UNA HISTORIA MÁS.


Schön

     Esta es la historia de una chica que ya joven se creyó  el ombligo del mundo. Porque fue capaz de superar muchos complejos, de superar miedos y de ser capaz en todo momento de mostrarse al mundo como era. Decidió quitarse la protección de su careta y salir sin maquillajes, pero en esta sociedad cuando uno no aparenta y simplemente es, todas las bofetadas te las dan en el mismo sitio. Y lo peor es que las que más duelen, te las das tu mismo sin darte cuenta.

     Primero fue Él quien se dejó encontrar. Y yo tonta de mi creí que era yo  quien había encontrado a Dios, ingenua. Me pasé toda mi adolescencia sintiéndome indigna de su amor. Sentía que me llamaba, que me decía: ven, sígueme. Y yo siempre ponía escusas. Otra bofetada, Él solo me estaba amando, no me pedía nada, solo me acompañaba por el camino que yo libremente quería ir. Y cada vez que yo metía la pata y me la pegaba, Él estaba para consolarme y para empujarme hacia adelante. Yo me sentía infeliz, temía no estar a la altura y Él nunca llevó ningún metro en su mano para medirme. Como si de un embrión en su vientre se tratara Él me llevaba adelante cuando yo no podía avanzar. En mi lucha por encontrar la felicidad, busque incansable un hombre que me amara, que descubriera la mujer que era más allá de aquello en lo que me había convertido. Lo tenia todo, buen tipo, carisma entre mis conocidos, coche, trabajo, dinero, independencia, todo lo que una chica podía desear con esa edad lo tenia yo. Pero no encontraba al hombre que yo necesitaba, fracasaba en todas las relaciones. Le pedía a Dios que me diera una explicación y la tenia en plenas narices. Jesucristo era ese hombre. Estaba a mi lado, junto a mi, dentro de mi, en los rincones más recónditos de mi ser, penetrando y haciéndose un hueco en mi corazón para que yo lo amará solo a Él. Por encima de todo... incluso de mi, solo a Él, como Él ya me amaba. Estaba junto a mi, donándose, pero yo no le veía a pesar de ser lo que yo realmente andaba buscando. Hay madre, me creía yo que era lista, valiente mentecata. Caprichosa, prepotente, seguí buscando y Él viendo que yo iba a tardar en tener remedio, se apiadó de mi y puso en mi camino un buen hombre. Pude elegir libremente y pude elegirle a Él y mi vida entonces hubiese sido un continuo clima de felicidad. Yo para mi Amado y mi Amado para mi. 

     No puedo quejarme porque Jesucristo en su infinito amor por mi, puso a Pepe en mi camino. Él que me conoce como nadie, que soy rebelde por naturaleza y que jamás me someto a nada, ni a nadie, puso en mi camino un hombre sensato, que valora mi amor por él por encima de mis locuras y mi carácter indomable. Sé que otro hombre no aguantaría a mi lado, dejándome mandar, quedando siempre en un segundo plano y sobre todo en estos últimos nueve meses, cuidando de mi, soportando mi enfermedad, mi malos momentos, y teniendo que llevar el peso él solo de todo sin estar acostumbrado. Para mi no es fácil reconocer esto. Menos publicamente, pero es la verdad. Elegimos libremente que camino tomar. Y tenemos que ser responsables del que tomamos. Porque si como yo la cagas tantas veces, tal vez un día el camino de rectificar no esté cuando des la vuelta para tomarlo.                                                                                                                                           
   Hace tres años cuando ya la crisis económica comenzó a dar señales de vida. Mi familia y yo vivíamos una época buena. Ambos cónyuges teniamos puestos fijos en nuestra propia ciudad y la vida nos sonreía, yo estaba sana y todo era color de rosa. Entonces un día mi ángel de la guarda me dijo que tenia que decirme algo. Y vaya si me lo dijo. Me dijo que mi misión primera era la de ser madre y que mis hijos me necesitaban en casa. Y yo dije que no, así de claro, de nuevo tenia al Señor delante de las narices con un mensaje clarísimo y yo tan caprichosa, no quería escuchar. Sabia que era verdad, pero aquella renuncia no salia de mi. Tenia miedo a quedarme en casa, a no trabajar. ¿Yo sin trabajar? No me veía. Algo he aprendido en estos años y es que si difícil es combatir con el innombrable día tras día. Lo realmente difícil es querer hacerlo con Dios. Porque con ese si que no hay tu tía. Mi pensamiento retorcido no quiso ceder. Aún cuando yo sabia que la familia era primero que nada. Y entonces el Señor que por amar como ama no es un tonto enamorado. Hizo que Pepe entrara en el camino conmigo y yo sabia que aquello, seria el fin de mi resistencia. No se que dijo Dios al corazón de Pepe. Pero en dos días Pepe me salió con el tema de que uno de los dos tenia que dejar de trabajar por el bien de la familia y que los niños debían de criarse con sus padres y no con los abuelos y tenia toda la razón. Pero no era yo la que me iba a quedar en casa, vamos, eso si que era seguro. Y la vida me comenzó a probar seriamente en aquel momento. Comencé a empeorar de mi cuadro psicótico y empecé a medicarme. Pero sin dejar de trabajar, buena soy yo para un cara a cara. Cada día estaba peor, ya no podía llevar el trabajo, la casa, los niños, mi salud y encima a Pepe dale que te pego con que me quedará en casa. Eso sin contar la tabarra que me daba mi ángel de la guarda, que a ese si que no lo callaba nadie. Un día Pepe se puso tan serio que me dijo que si yo no lo hacia lo haría él. Que se lo decía algo dentro y yo pedía con todas mis fuerzas que ese algo no fuera Alguien... pero era. Y no tardó un mes en venirse de su puesto de trabajo. Todo el mundo pensó que estaba loco por renunciar a lo que renunció, incluso yo (cuanto lamento haberlo creído así). Porque yo que me creía tan capaz de todo, a la hora de la verdad, no fui capaz de renunciar a mi libertad por los míos, pero Pepe si. 

