MAESTRO DONDE VIVES? Diario de una madre imperfecta.

VEN Y LO VERAS!

Me respondió sin dudarlo un segundo y sentí que Él no me fallaría. Me decidí y cuando iba dando pasos tras de Él, contemplaba su espalda mientras me preguntaba a dónde me llevaría. 
Había dado el paso sin pensarlo, con  seguridad, pero un centenar de miedos, de complejos, de inseguridades parecía ir arrastrando a cada paso. Me temblaban las piernas y las dudas me aplastaban. 
Se volvió y me miró, como adivinando mi pensamiento y solo me dijo, en ese lenguaje silencioso del alma.


"No tengas miedo, pase lo que pase yo voy ha estar contigo siempre"

     Y volví a creerlo en ese mismo instante.
Desde entonces no he dejado de caminar detrás de sus huellas. No es fácil, todo lo contrario, pensaba que con el tiempo y el conocimiento que se me daría llegaría el día en que no me costara. Pero renunciar a mi cada mañana, sigue siendo igual de difícil. 
Rezar laudes me despierta y me hace como un buen desayuno coger fuerzas para empezar el día, doy gracias a Dios por la vida, aunque a lo largo del día en más de un momento desee morirme, pero cuando las doy Él sabe que llevan el sello de nuestra fidelidad y yo también lo sé y eso es lo que cuenta.

     En 37 años le he oído muchas veces hablarme, en ese lenguaje del espíritu inconfundible. Pero verle, verle solo le he visto una vez. 
Tenia 21 años, fue durante una eucaristía, durante la Consagración, me habló, en aquella época mi cabeza no abandonaba la idea del suicidio. Eran días muy críticos para mi. Me habló y me dijo: "Esta es la única señal que voy a darte, y ya nunca más dudaras de mi amor". No podría encontrar palabras para expresarme. Cuando le tuve en mis manos, convertido en un pequeño trozo de pan, tan Divino, tan poquito en mis manos por amor. Lloré, lloré lloré...No se cuanto tiempo, ni de cuantas maneras, y tampoco me importaba. Esa experiencia no la he vuelto a tener y moriría por volver a sentirlo y verlo de un modo tan claro. Y cada vez que voy a la Eucaristía llevo esa alegría interna de que voy a encontrarme con Él. Que tal vez vuelva a experimentar aquello, nada puede hacerme negar ese amor que sentí. 
     
     Él tiene razón en todo lo que dice. En los últimos años he dado muchas vueltas de aquí para allá, pero he terminado en mi parroquia de nuevo, donde todo empezó. De ser una adolescente a una madre de familia. Cada tres semanas me toca hacer el pan ázimo para la Eucaristía. Al principio nadie quería el servicio de ostiario. Es un carisma poco agradecido, parecido al de ama de casa, que apenas se ve el trabajo. Se votó y salí elegida con otra hermana. Pensé que me estaban castigando por eso de que soy inconstante. Y encima servir a los demás. Pero custodiar los signos, cuidar de ellos, estar pendiente del uso que se las da, de que estén siendo tratados con la dignidad correspondiente. Al final ha sido un regalo para mi. Cuando pensé que tendría que hacer los panes para la Consagración, me pareció el fin del mundo, no me sentía capaz, encima la otra ostiaria no puede hacerlos, y debemos repartirnos el trabajo por el bien de los hermanos entre nosotras. Así que ella se encarga de los purificadores y yo del pan.

       Este sábado me tocó de nuevo, quería compartir mi experiencia. Es como estar una tarde en el cielo, como estoy tan mal, pensaba que no podría hacerlo, la ultima vez se me quemaron y ando peor de salud, "que ingenua", me dice mi ángel y se ríe. Cuando junto los elementos, el agua, la harina, su pisquita de sal. Estoy rezando, siento al Espíritu de Dios presente. Pienso que no me va ha salir nada, que me saldrá mal. Eso me recuerda a cuando estaba embarazada, a los temores de una primeriza, pienso en María, en si también ella tendría miedo por lo que debía de afrontar.

     La masa comienza a coger consistencia, no es más que un pegote ante mis ojos. Y me acuerdo de mucha gente que no creen que Dios pueda existir. Sigo rezando, apretando, amazando, el túnel carpiano comienza a dolerme. Y mi cabeza se traslada a la Pasión. Por amor mi Señor se deja capturar, se deja golpear, se deja aplastar en el suelo. Todo eso literalmente, igual que yo voy haciéndolo al trozo de masa en mis manos. Y sigo rezando, Señor que tu sacrificio llegue a ser comprendido por toda la humanidad. Le pido por los que esta noche nos juntaremos a comer de este pan alrededor de su mesa. Le pido humildad, para hacer mi trabajo como se debe. 

     Le doy la forma redonda a la masa y vuelvo a pensar en María. Se me pilla un pellizco en el pecho viendo como el proceso de elaboración coge forma. ¿Y María, cuando veía a Jesús subiendo al Calvario?¿En su pecho, ardería la promesa de Dios envuelta por el dolor de ser una simple mujer viendo a su Hijo dejarse matar? Y sigo rezando, para que el sacrifico de María llegue a tantos vientres fecundos que no sean abortados. 

     Y corto la masa y pienso en la carne de mi  Amado a jirones herido. Dibujo la cruz, la cruz que tanto cuesta llevar, Señor, ayúdanos a llevar a cada uno de los que comamos hoy este pan nuestra cruz.

     Al final el pan a quedado bonito, queda meterlo al horno y darle su punto exacto. Al fuego, en ningún momento pienso en el infierno aunque se que existe y que satanás me ronda como un lobo a un rebaño a por la oveja más endeblucha que correrá menos.Siento al Espíritu de Dios tan cercano, que ni satanás con todo su ejercito puede asustarme en ese momento. Me siento a mirar el pan a través de la ventana del horno. Señor, pruébame al crisol, hazme conocedora de todos mis pecados, pienso mientras sigo mirando el pan. Pido perdón por todos los que conozco en mi persona. Pido perdón por los que conozco de la humanidad. Y así sigo pidiendo a Jesús sea intercesor por todos los hombres y por el perdón de los pecados.

     He tenido paz, he tenido salud, he estado en el cielo. Pero aún queda lo mejor. Aún queda ver venir a mi Amado, por amor, a convertir su Divinidad de Hijo del Altísimo en las especies. En ese pan que con tanto amor hemos elaborado antes. Me siento entonces la mujer más amada del mundo, la más querida, la más saciada... cuando al fin después de la consagración vuelvo a ver ese mismo pan, ahora convertido en el Cuerpo de mi Amado que viene a hacer comunión conmigo. Una alegría infinita me invade, ¿quién soy yo Señor para que alguien como Tú dígnese pasar tal proceso de calvario por mis pecados y por mi salvación? ¿Tanto me amas, Señor? Y Él aunque no le he vuelto de ver como aquel día, me responde:
"Más que a mi propia vida"

     Y no puedo aguantar la sonrisa, como una chiquilla enamorada intento disimular lo que siento, pero es inútil. Me sale la sonrisa de oreja  a oreja.