Y SE HIZO NAVIDAD.


"La fuerza hidráulica más poderosa del universo, es la lágrima de una mujer"
(Carlos Fisas).

Incluso cuando van por dentro. 

Ni Adviento, ni Navidad, ni amor, ni paz... 
Este año me ha sido imposible encontrarme entre tanta velocidad de mi vida, de ir, de venir, de horas infinitas de trabajo, de bajadas emocionales, de kaos en mi interior y de la puta obligación de resistir cuando lo único que he querido es tirar la toalla y que otros peleasen por mi. 

Y hoy amanezco y es 23 de diciembre. Apenas he dormido un par de horas, la abuela que ahora cuido tuvo mala noche, así que me la he pasado en vela. Mi primer pensamiento por la mañana a sido: Dios mio, perdóname por esta apatía que siento, pero no puedo más. Lo único que quiero es descansar. 
Y entonces me hundo más. 
Pienso en que aún no he podido ir a comprar para la cena de mañana. Ayer tarde tuve toda ésta pringada con las recogidas de notas y no tuve tiempo. Como entro de nuevo a las seis de la tarde y ya no salgo hasta las dos de mañana he de ir si o sí al salir a las nueve hoy. Y encima está la actuación del cole de mi hijo. A la de mi sobrino no me dará lugar de llegar, en su primer año, y duele. Compramos Pepe y yo a toda pastilla y ya casi vamos discutiendo camino de casa, la presión nos puede, y cada uno va sometido por sus propios demonios. Mi Lucy hoy no ha ido al insti, ha ido al cole para estar con su hermano si nosotros no llegamos a tiempo. Descargamos, Pepe arregla el ganado y en ésta que casi está terminado nos llama Lucy que ya van bajando las escaleras para el salón de actos. 
Siento que la cabeza me va a estallar, la presión me puede. Y siento que no puedo más. Con lo que me gusta la Navidad, todo de estas fiestas me gusta, hasta la ausencia de los que ya no están. Eso me hace ser consciente cada año de la importancia de vivir el momento. 
Mi madre se opera en breve, no lo he dicho, pero mañana puede que sea nuestra última cena de navidad juntos y eso me tiene rota. Vamos a cenar juntos mis padres, mi hermana con los suyos y yo con los míos. He hablado con mis hijos de lo importante que es tener la oportunidad de despedirnos con tiempo y de aprovechar el momento, saben el riesgo tan grande que corre la abuela y vamos ha hacer que ésta, si es la última Navidad juntos sea una bonita para recordar mientras nos volvamos a encontrar allá donde sea.
Contado así parece hasta normal, pero aunque lo es, duele como el mismo infierno por dentro. Muchos momentos de llantos con mis hijos, de explicarle como vencer a la separación, como la vida del espiritu es la que cuenta y aunque lo entienden... Tanto ellos, como yo, sabemos que duele y dolerá. No son días fáciles y ni siquiera puedo dar pataletas, porque si las doy me vendré de todo abajo y no puedo permitirme ese lujo ahora, soy la madre, soy la hija, soy la hermana, soy quien me mantendré en pie cuando todos desfallezcan y Él será quien me sujete a pulso, mi peso sobre sus clavos, cuando ya no pueda más.

Y aún así, no era Navidad...

Pepe a toda pastilla para el cole con el coche, odio no ser yo quien haya pillado el volante, pero voy tan estresada, que no doy a más. Ni un puto aparcamiento. Aparca lejísimo, mi móvil sonando las alertas de mensaje de Lucy: " Corred, corred..."
Pues nada a correr. Literal.
Me ahogo como un perro, y no se si Pepe me sigue, he saltado del coche como en una peli del oeste y voy por mitad de la calle, sorteando gente en el barrullo de la entrada del cole y en el recibidor diviso a mi Lucy, ya no me dan los pulmones. Tengo bronquitis de los últimos resfriados mal curados y el ventolin en el bolso en casa, genial, ya mejor no pensar. 

Mientras recupero el ritmo cardíaco y la respiración, empiezo a ver los brillos de los adornos de navidad, los niños esperando en la escalera, van bajando para el salón de actos. Mi hijo me ve y yo a él, se cruzan nuestras miradas, y su sonrisa es un calmante para mi alma. Se lo prometí, que este año estaría. Últimamente paso tan poco tiempo con ellos que... Me siento hasta culpable. Ni siquiera hemos adornado este año la casa, y eso parece un imposible, pero es real. 
Una vez dentro del salón todo parece ir a un ritmo más sosegado ya. Me coloco junto a las ventanas para que no se me joda la grabación con los reflejos y comienzan a subir al escenario. A grabar. 

