayecto, pero siempre y cuando sepa el destino. Quizás por eso me gusta ese lugar. Es la garantía de que toda nuestra lucha humana termina allí. Y justo por eso me da fuerzas la realidad que alberga de podredumbre, silencio y mortandad. La resiliencia de mi madre sale al paso mientras camino por el pasillo central hacia donde descansa su cuerpo. Lo cierto es que voy poco. Allí solo queda de ella lo que un día la limitó. Pero son los pechos que me amamantaron los que desaparecen tras el límite del mármol. Mientras camino, su olor corporal y la fragancia desodorante que usaba en vida, hacen como una burbuja en torno a mi olfato y camina conmigo. Visioné sus pies mientras miraba los míos caminando, la paz que sentí dentro de mi lo invadió todo. Observé de reojo el papel que llevaba en la mano, entonces me pareció de lo más teatrero y absurdo estar allí cuando ella siempre va conmigo. ¿Qué coño hacía entonces en ese lugar a la una del mediodía mientras los gorriones se derretian en las ramas de los árboles? ¿Ir a mostrar a mi madre mi logro? ¿Cerrar otro capítulo de mi vida? Ni siquiera soporto a esa gente que en su ignorancia se aferran a sus muertos en ese lugar de descanso eterno. Su efluvio duró el momento de caminar hasta la primera glorieta de los cipres. Luego dejé de sentirla y allí estaba yo, como siempre vulnerable y dura como una roca a partes iguales. Escuchaba en mi cabeza los acordes y la letra de For all time, de mi querido Michael junto a las promesas que quedan pendientes, algunas me las hicieron en lugares tan enfáticos como aquel. La más importante frente a la tumba de ella. Y eso que yo, no soy de creer en promesas.

Me detuve antes de llegar, me guardé doblado el papel en la bandolera, sin importarme que se quedara todo doblado, como si fuera un simple panfleto publicitario. Cuando llegué a la altura de su nicho, ya solo tenía en mente dejar adecentado y limpio el lugar y volver lo antes posible a casa a seguir con los vivos que he de cuidar. Pues eso... un día cualquiera más...