SUFRIMIENTO.

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"Sabed sufrir: sabiendo sufrir, se sufre menos" 
(Antonele France)

     Decía Victor Frankl (psiquiatra y psicoterapeuta austriaco, conocido por ser quien desarrolló la psicología conocida como logoterapia): que si no está en nuestras manos cambiar una situación que nos produce dolor, siempre podremos escoger la actitud con la que afrontar ese sufrimiento. Personalmente no puedo estar más de acuerdo con él y con la cita que te dejo arriba abriendo esta entrada de Antonele France. Desde mi punto de vista solo hay un modo de enfrentar el dolor y es doblegarlo a nuestra voluntad con el arte de saber sufrir en su justa medida. Aun así la vida está llena de acontecimientos que nos dejan rotos. Y nadie nos educa en el arte de sufrir correctamente. No es cuestión de masoquismo, por el contrario el sufrimiento controlado es una capacidad que nos hace ser fuertes frente a cualquier adversidad. 

     Desde que murió mi madre estoy en guerra en mi interior. Cada día me he de levantar y concienciar en que el desgaste no me deje noqueada, en reservar energía para el día siguiente independiente a los acontecimientos que surjan.Y tener también capacidad de afrontar los que ya tengo asumidos de antemano y que me están matando de un modo pausado y lento desde dentro. El día antes de la operación mi madre, esta me hizo prometer dos cosas. Una cuidar de la niña (mi hermana) y sus hijos. Todavía puedo oír el eco de la voz de mi madre palabra por palabra. Luego me pidió que pasara lo que pasara, no dejara al Barboa (mi padre) solo. Mi madre se rompió, lloró y no pudo seguir durante un rato la conversación, se recuperó y me hizo jurar verbalmente que aunque mi marido y él discutieran, nunca dejaria a mi padre desamparado. Mi padre era la gran preocupación de la operación de mi madre. Mi madre siempre se quejaba de lo cabezón y difícil que era mi padre. Pero lo amaba como a nadie. Ella realmente creía que iba a salir de aquella operación. Quería estar más fuerte para lo que deparase el futuro, pero no hubo futuro para ella más allá de aquellas escasas 24 horas después de la operación.

     Mi madre era todo corazón, creo que por eso sus membranas se endurecieron, su pared engrosó y se le desgastó antes de tiempo. Mientras vivió fue todo generosidad, tenía una capacidad de entrega para las personas muy bonita, sin ser perfecta le lucía como a la que más. Era honesta, sincera, y se desvivía por los suyos. Si podía socorrer a alguna persona, siempre lo hacía, y era generosa con los bienes que tenía a la hora de compartirlos con aquellos que requerían ayuda. Su familia era su talón de Aquiles, siendo la menor de ocho hermanos vivos, siempre estaba pendiente de sus hermanos y sus familias. Recordaba todas las fechas y si había males... allí estaba ella la primera para servir. En bastantes ocasiones dejó a mi padre solo por asistir cuestiones de su familia. Mi padre siempre estuvo detrás de ella, apoyándola con su consentimiento y con su dinero. Porque desde que se casaron ya no trabajó más que en casa y en cuidar de él y por tanto dependia economicamente de mi padre, aunque era ella quien administraba el dinero. Mis padres eran el vivo ejemplo de  que el matrimonio convierte a dos en una sola persona.

      Cuando ella murió, mi padre quiso mantener el día del fallecimiento de mi madre como punto de unión con el resto de la familia. Dijo que haríamos una reunión cada año para comer y que asistieran todos los que pudieran. Creo que él, de algún modo, quería mantener vivo el espíritu de mi madre que siempre había compactado las relaciones familiares. Pero tres meses después de morir mi madre, a mi padre le repitió el ictus y tanto su vida como la mía, cambiaron su ritmo hasta el día de hoy. A él su salud se le va deteriorando, ya no sale, apenas camina, a veces tiene mejor la cabeza, otras es como si no fuera mi padre. Yo ya no trabajo, apenas si salgo de casa, si lo hago debe haber alguien en casa con él. No se puede quedar solo. Si hay una comunión como la próxima de la sobrina de Pepe, deben ir ellos tres; yo siempre me quedo atrás con mi padre. No me pesa, juro por Dios que no pesa. Hay gente que pregunta porque no meto a mi padre en un centro. Sencillamente porque el carácter de él no es para llevarlo a una residencia. Mi madre si hubiera pedido ella misma ir a una. Mi padre no. Si lo sacara de su entorno natural que está arraigado a su parcelita, ya no sería él. Y mientras yo pueda, mi padre estará en su parcela, aunque ya no puede sembrar, ni trabajar la tierra.

     Cada día he de asimilar y administrar mi capacidad de sufrimiento para afrontar ver el deterioro y declive de mi padre. Para soportar, con una paciencia que nunca he tenido, su cabezonería y lo complicada que me pone a menudo las situaciones (ahora más por su enfermedad). Pero lo que más me duele. Lo que me provoca un dolor innarable y que muy pocas personas saben, es el abandono que sufre mi padre por parte de personas que si mi madre levantara la cabeza... no se moría al ver la realidad... por el contrario no dejaba títere con cabeza. En 28 meses puedo contar con los dedos de la mano las visitas que ha tenido mi padre, de familiares, amigos... y eso no lo perdonaré jamás. Provoca tal dolor dentro de mí, que pese a que humanamente puedo comprender las razones individuales que tienen cada uno con el tema de venir a casa y encontrar el hueco de mi madre... no puedo perdonarlo. Mi madre lo llenaba todo, es difícil no padecer su falta y que enfrentar la realidad de no verla salir con su mano en la cintura y su tremenda sonrisa, duela. Pero mi madre de algún modo vive aún en mi padre y pienso que por el cariño que ella supo siempre entregar, hoy deberían ser fuertes y que menos que asistir con una visita a mi padre. Lo peor es que él se da cuenta y lo que yo siento cuando me dice que lo que le duele es pensar en su rubia (que así llamaba a mi madre) y en lo que ella sufriría al ver ciertas cosas o actos de algunos... Yo le intento quitar importancia, y le digo que no piense en eso. Que cada casa es un mundo y las personas vamos a nuestras cosas dejando desatendidas otras. Pero por dentro el dolor es tan grave que se me ha convertido en una falta de caridad sin reverso. No voy a perdonar a nadie esta omisión hacia mi padre. A lo primero yo llamaba, mandaba algún mensaje. Pero cuando las semanas se convirtieron en meses y estos en años... como que no. Es que paso, me hago infranqueable a todo lo que no es mi punto de vista de la situación. Y lo peor es que se me ha encapsulado dentro de un modo tan rencoroso, que si de aquí a que mi padre muera no consigo eliminarlo, o cambiar el punto de vista y análisis... el día que lo entierre no voy a tener piedad con la hipocresía y el cumplimiento de nadie. No soy capaz de gobernar este sufrimiento que me provoca. Y honestamente creo que la razón es porque no deseo hacerlo. Y no me importa lo que pueda parecer.