A MAL TIEMPO...

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"A mal tiempo, buena cara... y si no la tienes te la buscas como puedas"(La menda que escribe)


Me levanto después de una noche de estar dando vueltas y más vueltas. A veces me gustaría ser más paciente y de ese modo gestionar mejor mis emociones. Pero ni la edad, ni las experiencias vividas, ni la fe... me ayudan a mejorar eso. Es como ese refrán: genio y figura hasta la sepultura. Pues yo seré esa que iré en la caja quejándome de lo lenta que va la comitiva de enterramiento porque no marco yo el ritmo. 

Son días difíciles en que echo de menos a mi lado a muchas personas.
A mi madre.
Necesito el calor de su abrazo, reparador siempre pese a estar por encima de los 39º. El eco de sus palabras cargadas de desconciertos en su disimulada sinfonía de emociones sonoras. De un modo que jamás entendí, su debilidad y su incertidumbre siempre me llenó de fortaleza. Una que me hacía avanzar contra viento y marea, así fuera yo misma la causa de la galerna. 
A mi hermana.
Esa petarda que alborota hasta mis demonios más fieros cuando llega y me llama gordita, me zarandea y me dejo, se me monta encima y me dice socarrona que yo lo que necesito es un buen meneo... Y me hace cosquillas... me revienta el mal rollo en un instante de complicidad, que no hay nadie más en el mundo que lo posea. Es mía. Mi hermana. Nadie más ha compartido el útero de mi madre. No hay en este mundo otro vinculo semejante ese que tengo con ella, somos carne de la misma carne. Saber que ambas hemos sido chupópteros del mismo ser, que cada célula ha sido alimentada de la misma naturaleza que la mía, es lo que me queda realmente de mi madre hasta que nos volvamos a ver si hay otra vida donde encontrarse... Y ese vinculo... es nuestro, suyo y mío. 
Quiero tenerla a mi lado, disfrutar de mis sobrinos; de mi niño y sus hermanas... en Agosto nacerá mi nueva sobrina. Va a llamarse como mi madre... y es alucinante que me haga tanta ilusión algo así. Volveremos a ser dos Sacramentos en la familia. Y tendré de nuevo una ilusión por la que celebrar el día del Corpus Cristi y no una la pena de una ausencia.

Somos estados, siempre lo digo. Eres como te sientes. A veces es inevitable que el desanimo se te dispare y te sientas como el culo del mundo. Con un alto indice de complejo de avestruz y deseando encontrar un poco de terreno arenoso donde meter la cabeza. Pero es entonces cuando más cojones hay que echarle al momento. A veces, solo el coraje y la rabia es capaz de mantenernos en pie. No bastan las posturas tradicionales, ni las psicología emocional.

Me miro al espejo y soy consciente que esa cara de lechuga que tengo no hay interpretación que la mejore, ea, pues vamos por una mascarilla exfoliante que se lo lleve todo... hasta las pecas si se tercia. Me miro al espejo, pienso si no podría haber sido de otro color, joder, encima negra. Negro presente, negro desanimo, negro... negro es mi gato... me está mirando con una cara que es todo un poema. No me quita los ojitos de encima extrañado. Me tengo que reír por cojones. Y le hago Kkkkk, con figuretas como en la imagen. El gato ni se inmuta, parece reírse con su aptitud de gato dominante. Me pregunta con ese sonido característico que hace cuando me habla y de pronto ya se me han pasado los desánimos. Lo cojo en brazos y empiezo a bailar con él mientras canto la canción del Colacao, la que estás pensando, la del negrito.

Definitivamente estoy como una puta cabra. Pero a mi me funciona para sacudirme la melancolía. Así que me hago un par de selfies y se lo mando a la persona que más apoyo emocional me ha dado en estos tiempo de inviernos. Me responde diciendo que parezco un negro que toca jazz. Y sigo mi particular momento delante del espejo mientras espero que la goma de la mascarilla seque para tirar de ella. Mis dos gatos sentados sobre sus patas traseras, me observan atónitos desde el suelo, mientras yo sigo haciendo la cafre frente al espejo. Con el cepillo en la mano haciendo las veces de micro canto canciones en inglés que no las entendería ni la madre que me parió. Mientras la cara se me va poniendo tan tirante como la piel de un tambor y sigo haciendo la payasa. Cambiando mis penas por gilipolleces, borrando huellas de melancolías, soñando esperanzas venideras.

Llorar es lo fácil... reír, la opción adecuada... Antes muerta que sencilla... y al infierno con el tío del rabo, que se vaya a contar sus propias penas. Que las mías me las ventilo yo a mi manera.


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