JMJ. DIARIO DE UNA MADRE IMPERFECTA.

La experiencia en Cuatro Vientos fue alucinante, cuando llegamos, ya te dije que me puse muy mal. Tengo arritmia cardíaca por la anemia, pero creo que se debió también al estrés de llegar tan agobiada por la masificación, no sé. Pasé mucho rato boca abajo en mi esterilla rezando, aunque no era una postura muy apropiada para la oración. En un instante pensé en los sacerdotes cuando hacen sus votos y sentí a mi ángel de la guarda con esa risita peculiar suya. Le dije mentalmente:

- Pronto voy a verte la cara, creo que me muero.

Volvió a reir. 

-No puedo estar peor, sabia que pasaría esto.

Y entonces me habló: 

- Pues recuperate pronto porque comenzará a llover en media hora.

Ni le contesté, no podia creerlo, miré a lo lejos el cielo. Negro como la noche, con rayos color fuego y amarillo cayendo.

Nisiquiera me planteé a que podia venir aquello. Si era cosa del demonio, o era providencia de Dios. Estaba demasiado mal. 

Seguí tumbada para recuperar un ritmo cardíaco aceptable. Pepe se puso a recoger de nuevo lo recién sacado y tapamos todas las cosas con un plástico grande que llevábamos. No te he dicho que yo soy como MacGiber, siempre voy preparada. Abrimos las hamacas y nos sentamos, para entonces ya estaba mejor y nos echamos los capotes de campo que llevábamos. Me hubiera gustado sacarnos así una foto, porque teníamos que estar muy graciosos Pepe y yo. Imagínate la escena, uno sentado al lado del otro, plastificado hasta el suelo, por delante y por detrás con hamaca incluida y solo los ojillos afuera, yo por cierto me puse las gafas de sol. Todo un cuadro,vamos.

Los hermanos de mi comunidad no podian creer que fueramos tan preparados, pero la verdad es que la necesidad agudiza el ingenio, y cuando te han caido muchos chaparrones trabajando sobre el lomo, sabes que por gusto no admitiras ni uno solo.

Miré a Pepe, no sabia que pensaba él al respecto. Para sorpresa mía me respondió, es hombre de pocas palabras.

-Estoy bien, y si, me alegro de estar aquí pese a todo, noches peores hemos pasado, lo más es que se cierre y tengamos que velar toda la noche así.

Le respondí:

- Me alegro, yo también estoy contenta de estar aquí contigo. Ahora mismo soy la mujer más feliz del mundo y no cambiaría estar aquí a tu lado con lo que se avecina por nada del mundo.

El ni se emocionó, asi es mi Pepe. A mi me dicen algo asi y me muero de emoción.

Si no estuviste no puedes hacerte una idea de como llovió y como soplaba el viento, a mi que me da miedo del viento, ni me afectó. Me sentí solida como una roca con el hombre al que amo con todas mis fuerzas y el que es testigo de la promesa que Dios me hizo hace 14 años en la última jornada.

Las palabras del Santo Padre me dieron calor bajo el plástico frío y la Eucaristía del día después me demostró literalmente que tras la tempestad siempre llega la calma, siempre.