OBJETIVO 22 DE JUNIO : echando un pulso.


"The pen is mightier than the sword"(Edward Bulwer-Lytton)


     Que dicho en mi lenguaje de a pie, sería: más vale maña que fuerza. 
   Con la imagen de esta entrada, ayer cerraba otra etapa de mi vida, la de Secundaria. Treinta años más tarde, vale, pero como diría un colega mío muy graciosillo... "nunca es tarde si la picha es buena" (sí, sí... pone justo lo que has leído con la única pretensión de poner un punto de picardía en lo que voy a contar a continuación). Y es que, la realidad a menudo es tan visceral, que si no le pones una nota personal que le dé un giro, termina por convertirse en una experiencia agotadora. 

     Me fui al instituto un par de horas antes del examen porque por las tardes la biblioteca de éste es un remanso de paz. Y en un día como el de ayer con las emociones a flote, lo que necesitaba era justo eso... un poquito de "por favor". Ayer pensé mucho en mi madre. Por esas cosas del destino, o la casualidad, tú llámalo como quieras... coincidió que mi último examen cayó no solo en día trece, además a la hora en que falleció ella.  La mañana en casa había ido regular, yo mal. Me levanté con la vena de la tontura hinchada. A cada rato las emociones me podían y las lágrimas me violaban la privacidad de los ojos, que a mediodía estaban rojos e hinchados. Últimamente no tengo muy buena cara, después de haber perdido la cuenta de noches de insomnio, los maquillajes pocos milagros hacen así que opté por lavarla y "chutando" que es gerundio.  

     Durante toda la mañana me sentí sometida al recuerdo de la imagen última de mi madre con vida. Bueno, con vida y consciente. No sé si me lo habrás leído ya, pero es algo que está ahí y que duele, no sé por cuanto permanecerá, de momento sigue tan fresco como si acabase de acontecer. Tener la capacidad de saber antes que los demás lo que va a suceder, más que un privilegio es una putada. Sobre todo cuando toca temas trascendentales. Yo sabía que mi madre no saldría de aquella operación, lo sabía como tantas otras cosas que preferiría descubrir como el resto de la gente normal. Cuando el celador se llevó a mi madre en la camilla por el pasillo de quirófano y nosotros nos dirigimos a la sala de espera. Me volví una vez más a mirar, ella ya no me veía, yo a ella sí a través de la pared de cristal. El último gesto que le vi a mi madre fue de miedo. Es un dolor tan intenso lo que me provoca tenerlo tan vivo y con un enfoque tan fidelicio que me arden sin remedio los ojos y se me desbordan cada vez que ocurre. La mañana transcurrió así, con esa imagen asaltando a cada momento mis neuronas. Ocurrió hace ya 29 meses, escuché la risa sátira del mal que habita entre nosotros, como se burlaba de mi gesto de mirar por última vez. Le escuché claramente como decía que si lo que quería era una última mirada (los dos sabíamos muy bien de que trataba el tema), esa sería la imagen que me acompañaría hasta el último de mis días. Lo admito. Fue un golpe perfecto. Uno de esos que llaman de gracia y que en el campo de batalla te hacen perder la guerra. Peeeero... 1+1 no siempre son dos. Y yo sigo viva. 

     Ella siempre me decía que debía volver a estudiar. Y yo se lo decía a ella. Mi madre era una mujer muy inteligente, siempre quise que hiciera algo para que se lo creyera. Porque realmente nunca fue consciente de lo lista que era. Su inseguridad y sus miedos la pudieron. Se amparó en que ya era muy mayor y quise hacerla ver que nunca es demasiado tarde para darse el gusto de cumplir un sueño. Pero mi madre había dejado de soñar para ella hacía tiempo. Así que cuando los exámenes de este curso caían en los días 11, 12, 13 y 14... vi claro la posibilidad de cumplir mi sueño sin miedo a las pesadillas. Sin que el dolor del recuerdo de esa imagen me impidiera perseguir mi propio sueño. 

     Las dos horas que pasé en la biblioteca ayer tarde me sirvieron para mantener el pulso sin desgaste. Para mirar al que se considera mi enemigo a la cara y poder decirle con calma: yo no te temo ni te guardo rencor, tu haces tu cometida y yo la mía en esta historia que compartimos. Luego llegó el examen, lo hice. Tras él me tomé una copa con mis compañeros del Ceper El Palmarillo en el "Sache Café" y cerré otra etapa de mi vida. A falta de recoger las notas y el justificante del título ya estoy organizandome para seguir realizando mi sueño. Y es que nunca es tarde si ya tienes claro lo que no quieres. 

     Hoy para completar de paz y dicha el conjunto de "los días complicados" para mi familia desde que ella se marchó... se gradúa mi sobrino Daniel en infantil. Y aunque sé que mi Marichu anda un poquito bajita de ánimos, estoy segura que su orgullo de madre la elevará por encima de las circunstancias. De todas. Porque a pulsos, jejeje... no nos gana nadie. 

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