OBJETIVO 22 DE JUNIO: Al lío...

   Cuando amanezca, será el día del primer examen. Lucy y yo estamos empatadas. Nos hemos pegado el fin de semana estudiando y preparándonos para esta semana y la que viene. Había olvidado lo que es esto de hincar codos que no el codo... eso lo hacia de puta madre con mi primo Francisco en las barras de nuestros pubs favoritos y los ron-cola en la mano. Desde que con 18 me senté a empollar el carnet de conducir, no había vuelto a tomar un tocho de apuntes en el mismo plan. Ayer preparaba el temario de lengua que me caerá a las seis de la tarde y mi hija sentada en frente en la mesa del comedor, se preparaba también su examen de esta semana. Hay cosas que tres lustros más tarde no cambian, pese a lo mayor que me hice, y otras... vaya si se nota el tiempo transcurrido. Me siguen apasionando las mismas asignaturas, lengua aunque le pegue tres patás a la RAE y ciencias siguen siendo mis favoritas. La gran sorpresa ha sido mates, la odié desde el primer día que asistí a clases. 

Imagen relacionada   Con cinco años que era la edad con que el colegio en mi época era obligatorio. Los niños empezábamos a leer en aquella cartilla Paláu(la de la imagen) ¿te acuerdas? jejeje... Para cuando entré a la educación primaria con cinco años en infantil, yo ya sabía leer correctamente, los números del uno al cien, sumar y restar y mi abuelo me estaba enseñando a multiplicar en casa, cantábamos la tabla para memorizarla. Él era así conmigo cuando los demás aprendían las vocales, yo ya leía Platero y yo.
No sé que pasó con los números y la asignatura de matemáticas, recuerdo que la profesora me decía que así no se hacia, cada vez que escribíamos números y cuando empezamos con las operaciones fue peor, para cuando llegó el momento de los problemas, las matemáticas se habían convertido en toda una pesadilla para mi y nunca jamás me gustaron como cuando las aprendí con mi abuelo. Hasta ahora. Cada martes y jueves he de enfrentar al fantasma de las mates para no quedarme encerrada en su bucle mortal. Es mi cuenta pendiente, sigo pensando que no sirvo para matemáticas y... "que así no se hace", me bloqueo como cuando era una chiquilla y me paso la mayor parte del tiempo lectivo de clase, intentando dominar mis taquicardias y la desesperante angustia que me provoca el desorden y el bloqueo mental. Hago lo que mejor se hacer, incluso cuando estoy con la mierda hasta las orejas: tomar notas, datos y más datos... y luego ya en casa tranquila, intento organizarlos. Resulta que sé porque me rijo en mi vida a base de datos, soy buena en mates, aunque aún no he conseguido demostrármelo a mi misma... ni a casi nadie. Pero lo haré, un día de estos lo haré y ese puto demonio del miedo y el bloqueo mental, no tendrá ni recursos, ni cojones, de volver a acosar. 

   Mientras ese momento llega, me limito a seguir en guardia y perseguir mi objetivo del 22 de Junio. No está siendo nada fácil, no es lo mismo estudiar cuando eres joven y no tienes más responsabilidades prioritarias, que ahora de adulto. El estrés, la falta de momentos apropiados para el estudio y la incapacidad de concentración son para mi los puntos flacos, unidos al escaso entrenamiento que el cerebro ha tenido y la poca capacidad de la que parte hasta que haga el rodaje y se reajuste para estar al máximo con mis ánimos.

   El caso es que nos pusimos Lucy y yo cara a cara como quienes se baten en duelo. Y de pronto se rompió el silencio. Ella tenia los auriculares puestos y escuchaba música en el móvil.  A mi me pirra el reggae, pero en serio que no puedo con este tsunami de artistas, pop... trap latino, reguetón o como demonios se clasifiquen. No puedo con sus voces "apapatadas" y su repetitivo historial de: "te me coge por aquí, te meneo por allá... " Y encima con los auriculares a ese volumen, imposible. Le pedí o que bien bajara el sonido o definitivamente lo apagara. Y me dijo que no podía estudiar sin música. Y a mi me estalló la cabeza. ¿Cómo demonios se puede estudiar con ese soniquete dentro del coco? Yo estoy por comprar tapones para ver si así me puedo aislar más. Y entonces... me pareció escuchar el eco de la voz de mi madre en mi casa del centro. Me abría la puerta del dormitorio y me gritaba literal: Mento por Dios, baja esa música o te quito el radiocasete. Ahora me alegro de que mi hija no haya sacado todos mis gustos musicales. No sé que seria peor para mi a estas alturas. Y no, no es que el Metal me haya dejado de gustar. Es que sinceramente necesito momentos de paz y silencio para estudiar. Serán cosas de la edad, seguro, pensar que me pasé los dos últimos años escuchando a toda potencia, una y otra vez esta canción que te dejo al fianl del post, cada vez que me ponía a estudiar era el mismo ritual. Y es que solo me concentraba escuchándola. De verdad que no entiendo dos cosas por muchas vueltas que le doy. Una, como lo conseguía hacer, y dos... cómo salió tan bueno el casete, que mira que le daba para atrás y lo volvía a poner veces, pues nada, nunca se rompió la cinta magnetica, jajaja.  

   Estoy como un bajo en manos de un buen guitarrista, tensa pero dispuesta a dar buenas notas, los resultados, para bien o para mal, os lo cuento la próxima semana.