CON H DE HÉROE.

Heroes

Para mi el héroe por excelencia siempre ha sido Superman. Eso en el  inagotable mundo de fantasía, que todos albergamos en mayor o menor medida, guardándolo como un pequeño tesoro de los retazos de nuestras niñez.
Luego está mi héroe de toda la vida, ese que no cambia de ser mi favorito aunque es un héroe con fecha de caducidad, mi padre.




Este medio día viendo las noticias en la tele, salia un reportaje sobre Japón, que sigue en el mapa, aunque ya no sale tanto en nuestros pantallas de televisión. Y siguen con sus problemas ocasionados por el desastre nuclear de Fukushima.

Claro que ahora hay otras noticias que venden más y crean más audiencia. Esto lo digo con mi mordaz ironía y con el corazón partio como Alejandro Sanz.
Desde esta humilde pagina, mi reconocimiento a esos hombres, técnicos todos jubilados, que se han ofrecido para los trabajos en la central. Para solucionar lo que otros no solucionan, para salvar en acto heroico a otros más jóvenes que tendrían que realizar ese mismo trabajo. Para que luego creamos que solo en las películas y los cómic están los verdaderos héroes, el que nace con el gen de la heroicidad, muere siéndolo.


Desde aquí os invito a los que entráis en el blog, a no olvidarnos de nuestros hermanos de Japón. A seguir rezando por ellos, especialmente por esos nuestros mayores, que incluso en su última etapa de vida que deben disfrutar del esfuerzo de toda ella. En vez de quedarse en un segundo plano, se ponen sus vestiduras blancas y se sitúan en primera linea de batalla. Mi admiración para todos ellos y por supuesto mi oración para los auténticos samurais del siglo XXI.



Taisen Deshimaru escribe (en “La Práctica del Zen” ) la siguiente -bella y riquísima- historia: 

El miedo a la muerte no existe.

Un monje portador de un documento de gran importancia que debía entregar en mano a su destinatario, se dirigía a la ciudad. para llegar a ella tenía que atravezar un puente, y sobre él se encontraba un samurai experto en el arte del sable que para probar su fuerza y demostrar su valentía había prometido provocar a duelo a los cien primeros hombres que atravezaran el puente. Había matado ya a noventa y nueve. El monje era el número cien. El samurai le lanzó el desafío y el monje le suplicó que le dejara pasar, puesto que el documento que llevaba era de gran importacia. “Os prometo venir a batirme con vos cuando haya cumplido mi misión.” El samurai aceptó y el joven monje fue a entregar el documento.
Antes de volver al puente se presentó en casa de su maestro para decirle adiós. “Debo ir a batirme con un gran samurai; es un campeón de sable y yo no he tocado jamás un arma en mi vida. Va a matarme.” “En efecto, le respondió su maestro, vas a morir. No tienes nada a tu favor, no has de temer ya la muerte. Mas voy a enseñarte la mejor manera de morir: blandirás tu sable por encima de tu cabeza, con los ojos cerrados, y esperaras. Cuando sientas un frío por encima del cráneo, será la muerte. Únicamente en ese momento desplomaras los brazos. Es todo…”
El joven monje saludó a su maestro y se encaminó al puente donde le esperaba el samurai. Éste le agradeció que fuera un hombre de honor y le rogó que se pusiera en guardia. Comenzó el duelo. El monje, sosteniendo el sable con las dos manos, lo levantó por encima de su cabeza y esperó sin moverse un ápice. Esta actitud sorprendió al samurai, ya que la posición de su adeversario no reflejaba ni miedo ni desconfianza.
Receloso, el samurai avanzó cautelosamente. Impasible, el monje estaba concentrado en la cúspide de su cráneo.
El samurai se dijo: “Con seguridad este hombre es muy fuerte; ha tenido el coraje de regresar para luchar conmigo; no es un simple aficionado.”
El monje, absorto por completo, no prestaba ninguna atención a los movimientos de su adverasario. Éste comenzó a sentir miedo: “Sin duda alguna es un gran guerrero, sólo los maestros del sable toman desde el principio del combate una posición de ataque. Además cierra los ojos.” El monje esperaba únicamente el momento en que sentiría un escalofrío por encima de su cabeza.
El samurai estaba completamente desamparado, no se atrevía a atacar, seguro de ser despedazado al menor gesto. El monje había olvidado al samurai, atento únicamente a aplicar bien los consejos de su maestro, a morir dignamente.
Los gritos del samurai le volvieron a la realidad: “No me matéis, tened piedad de mí. Creía ser maestro en el arte del sable; pero jamás había encontrado un hombre como vos. Os suplico que me aceptéis como discípulo, enseñadme la vía del sable.”

Ojala estén todos bien.
Y recuerden:
“Muere un poco todas las mañanas al despertar. Y ya no temeras morir.”
Taisen Deshimaru
http://www.taringa.net

Comentarios

  1. Un post genial que he disfrutado un montón. Siempre me gustó mucho la épica, pero esta, de la que hablas, es la que nos enseña, que todos desde nuestra parcelita, muriendo en ciertas cosas, podemos ganarnos la eternidad de la gloria, la santidad. Ese heroismo, es el alcanzable, el que perseguimos.
    ABRAZOS.

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  2. Muy buen post Mento,gracias.

    Un cordial saludo.

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  3. Una entrada estupenda con la que se disfruta mucho admirando a los héroes.

    Muchas gracias. Un beso y feliz día para todos.

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  4. Para mi esos son los verdaderos héroes, lo que no pensando en su propia persona, se exponen al completo y se dan por los demas.
    Puede que Japón tenga una minoria cristiana. Pero Dios sabe como calar el corazón del hombre, aunque este no le conozca y transformarlo en el Jesucristo que da la vida por los demas del siglo XXI.

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