Esta mañana.

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"Nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz"
 (Tom Robbins)

Yo he tenido una segunda infancia feliz esta mañana. Duró apenas unos instantes, pero el tiempo es algo relativo si somos capaces de vivir intensamente. Yo a veces lo consigo y vuelvo a ser aquella pecosa con trenzas que miraba al mundo a la cara con una insaciable curiosidad.

Después de dar el desayuno a mi padre y como hoy estaban todos en casa, he ido al centro a hacer unas compras. Aparqué el coche en el subterráneo de la plaza de abastos y salí al exterior en dirección a la oficina de correos. Al salir fuera el sol me sobresaltó de frente con sus reflejos y me hizo guiñar varias veces los ojos. Por lo cual, avancé  un poco con la cabeza baja para no detener el paso. Al llegar a la altura de la zona de aparcamiento de las bicicletas, veo un señor de venta ambulante que está sentado en un silla pelando higos chumbos. No puedo evitar detenerme entonces y me quedo allí de frente mirándolo. 

Me gustan, no... lo siguiente. La fruta de las chumberas es mi debilidad, junto a la sandía y las fresas. Creo que mi pasión por los cactus y las plantas suculentas deriva de ahí, de lo mucho que me gusta el fruto de la "paletona" que es como se le llama aquí en el Sur de España. El año pasado no los probé, y no creo que vuelva a hacerlo. Soy así de rara. Y no es por el elevado precio al que los venden los señores que mantienen viva la tradición de ir a recolectarlos, desespinar, pelar y ofrecerlos tan frescos y ricos. No... Es que yo soy asi, rarita. Me quedé mirando y tuve la intención de comprar un par de docenas... pero entonces el corazón me dio un vuelvo y pienso que por mucho que me guste comerlos. Es más hermoso lo que su recuerdo me provoca. No los volveré a probar. Los higos chumbos van a pasar a ser parte de ese pasado que me devolverá la niña que sigo siendo ahí dentro en mis laberintos internos.

No se cuanto tiempo invertí ahí parada observando al señor pelar los higos. Me parecía ver las manos del hombre al que más admiro en este mundo pelandolos. Llegando el tiempo, mi padre pillaba la bicicleta y se iba con su caña preparada, sus cubos, su brochón redondo,  a las chumberas que hay por la carretera de la Isla, y en zonas que quienes conocen, no comparten, jeje. Traía dos cubos hasta arriba de higos. Entonces mi madre se sentaba a su lado y él los pelaba abriendo las cáscaras con la navaja mientra ella los recogía. El primero siempre era para mamá y papá le decía: Toma rubía, verás que dulce está este. Mis hijos ya se ponían alrededor y el abuelo no daba a basto para pelar. Empezaba a reñir diciendo que se les iban a taponar al culo. Jajajaja. Y yo miraba esa escena, recordando cuando era niña y mamá y yo íbamos con las bicis con papá. Aunque no hiciera viento, mi padre siempre sabía donde decirme que debía mantenerme para no espinarme. Pues las espinas de los higos chubos son muy volátiles y fácil si no sabes recolectarlos y barrerlos que te espines todo.

Yo me quedaba atrás recordando esos momentos de mi niñez y siendo nuevamente niña. Entonces mi padre advertía mi presencia y me decía: Ay mi gordi, ven gordita que te voy a dar el más bueno del cubo. Este pa mi gordita que le encantan. Y apartaba a los niños para darme a mi el que elegía. Una tontería, ya lo sé, pero me hacia inmensamente feliz...
...como ahora al recordar.
Mi infancia recuperada de golpe y porrazo en un solo instante.... igual que esta mañana parada en mitad de la acera. Mirando a ese señor con que habilidad los pelaba. Sintiendo la velocidad del ritmo de la ciudad y los viandantes que marchaban por la acera y me rebasaban como si fueran tarde a algún sitio vital para su existencia. Yo... ahí parada, sin prisas alguna... alimentandome de mis propias experiencias vividas convertidas en recuerdos, que... siempre me devuelven mi infancia primera.

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