Yo no bailo sola.

     Nada tiene que ver el humor de anoche con el que hoy me regalas. Gracias Señor por regalarme hoy un nuevo día y por darme esa chispa de alegría que me puede hacer despertar con ganas de funcionar. Aún es demasiado temprano, no se ve nada, ojala pudiera quedarme aquí en la oscuridad contigo, se está tan bien en tu compañía.  En este silencio... si me lo dices así, jamás podré negarte nada.

     Uyyyy! El primer intento es fallido, aún el cuerpo no me acompaña con las ganas que ya me entran de despegar. Y me regañas, con ese toque paterno que usas cuando me corriges. Aún es temprano, no me tengo porque estresar, ni comenzar a correr. No tengo prisas, no tengo necesidad, cuando estas a mi lado, invitándome a alimentarme del instante. A disfrutar del reencuentro. Sentirme un poco yo. Después de tantos días de ausencia, de tener la cabeza adormecida por los tratamientos y de no saber como compaginar ese estado... comienzo a reconocer a la mujer. Estoy aquí, despertando, y no tengo necesidad de pisar el acelerador. Me invitas a respirar, respiro. Una, dos, (sigue) y continuo respirando.

Con esfuerzo... o sin él... ya me encuentro en la cocina, la cabeza aún me gira como un medio día de resaca. Junto al café sin azúcar me tomo mi arco iris de pastilla. Es mejor verlo así, que lamentarse contando cada blister que aprieto mientras se amontonan de todos colores y tamaños. Me pregunto si  realmente servirán para algo. Después de todo, solo me siento bien cuando te siento a ti cercano, cuando me dejo llevar por ti, cuando en tu providencia me siento segura.

     Comienzo a sentir esa sensación de pánico a salir a la calle, no, no me dejes pensar en ello. Ya son dos semanas de no ser capaz de llevar a mis hijos al colegio, hoy los voy a llevar. Mi Amor ayúdame, sujétame que el vértigo no me pueda. Hazme bailar. Un poco de música será perfecto... un poco de música... sí, esa canción será perfecta para reencontrarme.


     Bailar me hace tanto bien... y ahora volvamos a la realidad del momento, no muy fuerte, que me de tiempo a vestirme, preparar los desayunos, las maletas, los bocadillos... pura rutina materna. Llevo tanto fuera de juego que es como ser por primera vez madre. La música me trasporta. Aún tengo tiempo y me siento, puedo seguir girando, ¿bailamos un poco más?

- Mamá ¿estás bien?

     Lucia me está mirando desde la puerta de su habitación, con los ojillos pegados. Apartándose el pelo de la cara, siempre está pendiente de mis malos momentos.

- Claro cariño que estoy bien, estoy preparando el desayuno - le respondo con el bote de Cola-Cao en la mano.

- Mamá es que me he asustao porque te he sentio y estabas ahí sola bailando y me ha dado miedo.

     Es verdad, hace tanto que no me ven bien, que ya ni mis hijos me reconocen, pero esto va a cambiar, lo sé porque estas a mi lado. Me llevas como nadie me sabe llevar al bailar. Lo cierto es que no me gusta que me lleven, contigo si me dejo... me gusta seguir el ritmo tras tus pasos.

- ¿Sola? Que voy a estar sola, una cosa es que esté medio loca, pero sola no cariño, que estoy aquí con el Señor bailando, ¿sola cómo voy a estar? ¿Pues tú no sabes que mi ángel también está conmigo? Aquí están repartiéndose a suertes la próxima canción para bailar conmigo. 

- Ofú mamá ahora si que te veo rara.

     Y me entran ganas de decir que se vaya acostumbrando, sé que a Lucía le va ha costar más entender esta forma que Tú me has dado de ser... ella es más como su padre. Suerte que me has dado un niño más soñador, con ritmo, para que me acompañe en estos arranques espontáneos de vida. 

- Anda llama a tu hermano mientras termino con el desayuno.

     Gracias Señor... por la vida, la mía, la de los míos, por cuídanos a lo largo de este día, protégenos del mal. Y ayúdame a seguir bailando sin que pierda nunca el ritmo.