Sin metáforas.


"La verdad es el mejor camuflaje. ¡Nadie la entiende!" (Max Frisch)


     Decía Arthur Conan el padre y creador de Sherlock Holmes, que: una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad. No tengo ni puñetera idea de cuándo fue la primera vez que escuché esa frase. Lo que sí puedo afirmar es que desde muy jovencita la hice mía, y que en muchas ocasiones me he regido por ella para aplacar mi insaciable curiosidad y curar las heridas colaterales. Yo siempre he perseguido la verdad, por muy letal que fuera. Quienes me conocen saben que soy transparente, hasta para mostrar mis miserias y lo peor de mi naturaleza. 

     A veces la curiosidad me ha llevado a más peligros que hubiese tenido el gato de Schrödinger de haber sido sometido al experimento. Nunca me he conformado con lo improbable, si he creído que lo imposible podía ser descartado. Y por esa misma regla en más ocasiones de las que esperaba, me ha tocado sufrir. Porque el mundo no está hecho ni para los valientes, ni para los que buscan la verdad, ni para los que creen en la posibilidad de hacerlo mejor. El mundo está hecho a medida de oportunistas, de personas trapalas, de mentirosos, y de gente que poseen la fortuna de mejorar con poco esfuerzo. Ni siquiera pienso que sea injusto, simplemente es así en un impresionante porcentaje, dentro del cual no me tocó vivir.

     Intento sobrevivir al sino de mi destino, si acaso es cierto que exista alguna línea trazada sobre la que se pueda suponer que hemos de avanzar. Yo sin grandes aditamentos en competencia, hago como todo hijo de vecino, avanzar a trompicones cuando el camino se pone ingrato... y cuando está favorable al paso, hacer la imbécil para mayor inri futuro. Ojalá supiera parar a tiempo, rendirme, dejar de soñar con los ojos abiertos. Quizás tenga algo que ver que el primer libro que leí de mayores a escondidas fue "Raices". Tenía ocho años, o quizás menos... yo no sé dejar de avanzar, dejar de sentirme libre en mi fuero interno, aunque el dolor se convierta a veces en una cápsula infranqueable hacia la superficie.

     Hoy en clase, Iván, uno de mis compañeros, estaba girado hacia mí desde una mesa en diagonal situada en la fila anterior a la mía. Me estaba mirando y tras observarme me dijo algo que no capté a escuchar, porque el profe estaba explicando algo a otros compañeros y había un poco de revuelo en el aula. Le pedí que me lo repitiera y me preguntó si me encontraba bien. Le dije que sí y me respondió que me notaba muy triste. Entonces simplemente me quedé mirándole, esperando no sé qué, tal vez solo escuchar qué más decía. Me dijo que tenía una tristeza en la expresión  muy grande. Y me preguntó si era verdad. Pensé que debía de notarse mucho si me lo había preguntado de ese modo tan directo y sin venir a cuentas; y en una milésima de segundo tuve que ser la mujer más fuerte del mundo... seguir mirándole a la cara, contener mis lágrimas y asentir que sí con la cabeza. Luego la clase continuó, el ritmo del aula continuó con su normalidad... y yo para no desentonar, sigo el son del compás que la vida me marca y continuo con mi tristeza hacia delante. La verdad es simple y llanamente eso, admitir lo que queda, descartado lo imposible.



     Yo soy así, nunca me quedo lo suficiente, me canso demasiado pronto de todo lo que no soy yo y mis circunstancias prescritas... me gusta caminar sola, esa es la más cruda de la no metáfora de nuestra historia.   

Safe Creative #1904240743767