CON LAS MANOS EN LA MASA.

.Saturday - time to BAKE and cook

“Dios es simple. Todo lo demás es complejo. No busques valores absolutos en el mundo relativo de la naturaleza”. (Albert Einstein)

Amanece lloviendo. Me levanto con un humor de perros. Es raro... a diferencia de la mayoría, a mi los días grises y lluviosos me levantan el animo. Hoy no. Hoy lo tengo por los suelos. Otro de esos días de mierda en los que tendré que esforzarme por sobrevivir. Tengo ganas de llorar, pero llorar a pasado a convertirse en un lujo demasiado caro que no me puedo permitir. Casi tiro la casa por la ventana al mirarme en el espejo, que desastre, tanta tristeza  no hay quien la disimule ni pasando por chapa y pintura... ni por la pasarela del Cámbiame. 

Seguro que si doy una pataleta al menos se me alivia un rato, pero no. Hace meses que me volví impermeable. Hacia fuera y desde dentro. Soy incapaz de contarlo, de llorarlo. Y tampoco dejo que nada del exterior me cale. A veces como hoy siento la humedad que hace presencia, reviso la periferia aislante y detecto las fisuras, me re-coloco y busco esquivar las goteras. Disimulo. Así intento engañar a la realidad y marcar pautas que dibujan surcos ininterpretables. Mientras, solo sigo avanzando, no hay más. Ella se llevó todas mis lágrimas. A mi ya no me veréis llorar. Hago lo que debo hacer (.) Avanzo. 

Mi cocina me espera y empiezo con el ritual de cada día. Hoy por segunda vez la cosecha de habas tempranas nos ayuda a comer como manjar de millonario. Cabetes. Hace unos días los preparé y mi padre el pobre no supo disimular. Ya sé que no son los de mamá. Yo tengo mi modo de prepararlos, diferente a ella. Sé que en mi preparación falta algo que ella lo hacia diferente. Mi madre no era de recetarios así que, ya no hay modo de saberlo. Es lo que tiene ser tan yo y no querer hacer nunca las cosas como los demás. Ni la cebolla fresca con lo ávida que está me arranca una lagrimilla.  Y es entonces cuando un olor me asalta al pensamiento.

Tengo esa habilidad. Puedo recordar cosas, personas, situaciones por el olor. Y me viene un olor a hierbabuena inconfundible. Yo la odio en cocina, no me gusta su sabor, pese a que el olor si me gusta. Y tengo una visión de las manos de mi madre con el cuchillo de cocina que siempre usaba...
Diez minutos después el olor invade toda mi cocina, el resto de la casa, se escapa al exterior. Y llega mi marido diciendo que huele muy bien, y mi padre al rato diciendo que ahora si, que eso huele que alimenta. Siento un calor especial en mi cocina. La mano de mi madre me acaricia la mejilla y el calambre que provoca me recorre hacia abajo desde la nuca toda la espina dorsal. El dolor sigue ahí. Fuera también sigue lloviendo. Los ventanales de mi cocina hacen el resto para que el momento sea aún más especial, veo las gotas de lluvia haciendo gorgoritos en la superficie del agua de la piscina. Vivir es lo que tiene, a menudo hay que hacerlo rotos de dolor por dentro y que no se note hacia fuera.

Después de todo, es en las pequeñas cosas donde siempre encontramos los grandes impulsos que nos hacen avanzar a buen ritmo. 


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