CREÍ POR ESO HABLÉ: Yo vengo a reunir a todas las naciones.
Desde que en plena adolescencia comencé a
conocer a Jesucristo, muchas han sido las ocasiones en que me he encontrado
preguntándole ¿por qué a mí? ¿Quién soy yo para que se fije en mí, para que me
persiga y me insista, me corteje y me vuelva una y otra vez a rondar cuando hay tantas creaturas mucho más dóciles
que yo? A lo largo de nuestra historia de amor varias han sido las respuestas
todas detonando en lo mismo, su respuesta siempre clara: “Porque soy Yo” Esa respuesta
me ha vuelto loca en muchas ocasiones. Que Dios entre toda su creación a través
de los siglos en esta época se fije en mí. Admito que hay tantas personas
válidas, mucho más que yo. Pero Él se fija en mí, y me lo deja ver tan claro
que durante años en mi adolescencia me desbordó su modo de cortejarme. No podía
comprender que Él me buscara, me quisiera y que podía surgir algo muy
importante entre ambos solo con que yo correspondiera ese amor. ¿Pero cómo
corresponder a Dios? Que lío tan grande, que angustia llegué a sentir en muchas
ocasiones pensando que era demasiado para mi corresponder ese amor. Pensando
que no estaba a la altura de las circunstancias, que terminaría cagándola de un
modo u otro. Y tengo que reconocer que solo cuando su Gracia me iluminó el
entendimiento, comencé a vivir una nueva etapa de tranquilidad y paz. De saber
que todo se concluía en una misma voluntad, la suya y que cuanto más consciente
era de como Él me exponía su voluntad con tanto amor, dedicación, paciencia,
más libre me sentía, más ganas me daban de seguir el camino que me proponía y
menos me costaba. Y así hasta hoy mismo que escribo. No, no me he convertido
aún, son muchas las batallas que tengo que lidiar cada día contra el mundo y
contra mí misma por defender mi relación con mi Creador. Pero su Gracia me basta
para saber que todo lo que acontece en mi vida lo puedo llevar a buen fin
porque Él está a mi lado, lo supervisa y me lleva hacia adelante por encima de
mis propias limitaciones sencillamente porque le da la gana y porque puede,
porque Él ES. Un Dios que cumple sus
promesas de generación en generación y que viene a reunir a sus hijos, a los
que libremente decidan reconocer su paternidad. Y entre ese grupo que formamos
la Iglesia reunida en el mundo en nombre de Jesucristo, he de dar gracias por
sentirme participe.
El año pasado cuando nos reunimos para el
tercer encuentro, el mete mierda del ángel caído que me da la murga noche y
día, comenzó a preparar su plan de ataque con toda su artillería. ¿Dónde vas a
ir tu desgraciada, si estas como una yonqui atiborrada de tranquilizantes? No
podrás alternar con los demás en condiciones, te entraran tus crisis, harás el
ridículo, montarás uno de tus numeritos. Los demás son personas con estudios y tú
(sentía sus risas, sus burlas continuas) una pobre paleta que no sabe ni marcar
en el mapa la ciudad a la que vas. Lo peor es que todo lo que proyectaba en mi
cabeza era cierto. Los ángeles caídos saben muy bien camuflar sus influencias
entre nuestros propios pensamientos y como su inteligencia es superior a la nuestra,
tienen una facilidad nata para descubrir nuestros puntos débiles solo estando a
nuestro lado y viendo como nos comportamos. Ellos no tienen capacidad para ver
el futuro, pero pueden hacer cábalas con las que acierten uniendo piezas de lo
que van descubriendo y suponiendo. Lo único que nos da ventaja sobre ellos es
nuestra libertad de elección. Ellos pueden influenciarnos de muchas maneras,
pero solo nosotros tenemos voluntad de elegir. Jesucristo vino a dar sentido al
gran engaño de la muerte, esa es la peor influencia a la que el mal nos empuja.
Pero después de la resurrección tenemos un arma inquebrantable sobre estos
ataques del maligno. Estamos siendo llamados por Jesucristo a la verdadera
libertad con que fuimos creados por el Padre. La misma libertad que hizo
condenar a muchos ángeles por su mala elección y ahora son los que intenta
fastidiar los proyectos que la fe inicia en nuestras vida en el paso por este
mundo. Sin embargo Dios no interviene radical, nos da las armas y nos cuida
para que seamos nosotros quienes libremente batallemos. Él viene a reunir a
todas las naciones, pero no va a obligar a nadie. Esa es la realidad.
No debemos entonces perder ninguna
oportunidad para recorrer el trayecto que nos separa. El tercer encuentro fue
otra batalla ganada, otro tramo del camino andado hacia esa reunión completa
que espero disfrutar algún día en la casa de mi Padre y de la cual tuve
destellos durante la convivencia en el III Encuentro de Blogueros con el Papa.
En el camino de ida, pese a la situación que vivía de salud y la cantidad de
ataques que había sufrido los días previos, tenía muy claro que tenía que ir,
sí o sí. Necesitaba comprobar una vez más que Dios estaba ahí detrás esperando
como la madre que suelta a su bebé de pie para ayudarle a que aprenda a caminar
y le extiende los brazos un metro más adelante. Y el ángel caído seguía erre
que erre enumerando cada uno de mis temores, de mis inseguridades, pero fui. Y
allí estaban siendo llamados, reunidos de entre todas las naciones como dice el
evangelio personas diferentes pero con un punto en común la fe en Jesucristo, y
la unidad en la Iglesia. Y si, eran personas todas más preparadas que yo, más
intelectuales, con mucho más mundo pero por suerte para mí no me quedé en casa.
Porque pude descubrir qué grande es el Señor cuando llama y reúne a su pueblo y
como a cada persona le da una serie de virtudes para que una vez reunidos se
pueda dar entre nosotros la fraternidad. Poner al servicio del otro nuestros
talentos, construir y ayudar al mantenimiento de la iglesia como un solo
cuerpo.
No puedo describir con palabras como fue
el encuentro con mis hermanos blogueros. Me quedaría corta. Desde los primeros
que fui conociendo en el mismo tren, a la llegada a Valladolid, al hotel, los
momentos en la sede donde nos reunimos para el encuentro. El acercamiento a
cada herman@ bloguer@ era una experiencia única, que confirmaba de un modo
interno la verdad única de la resurrección de Cristo. En cada persona con que
me relacione, fue una pequeña batalla ganada. Que sepultaba mis miedos, mis
inseguridades, que me hacía sentirme en mi lugar, entre mi gente y a gusto. Y
como dice que una imagen vale más que mil palabras aquí te dejo algunas fotos
que inmortalizaron los primeros momentos de vernos, de conocernos, o mejor
dicho de reconocernos porque el Espíritu que nos unía era tan palpable que
saltaba a la vista hacia fuera al reconocerse.
Proxima entrada: CREÍ POR ESO HABLÉ - Alrededor de tu mesa.
Comentarios
Publicar un comentario
☝💬 Las palabras liberan a las personas, deja escrito lo que piensas. Se admiten todo tipo de opiniones, consejos y críticas. Luego ya veré si lo publico...
... o no 😉.