To be mother or not to be mother...



"No existe la madre perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena madre". (Jill Churchill)


Decía una amiga mía, que una no es madre realmente hasta que no pierde a la suya.
Y cuanta razón tiene. 

Yo tuve mi primer instinto maternal cuando vi a la mía embarazada. Tenia quince años y una ilusión enorme porque iba a nacer mi primer hermano/a. Nació Marichu, y fue lo más bonito que recuerdo. Nunca he sido tan feliz como esa tarde cuando me llamaron por teléfono del hospital a casa de una vecina y me dijo mi padre que era una niña. 
Era mi sueño, tener un hermano, ni me importaba que hubiese nacido niña. La crié como a la niña de mis ojos, era mi regalo del cielo, era mi vida. 
Cuando nacieron mis hijos, al fin pude comprobar que mi amor por ella iba más allá del amor fraternal de hermanos, no había diferencia entre lo que sentía por ella y por mis hijos. Era mi hija más deseada, la mayor, la que no conté tener, pero ahí está. 

Va a hacer cuatro meses que murió mi madre. Y fue cuando entré a aquella sala de cuidados intensivos y la vi luchando por quedarse, cuando supe que el testigo pronto estaría en mis manos. Minutos más tardes me encontraba frente a la doctora escuchando lo que no deseaba y un poco después teniendo que mirar a mi padre a los ojos y diciéndole la verdad de la situación. 
Los gritos de mi hija se oían en algún lugar del pasillo de aquel hospital. Y fui a buscarla. 
Es hasta el día de hoy, el peor momento de mi vida vivido como madre. Mirar a mi hija y decirle que ahora era cuando tenia que ser una mujer porque la abuela se estaba muriendo y era inevitable, que tenia que irse a casa con su padre y su hermano y estar preparada para lo peor. Que necesitaba que fuera una mujer y cuando llamase por teléfono para comunicar el fallecimiento de la abuela, tenia que ser fuerte para contárselo a su hermano y sostenerlo. 
Durante los minutos que duró aquella conversación, no imagino que cara tendría yo, intenté ser todo lo fuerte que había visto a mi madre ser conmigo desde que tengo memoria. Aunque por dentro, lo único que quería era ser mi hija y que mi madre me estuviese sosteniendo por los hombros... 
Ella me preguntó porque no se podía quedar allí conmigo y le dije.
Porque esto no tiene vuelta atrás y cuando la abuela ya deje de respirar el abuelo va a necesitarme y yo no podré encargarme de él y de ti en ese momento y tú tienes a papá en casa para cuidaros y a tú hermano para que os apoyéis. 

"Toda mujer es madre aunque no tenga hijos". Pensé en esa frase de José Narosky, verdaderamente hay un instinto de maternidad, de proteger, de abrigar y de romperte las entrañas por dar a luz la solución para aquellos que amas. 
Yo era el eslabón más débil de todos los miembros de mi familia que estaban en aquel hospital. Por mi historial depresivo y mis problemas en un pasado no tan lejano, sin duda era el frente abatible acto para caer en primer lugar. 
Y tenia que ser el punto de apoyo que moviera en mundo en ese momento. 
Lo fuí, nadie me vio flaquear. Excepto en el momento que me dieron un poco de esperanzas, que lloré porque la fe me empujaba a creer contra todo lo que yo ya sabía que iba a pasar.

Aún soy fuerte.
Lo estoy siendo, aunque a veces ni aliento siento en los pulmones para resollar. 
Deseo morirme, morir he ir con mi madre a donde sea que haya que ir, y si acaso fuera el fin, al menos llegar al final, duele demasiado para resistir.

Hoy después de cuarenta y ochos horas de estar fuera de casa trabajando, salgo una noche antes sin esperar, llamo a Pepe para que me recoja. He pasado dos días muy malos aguantando una presión emocional que es más fuerte que yo. Veo a mi madre, su recuerdo llena cada instante y me es imposible avanzar, me estoy desmoronado. Las lagrimas se me escapan y tengo que echar el resto, contener, porque si rompo a llorar ya no sé si podré parar o si realmente me dará algo y me muera realmente. Quiero gritar tan fuerte que si empiezo puede que el alma se me escape en el grito y ya no regrese nunca más a mi. 

Subo al coche y estoy en ese momento que deseo sentirme a salvo, pero no puedo sentirlo, al menos voy para casa. Y entonces Pepe me dice que mi padre está con un dedo inflamado desde el viernes y que no ha querido ir al medico. Y yo que me conozco lo bruto que es, me pongo en lo peor. Empiezo a hiperventilar, mierda, solo quiero descansar, cerrar los ojos y no ver ni oír nada... No puedo con un problema más. 
Pepe va contándome y yo ya empiezo a dar arcadas, los nervios me pueden, voy a vomitar y echar el estomago por la boca, o quizás sea de una puta vez el alma, me convierta en una fiera y deje de sufrir.

Entro en casa de mi padre del tirón y cuando le veo la mano es justo lo que me había imaginado. Tiene una infección y tal inflamación que no puede mover los dedos. Lo primero que me sale es reñirle como si fuera un crío en lugar de mi padre. Y él solo quiere saber si yo estoy allí por él, cree que Pepe me ha llamado para decírmelo y me he venido del trabajo. Sin duda si me lo hubiese dicho así hubiese sido, pero le digo que no, mientras le sigo regañando por no haber dejado que Pepe le llevase al médico.   
Está comiendo algo, así que le digo que termine, que se arregle y que vamos a urgencia y ahí están de nuevo sus lagrimas. Mi padre empieza a llorar. 
Mierda. 
No. Ahora no importa lo que me duela, no importa si pierdo la vida empujando, si me revienta el vaso, si el útero se me desgarra de nuevo, nada importa porque soy su madre en ese momento y lo voy a parir a dolor aunque me vaya la vida en ello. Ni una puta lagrima mía va a entrar en escena. 

El día después de enterrar a mamá, mi padre vino con la cartera de mi madre y me la dio con el dinero que había sacado ella para el mes y los gastos de estar en el hospital y me dijo: Gordita ahora tu eres la jefa. 
La cara de mi padre aguantando el llanto la llevo a fuego grabada en el instinto de supervivencia. No importa lo pequeñita que me sienta o lo mucho que desee que me caiga un rayo con mucha suerte encima y me fulmine. 
Tengo que seguir.

Ser madre o no ser madre, lo mismo da, es mi deber ahora permanecer en pie. Se lo prometí a mi madre. 
Pase lo que pase, no dejes al viejo solo. 
Me resulta muy difícil de asimilar que sea él, el eslabón débil ahora. Mi padre, el hombre que toda mi vida era Clark Kent para mi sin necesidad de haberle visto nunca la S en el pecho dibujada. 

Yo ni siquiera soy una super woman... Y ahora tengo que ser madre a jornada completa, porque la mía ya no está. 

Comentarios