Skateboard... empezamos Agosto.



"Cuando menos lo esperamos, la vida nos coloca delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio"(Paulo Coelho)

Mi madre diría que estoy como un puto cencerro, y sí, posiblemente tenga razón en este pensamiento que me trae sus palabras a mi realidad. 

Pero... no deseo que el miedo a no ser capaz, se quede nunca en la casa de mis hijos.
Eres más niña que ellos, solía decir mi madre cuando como a tal me regañaba si les seguía a mis hijos sus fantasías y se las intentaba hacer realidad. 

Puede que sea un desastre de madre en muchas facetas, y que cometa errores irreparables y aún así me quedará el poder decir que cada vez que lo hago me amparo en mi modo de entender que es lo mejor para ellos; después de todo nadie nos enseña a ser padres.
Y creo que todos esos libros de ayuda que venden son una mierda para la gente que piensa diferente, porque luego los hijos salen cada uno por peteneras y son individuos únicos e irrepetibles pese a estar creados en la misma fabrica. 

Recuerdo que cuando tenia la edad de mi hijo, quería unos patines. Yo nunca brille en ningún deporte, en parte porque era bastante pava y en parte por que nunca nadie creyó en mi. 
Que conste que no culpo a mis padres por ello, pero cuando eres algo retraída para intentarlo, lo que menos te ayuda es que te enumeren los contras una y otra vez.
Todo aquello que me gustaba era demasiado peligroso siempre para ellos.  
Casi puedo escuchar las palabras de cabreo de mi madre a mi padre cuando él se lanzó a llevarme  y me compró los puñeteros patines.
Llevaba meses queriendo unos patines, mi madre se negaba, decía que me podía partir una mano, una pierna, ect.
Estaba dispuesta a comprar cualquier otra cosa, incluso de mayor valor económico, incluidas aquellas cosas que sabía que también me gustarían, pero joder, en aquel momento yo lo único quería era unos patines para patinar en la calle con el resto de niños y ser normal. Hacerlo sin el freno que mis limites me imponían y ser feliz.

Era la única que no tenía patines de mis amigos, así que a escondida usaba los de mi amiga Laura. Y no se me daba tal mal patinar. Pero lo hacía con tanto miedo por hacerlo a escondida, que nunca lo disfrutaba, yo ya era así desde cría, con ese sentido de la responsabilidad personal, de la verdad, de hacer bien las cosas.
En fin, creí que cuando al fin consiguiera tener los míos propios podría hacerlo con total libertad y sentirme bien. Le di tanto la lata a mi padre, que éste me los compró. 
Pero después de escuchar la bronca que mamá le echó... Nunca más volví a patinar en paz. 
Recuerdo esa sensación de estrenar mis patines con una carga inhumana de cargo de conciencia.
Temía caerme, no por dañarme. 
No como antes por la regañina que pensaba que me iba a llevar al saber mis padres que les había desobedecido.
Ni aquello era comparable. Lo temía por que me sentiría más culpable de haber contribuido a que mis padres discutieran entre ellos de nuevo. 
Yo siempre fui así.  
A veces cuando lo pienso, me da hasta como pena de mi misma, siempre fui ese tipo de niña, reprimida en mis ambiciones por miedo a dañar a quienes quería, y siempre me quedé con eso, con el miedo y sintiendo el amargo sabor que queda cuando no intentas las cosas poniendo la vida en ello. Nunca arriesgaba más allá. 

Luego crecí y al trabajar tan pronto, la independencia económica desde jovencita me ayudó a poder disfrutar de aquellas cosas. Desear probar experiencias nuevas y pagar para vivirlas. Sin embargo es curioso como lo que vives de pequeño se queda a veces marcado en algún lugar de la psique, yo no sé donde, pero que a menudo te hace la puñeta el resto del tiempo. A mi me era imposible no pensar en las consecuencias que mis actos podía tener sobre otras personas. Probé muchas cosas, pero siempre el miedo era el aditivo de todo. Tenía tan marcado ese sentimiento de ¿para qué? para hacerte daño, para fracasar, para... mierda. Vamos que siempre pese a hacer oídos sordos estaba ahí como un puto limitador que no deja que vayas al limite de posibilidades. Y dejé de hacer muchas cosas que quería, no por el miedo en sí a fracasar, si no por el modo en que yo "entendía" que esa posibilidad pesara en otros más de lo que a mi podría importarme. 

