BALANCES.




     Terminando el año aparece una palabra con más frecuencia en nuestro vocabulario. Balances. En mayor o menor medida todos hacemos un poco de balance de lo que ha sido nuestra trayectoria a lo largo del año que finaliza. Un momento que algunos poco dados al análisis, aprovechan más por ser lo que toca que con un propósito integro de mejorar en ello. 

     Es necesario la pausa en nuestros días. Sentarnos en silencio, reflexionar. Si eres creyente rezar. Si no lo eres intentar encontrar el sentido de aquello que te lleve a poder encontrar un estado de plenitud, incluso dentro del desorden, de lo que pueda estar saliendo mal. El análisis es necesario, ayuda a encontrar respuestas que a veces pasamos por alto y que son soluciones cercanas a nosotros. 

     Pedir ayuda.
No somos alienígenas. Aunque a veces nos obligamos a nosotros mismos a vivir bajo ese disfraz. Vivimos entre los demás en sociedad, pero no nos implicamos, vivimos alienados en nuestros laberintos mentales, como extranjeros entre aquellos con quienes compartimos el tiempo. En ese estado la vida continua y los resultados finales al hacer balance descubrimos que el pasivo, el activo y el neto, no nos cuadran ni con cola... 

     Cada principio de año las expectativas, los propósitos son la orden del día de la mayoría. Pero que pronto acabamos en un Balance de movimientos. Inclinándonos hacia un lado y otro de nuestra voluntad, donde el ánimo se convierte en vértigo. La esperanza en lastre, y puede que terminemos aterrizando en un banca rota por los suelos....

     No te rindas, nunca. 

     Hoy en mi voluntariado he pensado mucho en esto. En la necesidad de pararme a analizar con sentido de la realidad las cosas que en estos últimos meses tanto me hacen sufrir y me impiden avanzar hacia el sosiego.
Cuando salia para la parroquia, iba con el alma por el suelo. Los ojos hinchados de llorar, he pasado mala noche en mi trabajo, muchas horas a solas. Perdiendo un tiempo precioso en lamentaciones en lugar de buscar soluciones. El miedo no es malo, lo malo es perder el control sobre él y entrar en pánico. Por muy difícil que sea la situación presente, siempre hay una salida, aunque no la veamos. Siempre. 

     Estaba con toda la cara hinchada echa un Cristo, y sin ganas de maquillarme ni nada, esa cara no la arreglaba ni una hormigonera de base... Vale, hay que darle la vuelta a esta situación. Me saqué una foto y se la envié a una amiga en plan cachondeo, mira que cosas más fea. Mi amiga la pobre para darme ánimos me dice que estoy guapa, jajaja, tengo que aconsejarle luego que vaya al oftalmológo a una revisión. Pero el caso es que conseguí montarme en el coche con una sonrisa. Y no preocuparme más por los efectos de una noche de llantos, ni por aquello que me lo provoca. 

     Ya en mi voluntariado, mi propia experiencia de sufrimiento me ha servido una vez más para aguantar el tipo. Ser capaz de escuchar sin que la angustia de quien está enfrente me derrumbe. 
      - Señor dame fortaleza e inteligencia para saber afrontar los problemas de los demás y ayudar en lo que humanamente puedo hacerlo y en lo demás confiar en tu Omnipotencia y así ser capaz de transmitirlo respetando la libertad de quien tengo enfrente.  
     Iba soltándole la retahíla a mi Boss. Cuando Este me contesta, "dibuja sonrisas". 

     Luego más tarde afrontando las demandas, he podido comprobar con la situación de una persona en concreto que reír era la demanda más grande que tenia. Un balance de media hora, de escuchar, de hablar, de intentar dar soluciones puntuales y de dibujar sonrisas... 

     Cerrarnos a nuestros problemas es el peor recurso que podemos elegir. A menudo las soluciones son cercanas, basta con que alguien capacitado nos las desvele. Y estar capacitados a veces es simplemente mirar con otro punto de vista. Siempre hay elección. Cuando no la encuentres, pide ayuda, siéntate, habla, escucha, intenta ser objetivo con aquellos otros puntos de vista y la elección de posibilidades de una mejor salida se abrirá frente a tus ojos.




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