LAS CRÓNICAS DE CASA.




"El desorden llega del orden, la cobardía surge del valor, la debilidad brota de la fuerza" (Sun Tzu).


Esas historias que nunca faltan en un hogar y que van  formando el ADN de una familia. Esta ha sido una semana de acontecimientos poco gratos que ha modificado el ritmo de los míos y el mío propio. Me cuesta contar los hechos, el estado del instagram del benjamín de mis hijos es un poco borde, pero el de Lucy es imposible de publicar en abierto. Ella estaba como una berraca herida, gritando el nombre de sus gatos desde casa para que si escuchaban los gritos volvieran. Quería que fuésemos por las calles por si se oian maullar desde dentro de alguna finca. Tuve que convencerla de que no podíamos hacer nada. Lo que ella sentía no era nada comparado con el fuego interno que yo trataba de disimular. Educo a mis hijos en elegir siempre el camino de la calma, de evitar el conflicto, les he impartido métodos de defensa y les instruyo en saber no solo  como defenderse, sino en como evitar usar la fuerza siempre que se pueda. Este ha sido otro de esos acontecimientos en que imponer la calma y elegir el mejor camino. Porque si por mi hubiera sido y si no los tuviera que educar a ellos, juro que habría ido puerta por puerta a buscar a mis mascotas y no habría muro que limitase mi ira. A hostias vivas le iba a arrancar al pedazo de mierda que se ha dedicado a poner trampas para que caigan los gatos las ganas de seguir poniéndolas. Hay un número reducido de candidatos entre los vecinos... pero... no se puede usar la justicia por mano propia. Desde aquí desde luego si entra y lo lee, que pudiera ser... te deseo que sufras tanto o más que la muerte que le has dado a mi gato en un cepo. Ojalá te estalle la conciencia dentro y te deje una marca para los restos de tu miserable vida, eso no se le hace a un animal. Si te molestan en lugar de venirte a vivir al campo vete a la Motilla, o al Cerro del Caballo, o a cualquiera de las urbanizaciones privadas de la zona. Yo me vine para vivir lo más en contacto posible con la naturaleza y criar a mis hijos en un ambiente rural con animales; y no con desaprensivos que dejan morir agonizando a un animal en un cepo. 

Había oído y visto que algunos gatos del vecindario estaban desapareciendo y cuando los míos no llegaron pasada la noche a su desayuno de pienso mañanero,  sabía que pasaba algo. Pero me aguanté y no lo dije, al segundo día ya todos en casa preguntaban por los gatos. Cuatro días después estábamos que nos subíamos por las paredes.  Al quinto día me levanto a poner el desayuno y Pepe me dice: Sacramento el Dominus está aquí en la cocina, le pasa algo. Se había colado por la ventana del baño que siempre está abierta para que entren y salgan de casa de noche. Y se había metido bajo la mesa de la cocina. Cuando llegué a ésta, lo único que me salió de la boca fue decirle a mi marido que se apartara de él y saliera de la cocina que le dejara espacio. Supe al ver a mi gato que Trece no volvería y le pedí a Dios con todas mis fuerzas que lo ayudara a morir rapido. Porque el/la malnacido/a que sea los atrapa y los deja ahí... Mi gato venía deshidratado, con el rabo desgarrado desde la base de los testículos hasta tres dedos antes de llegar a la punta. Las patas traseras a la altura de la primera articulación también desgarrada toda la piel y herido y no se mantenía erguido, caminaba cojeando con mucha dificultad hacia el comedero. Bebió y comió muy poquito.

Les pedí a todos que no se acercaran, que lo dejasen ir a su ritmo, soy no solo su dueña, también la hembra dominante que lo ha criado y que es capaz de no pensar y solo actuar como otro animal. La postura, actitud... la mirada de mi gato, decía que había descubierto que no somos de la misma especie y que no confiaba en ese momento en nosotros. Lo sé, que solo es un gato, un animal, no sé si es porque jamás ha tenido contacto con su madre, porque yo soy lo único que percibió en su primer instante de existencia y porque le costó sobrevivir a las primeras horas. Yo sé que solo es mi mascota, a lo largo de la vida he tenido varias y el vinculo que ese animal tiene conmigo es diferente, ver como me miró... joder... Lucy quería salir corriendo con él para el veterinario, yo quería recuperar el equilibrio de mi animal primero, era lo que más me importaba. No podía darle otro sofocón en un transportin en ese momento. Decidí esperar, no hablarle, no tocarlo, y contener toda mi rabia por no salir con el cebrian desatado a clamar justicia a la calle y buscar a mi otro gato. Pero me conozco, si llego a salir en ese momento, estoy ahora en la cárcel fijo.

Me acerqué en total silencio y le alargué mi mano, no hacia nada, solo me miraba con unos ojos que no era él, y me quedé ahí transmitiendo mi mejor energía, diciéndole que todo estaba bien ya, y que lo peor había pasado. Me consolaba a mi misma, e intentaba que llegara a él la serenidad que le reclamaba a mi voluntad para someterse y ser dueña de mi en ese momento. Entonces se arrastró hasta mi mano, le acaricié, se arropó y lo cogí, pareció un cachorro de niño en lugar de un felino, buscó protección escondiéndose bajo mi abrazo. Y así estuvo mucho rato, me senté con él en el sofá y poco a poco fui haciéndole un examen de daños. Intentando valorar si había finalmente que llevarlo o no al veterinario más tarde. 

Han pasado cuatro días y sigue recuperándose. Trece no ha vuelto. Intento no pensar en ello hasta que el dolor, la rabia, el odio y las ganas de matar a alguien se suavicen dentro de mi. Los niños también lo van superando poco a poco. Lucy a veces llora y se emociona, era su gato aunque fuese yo quien se lo salvara. Me echó en cara que como era Trece y no Dominus quien no aparecia no fuera a buscarlo. Sé que no lo dijo en serio, sino más bien empujada por la desesperación. Ella sabe que mamá lo arregla todo. Lo que no sabe es que la bestia que duerme dentro de mi es capaz de saltar una tapia y matar a puñetazos y patadas a un igual. Y dominar eso debe ser mi prioridad en ciertos momentos. Aunque creo que lo sabe porque el día de su cumpleaños en la fiesta que celebraron en el local se le metió una mujer mayor borracha de la calle y llamó a la policía antes de llamarme a mi. Cuando me explicó porqué había esperado a que la policía lo solucionara para llamarme me sentí muy orgullosa de ella. Tener a mis hijos y el deber de educarlos correctamente ha ido apaciguando mi bestia interior. Aunque en momentos como estos, cuando miro a mi felino lo lento que se recupera y pienso en Trece... siento como me aúlla en el fuero interno con todo el potencial de una bestia que desea olvidar cualquier precepto cívico. 
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