     Por amor a mi, me dejó igual que Dios, seguir siendo una niña caprichosa y que siquiera trabajando hasta caerme del burro por mi propio peso. Antes de caer mala, me llevé dos años y medio trabajando y siendo yo quien llevaba el sueldo a casa. Pepe se encargó de los niños, de la casa y de no saber hacer nada se convirtió en el amo de casa ideal. Mis hijos han disfrutado de su padre como pocos niños por cuestión de trabajo pueden disfrutar de sus papás. Y yo día a día, viendo todo lo que me perdía de mi hijos por trabajar... he ido aprendiendo. También la enfermedad se ha encargado de enseñarme. Porque cada vez he ido a peor, callada, intentando como un guerrero herido ser el último en quedar en pie. Más esta guerrera tenia un contrincante demasiado fuerte. Cuando te has dejado amar una vez por Jesucristo, ya no puedes escapar de esa sed que te consume. Que te hace anhelar ser lo que no puedes, y ya no estas bien con lo que antes eras. 

     Mi ángel me dijo que ahora me tocaba ser aleccionada, para que comprendiera lo que era la voluntad de Dios, aquello me sonó a puro chino, pero no tardó en arrastrarme. Tuve una crisis de ansiedad en el trabajo y los siguientes nueve meses los he pasado entre tratamientos y cambios como en una mala pesadilla. De ser la imbatible he pasado a ser la invalida. De cuidar... a que me cuiden. Y estoy pagando con creces las consecuencias de ser libre y elegir con libertad mi destino, me equivoque. Y Jesucristo ha estado esperando todo este tiempo a mi lado, hasta que hace unos días lo he reconocido. No es fácil, no para mi reconocer que he estado equivocada. Pero mejor ahora que al final de mi vida. Porque miro mi lampara vacía y se que aún me queda un poco de tiempo para llenarla antes de que el novio llegue. Y por ello estoy agradecida al Señor. Por abrirme los ojos en este momento y no dejarme ciega otros 37 años más.

     Mi Pepe, como me gusta a mi decir. Se va a Málaga el lunes, a trabajar de momento de tres a cuatro meses, y aunque no está muy lejos; al trabajar los fines de semana incluidos, posiblemente solo venga en Navidad. No voy a decir más que soy una mujer rota, llevo once años a su vera y no es fácil. Lucía lleva llorando desde ayer desconsoladamente. Desde aquí os pediría y agradecería que pasarais por su blog y me la animaseis. Es muy madura, pero solo tiene 8 años y como su madre es una Wendy de papá. Iván, aún está intentando negar lo que ya comienza a entender, el llanto llegará cuando el lunes sea yo quien los recoja del cole y al llegar a casa ya no esté aquí su padre. Que Dios me coja a mi confesá con los dos llorándome. Pepe me ha mirado a los ojos y me ha dicho: Gordita, puedo quedarme, ya saldremos para adelante, algo más saldrá. Ya verás, pero como tú estás así de salud...

     Mi ángel casi me ha gritado en el oído que ni se me ocurriera. Y Yo he asentido. Se que esta es la voluntad de Dios. El modo en que nos encauza hacia lo que de verdad necesitamos y somos tan necios que ni aún poniéndonoslo en las narices lo vemos. No me quejaré, no lloraré (bueno, por lo menos delante de nadie) Y asumiré mi vocación como debo. Ahora me toca a mi disfrutar de mis hijos y a Pepe un poco de libertad. No voy a asustarme por como me encuentro de salud porque se que en cuanto Pepe no esté a mi lado para cuidarme, el Señor me sanará como muestra de su fidelidad al pacto que hizo conmigo; cuando me prometió que si lo aceptaba como mi Dios, nunca me dejaría caer en la muerte. 

Y en la muerte casi estoy ahora así que... solo queda ir a mejor.