OBJETIVO 22 DE JUNIO: cerrando puertas.



"A puerta cerrada el diablo se vuelve" (Refrán popular castellano)


      No estoy segura de si este era el refrán que empujaba las enseñanzas de mi abuela, pudiera... Buscando hoy una frase que pudiera englobar lo que quiero expresar, me encontré con ella y la vi apropiada. El mal que habita en nosotros y en derredor, es como un hábil ladrón que penetra con brillante disimulo cualquier puerta encajada que dejemos, ya sea por descuido o por vanidad. Siempre lo he creído así. Nada puede traspasar la barrera que nos brinda nuestra libertad, pero si descuidamos esa virtud y la dejamos desnuda frente al orgullo de pensar que se puede ganar una batalla solo amparándose en nuestras posibilidades... corremos el riesgo de creerlo demasiado, y caer en el orgullo que lleva al descuido. Y en esta vida para alcanzar metas, se requiere de diferentes factores además de la capacidad propia. 

     En mi cabeza tengo puertas, muchas, las intento dibujar con formas simples y bien definidas que no den pie a la confusión. Están puestas al principio y al final de cada uno de los acontecimientos que vivo y de las situaciones que he de enfrentar; cuando las supero las cierro... y jamás las vuelvo a abrir. Puede que parezca una mera gilipolles, a mi me sirve. Cuando me asaltan los miedos, las inseguridades, o el mismo demonio dando la vara y queriendo joder mi estabilidad emocional... me pongo enfrente de aquellas puertas cerradas que forman un pasillo largo, seguro e infranqueable. Cada puerta tiene un número de fecha y un rótulo que indica aquello que ya no va a repetirse. Y a quien ose joderme el momento simplemente le digo: Ahí tienes la puerta, llama a ver si te abren. Puede que sea una galerna de emociones, una loca apresurada, una ignorante aprendiz de sabelotodo, la más contradictoria de las cabecitas pensantes. Sí que lo soy, pero tras esa forma de ser de mi personalidad vigente, quien soy de verdad es el cómputo de todas esas puertas cerradas. 

    Cuando hace un año Juan se puso frente a una puerta que yo no había podido cerrar nunca y me dijo aquello de que no sentía ninguna lástima de mi y que me lo merecía por cobarde, hizo lo que nadie había conseguido. Otras personas habían abierto y me habían jodido la estancia, me obligaron a limpiar, y reorganizar los enseres... pero joder... este tío le dio tal patada a la puerta que la desencajó con dintel incluido. La reforma no iba a ser suficiente, había que sacarlo todo fuera y empezar de nuevo, con un apañito no funcionaria, menos si el fin era cerrar esa puñetera puerta para los restos. No tuve más cojones que empezar de cero. Y no he comprendido lo importante que era y es, cerrar esta puerta, hasta que no he comprobado ya metida en faena la cantidad de adversarios que van cada día saliendo para que yo no concluya mi proyecto. Pues ya se pueden ir haciendo a la idea todos de quién será la última en quedar en pie frente a esa puerta cerrada. Y luego, ya pueden partirse los nudillos llamando una vez termine de dar la última vuelta a la cerradura. Porque dentro quedaran los malos momentos, las lágrimas, el dolor, y todo aquello que ya no podrá repetirse para debilitarme, al menos no en el mismo sentido. Y seguro que habrá quien al leerme dirá que eso mismo hace sin tantas puertas, ni historias... seguro que sí. Pero cada maestrillo tiene su librillo. 

   Yo estoy intentando cerrar esta. He terminado la secundaria, y me he matriculado en bachillerato de humanidades y ciencias sociales, y en la escuela oficial de idiomas. Hay quienes me dicen que estoy como una puta cabra... como si lo acabaran de descubrir, vamos. Lo que no saben es que la locura es otra de esas, a las que de vez en cuando pongo enfilada en mi pasillo de puertas cerradas y le digo con la ceja el alto: Anda guapita cara... levanta la manita y ponte a llamar a ver si te abren. 

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