Solidificación.


"Pensé que la cosa más hermosa del mundo debía de ser la sombra, el millón de formas animadas y callejones sin salida de la sombra". 
(La campana de cristal; Siylvia Plath)

     Yo era de aquellas personas que tenían un don especial con un bolígrafo y un papel en mano, vaciaba todo el dolor de un segundo intenso o el de un interminable infinito. Lo escribía por instinto, con furia, con rúbrica vehemente hasta que mi mano terminaba exhausta soltando el artilugio de escritura y moría sobre el papel lleno de letras y entrelazados dibujos y grecas. Escribía en versos, dibujaba, entrecruzaba signos, palabras, y la mezcla de aquellas cábalas solidificaban en un objeto plano el trillón de emociones con relieves que salían de mi interior. 

     Me quedaba en la gloria. Al margen de la prueba.

     Ahora soy una sombra de aquellos actos. La misma mujer. La que a ratos plantea la posibilidad del desahogo y otros... simplemente muero en la paz de mis derrotas. Y aún así mi amiga Belén me decía el otro día: "Mento no cambies nunca". 


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