Cantan un villancico en francés, y entonces me doy cuenta de que este año es el primer villancico que escucho. Me emociono. Yo que desde mediados de noviembre ya he estado otros años con el equipo a todo gas villancicos a casca porro... ¿Qué me está pasando? ¿En que momento me he dejado llevar tanto por el ritmo de los días que he dejado que me vayan cambiando poco a poco? Esta mujer desesperada y apática no soy yo, no lo soy. Y aunque no tengo ni puta idea de francés, el villancico empieza a calar dentro y ocurre... Ahora sí, ahora empieza, ahora lo siento, ahora le oigo dentro... Y ahora se que es Navidad. 

Pero el enemigo está siempre al acecho, esperando su momento para arremeter y golpear. Me siento en paz, en mi lugar y sé que puede ser Navidad todo el año dentro de mi.
Y ahí está, el golpe. 
Sentados esperando que empiece la obra de teatro del grupo de biblioteca. Iván a sido el último fichaje. El profe me dijo que había sido toda una revelación el niño. Ya que con lo tímido que es y lo que le cuesta abrirse, estaba gratamente sorprendido con él y satisfecho. Y me llega mi hijo llorando, con una crisis de pánico diciéndome que no puede salir al escenario. Su papel hace acto en escena a mitad de la obra desde el publico y está sentado justo en la banca de detrás donde estamos su padre y yo.
Me hundo. 
Solo alcanzo a decirle: Confia en mi, yo se que tú puedes hacerlo, solo estás bloqueado por la presión, pero puedes hacerlo cariño.
Llora más. Y me veo a mi misma como estoy por dentro a todas horas, desbordada en lagrimas sordas igual que él lo está en ese momento. 
Pepe empieza a reñirle, él también sucumbe a la presión con facilidad, le llamo la atención y le digo que no lo empeore. Todo empieza a irse al carajo con nosotros dentro. Y entonces siento una risa suave de bebé. Y una voz que la acompaña. "Yo no tengo miedo al momento, mírame, nazco desnudo y desnudo voy a morir en la cruz"
Un segundo cierro los ojos. Mi mundo interior va a otra velocidad y veo todo lo que hago mal en mi día a día sin excepción. Todas mis faltas, todos mis pecados, todo aquello en lo que fallo y el llanto de mi hijo que hace de banda sonora y le oigo a Él. Ahora con esa voz de Hombre inconfundible que siempre me salva: "Naceré y moriré por ti cuantas veces necesites, mujer, por que te amo así, tal cual eres, consciente de tus debilidades".

Abro los ojos, miro a mi hijo, le indico que salga por el guión y le de un vistazo mientras le toca actuar. Tarda menos de un minuto en estar de vuelta y aún llora, lo va leyendo. Le sigo insistiendo que él puede y que si se queda en blanco, tiene capacidad para inventarse el texto porque es listo, muy listo, tanto como hábil para el dibujo. Le digo que si yo creyera que no puede me lo llevaría de allí ahora mismo y no le permitiría pasar la vergüenza, pero que estoy tranquila porque se que puede hacerlo muy bien.

A menudo buscamos hacer las cosas por puños. Aferrándonos a nuestras fuerzas. Encontrar lo perdido, encontrarnos, encontrarle...
Nos aferramos a buscar soluciones como quien se agarra a un clavo ardiendo e ignoramos que los dos clavos más importantes de nuestra propia historia están clavados en sus fuerzas y es esa la fuerza vital que nos sostiene cuando nada más puede hacerlo. 

No tengamos miedo al Niño frágil que nos nace, pues será el Hombre inquebrantable al pecado que cargará nuestras culpas y hará que sea Navidad para todos, incluidos los que lloramos desesperados... Con lágrimas o sin ellas.

Iván lo hizo muy bien, lo clavó.
Y yo espero poder decir lo mismo la próxima vez que pase por aquí con respecto a la operación de mi madre. Mientras, te deseo de todo corazón que en el tuyo sea cada día Navidad. 






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