Cuando mi Marichu nació. Lo tuve muy claro. No dejaría que a ella le pasara lo mismo que a mi si podía evitarlo. Pero me gané en casa broncas a diestro y siniestro por ella y por intentar evitar que se repitiese. Sentía los disgustos que le daba a mi pobre madre, pero luego cuando veía a mi hermana crecer tan decidida, eso me suplía todos mis remordimientos de conciencia como hermana mayor que consentía demasiado a la pequeña. Ahora cuando la veo tan segura afrontar su vida, se que en cierto modo, acerté.

Al ser madre me pasó lo mismo. Con la experiencia de tener a Marichu ya mayor lo tenía mucho más claro, a Lucy tampoco le pasaría. Pero para entonces Pepe estaba ahí como padre. Y el parecido con mi madre era bastante grande, bien podría haber sido él el hijo y no yo.
La forma de entender el mundo de Pepe era todo lo contrario a la mía. A él tampoco le gustaba arriesgar, veía peligro y más peligro, una falta de motivación a superar limites que a mi, uff, me volvía a enfrentar de nuevos con todos mis miedos. 
Lucy en cambio era una bebé diferente, creció y se convirtió en una niña independiente, segura, siempre arriesgada, era la viva imagen de lo que yo era por dentro pero nunca fui a su edad. Siempre la impulsé hacia delante, aunque a veces aterrizó de boca. Anécdotas que quedan para la historia familiar. 
Ahora es una adolescente que le da mil vueltas a cualquier adulto, el orgullo de su madre en desenvuelta, en no tener miedo y si lo tiene, en arriesgar, en probar a superarlo siempre.
Fallaba en el sentido del ridículo, y yo que siempre he sabido de eso un montón, me encargué de que desde bien pequeña lo superase. Ahora es capaz de reírse de si misma y apenas a empezado a vivir, yo tarde un milenio en conseguirlo. Ella es una adolescente segura de si misma, que se sabe la mejor en todo lo que se propone.


Iván su hermano, al ser el pequeño ha ido creciendo como un poco más protegido, pese a que mis pautas han sido las mismas con él, su personalidad es más reservada. Creo que sale más a su padre, más tímido, más asustón, con esa idea de limite demasiado marcada por el miedo.
Y mira que lo intento con él, pero siempre se queda a medias en las cosas que ha de probar para su edad.
O sin llegar. Siempre teme hacer las cosas. Y ahí es donde yo me devano los sesos sin saber si debo motivarlo más o dejarlo ser.
Sin duda ser padres es todo un dilema. Lo básico sale como por inercia. A mi me gusta ir más allá, temo que no exploten todas sus capacidades. Yo quiero ir más allá con ellos. No me importa que sean los mejores, me basta con que sean felices sintiéndose los mejores.
Y conseguir eso es un proceso individual y constante del propio desarrollo del individuo.
¿Cómo aportar ahí?
Yo no sé hacerlo a veces de otra manera que siendo también una niña, aquella que fui. Enfocándolo no solo como madre, también como quien era, como quien sigo siendo aquí en un lugar de mi persona que ni los años, ni las circunstancias de la vida han conseguido eliminar.  

Lucy salió ayer de vacaciones con Marta y sus padres. Va a pasar fuera la primera quincena de Agosto, hay quien me dice que estoy loca por dejarla ir a un sitio tan concurrido con tan poca edad. Conozco a mi hija, y se los peligros que hay ahí fuera. Es su momento y he de dejarla aprender por si misma a torear las circunstancias sin perder de vista sus progresos y sus errores.

Iván... Ay mi peque. 
Apoyarlo en sus intentos. 
Aunque eso sea discutir con su padre, que como mi madre, siempre ve demasiado peligro en todo. 
Lo último es querer probar con el skateboard. Lleva días viendo tutoriales en Youtube, alucinando tras una puta pantalla de móvil. Su padre diciendo que le ha dado por otra cosa y planteando cuando tardará en cansarse. Y yo me pregunto: ¿Bueno y qué? Está en la edad de ilusionarse con un trillón de gilipolleces, de partirse la crisma y de empezar mil veces más con algo nuevo.
Pues nada, allá vamos. Él intentando superar sus miedos, yo, mantener a raya a los míos. Porque me sigo sintiendo culpable. Tengo miedo a que le pase algo, a que se lesione y a tener que enfrentar la situación con la consiguiente refriega de su padre y del mio... En fin.
Lo que no estoy dispuesta es a que cuando pasen los años tenga que mirar a nadie haciendo Skateboard por poner un ejemplo y se diga a si mismo que nunca lo intentó. Que no fue lo suficiente tirado para delante o que le faltó quien le empujara.
Hijo mio, así nos rompamos las piernas este Agosto vamos a hacerlo, vas a volar sobre ruedas.

Termino el post y nos vamos al parque, a la pista de patinaje para practicar. 
Ya os contaré. 



Comentarios