Objetivo 22 de junio: A falta de poco menos de un mes.


"A un líder lo hace la fuerza de su carácter y persistente determinación para cumplir sus sueños". 
(de Un día particular). Jorge González Moore.

     Y cuando te sientes tan solo en un mundo donde nadie se para lo suficiente para llevarte un trecho de la mano, no tienes más remedio que echar mano de la determinación, añadir agallas, y liderar hasta las últimas de las contradicciones que se atrevan a cruzar en tu camino. No ha sido un curso fácil. Y no lo digo por la dificultad de las materias. Sino por la complejidad de mis situación personal para asistir a las clases y seguir el ritmo intensivo de un ESPA. Por un lado el desentreno de mi actitud para el estudio, cuesta coger el ritmo después de treinta años a la actitud mental y al hábito. Creo que a muy pocas personas les fascina estudiar por el simple arte de hacerlo. Los hay, la niña de mi prima es una, y es admirable ver gente así. Al resto, decía la directora de mi centro, nos cuesta a todos. A mi me ha costado, la mayoría de los días me he ido a clase preocupada porque Lucy no se había quedado en casa para pinchar a mi padre, con miedo a que le diera una subida de azúcar o una bajada sin estar yo, y sin que los que quedaban en casa supieran que hacer. El neurólogo fue claro: su situación es crítica, hay que estar muy pendiente de él, no se puede dejar sin supervisión, no sabrá decir cuando su cuerpo empeora. Hoy, todavía me debo enfrentar a la pregunta de por qué no salgo a dar una vuelta y me divierto un poco. Sencillamente: no tengo con quien dejar a mi padre. Y soy quien le cuida. Pepe me echa una mano cuando voy a clases y se queda acompañandolo. Yo no puedo evitar sentir cargo de conciencia porque sé que se queda encerrado sin ser su obligación, después de todo no es su padre, sino el mío. He salido en contadas ocasiones con mis amigas a cenar y me cuesta desconectar sabiendo que dejo en casa y en qué condiciones. Para ir a clases ha sido parecido. Lo es. Debo encontrar el modo de desconectar cuando llego al aula y solo centrarme en aprender, arrinconando la realidad que dejo atrás. He llegado a tal nivel de estrés en ocasiones, que me provocaba urticarias y los ojos se me irritaban, despertando las preguntas de algunos compañeros. Hubo quien cuando a principio de curso dije que me iba a estudiar, incluso se atrevió a preguntar si acaso no era ya bastante con el papelón que tenía en casa... Pues va a ser que no. 

     La mayoría de mis compañeros ya están en modo relax. Como se dice por acá: el pescado está todo vendido y prácticamente, deberíamos hacerlo rematadamente mal para que nos quedara este último trimestre. Así que la gente se ha terminado por relajar y disfrutar de la recta final. Yo me siento como si estuviera en el último empujón de un parto y lo que quiero es empujar impecable para acabar lo antes y mejor posible. No. No me vale una nota medianita, puede que al final sea lo que saque, pero voy a dejarme hasta el último día la piel en seguir al mismo ritmo. ¿Por qué? Pues si aplicas un poco la vista a la imagen de la fotografía de arriba lo sabrás. Ahora ya no pienso parar. Eso es lo que hay. Para bien o para mal voy a liderar, y someter, cada una de las adversidades que intentan dinamitar mi sueño y (.)