JMJ. DIARIO DE UNA MADRE IMPERFECTA.

El trayecto en metro fue horrible, aplastados como sardinas en latas, corriendo por los arcenes en los transbordo. Definitiva mente se notaba que hacia 14 años desde mi último encuentro con la juventud y el papa. Me sentía, débil y mayor. En el vagón de metro consumí toda mi energía intentando relajarme para no pegar a nadie. Por eso de mi fobia a estar cerca de las personas. Cosas de los nervios, ya sabéis. Me daban crisis de ansiedad con tanta gente amontonada.
Me pasé todo el trayecto rezando y ofreciendo el estado de estrés que estaba acumulando por aquellos enfermos mentales que están hospitalizados y lo pasan mucho peor que yo.
Cuando al fin salimos a la superficie, la marea de color nos desbordó. Nunca había visto tanta gente junta desde la manifestación en Sevilla por el consejal Miguel Ángel Blanco matado por E.T.A. Entonces el color predominante era el blanco.
Aprovechamos para ir al baño, menos mal, porque después andaríamos más de tres horas. "Que pechá"                                                                                                


Los madrileños tuvieron mucho arte. A mi me pareció estar en mi tierra por la ocurrencia de la gente. La primera que vi fue una abuela, una señora mayor con un cubo lleno de agua en la acera que nos indicaba el cubo y las gorras para que las mojásemos. Me volví a emocionar y pensé en como Jesucristo se sirve de tantos rostros diferentes para ayudarnos. Y al volver la primera esquina de los pisos, el espectáculo fue de lo más. que me gusta a mi un númerito de esos.  Por los balcones nos tiraban cubos de agua para la calle. Algunos subidos arriba del todo en las azoteas, ejercían de bomberos voluntarios con las mangueras. La gente de los bajos sacaban las gomas por las ventanas y hasta los teléfonos de las duchas. Cubos, barreños, ollas, yo que se, parecía la fiesta del agua del colegio. 
A mi me encantó y me vino muy bien, hacia bastante calor.
Cuando por fin llegamos a Cuatro Vientos, aquello era caótico, tantísima gente, tanta juventud...
Nos desplazaban de unas calles a otras indicados por la policía y el voluntariado, porque las zonas estaban saturadas. Hubo un momento de tanto agobio, que pensé que iba a desmayarme allí en mitad de tanta gente. Y eso que Pepe era quien llevaba el peso. Lo colocamos todo en el armazón de un carrito de compra para que yo no tuviera que cargar nada. Era lo que más me preocupaba que con la cantidad de anemia que tengo me fuera a dar un flato o una bajada brusca de azúcar. Me fui agarrando a Pepe, al carro y a tod@s los que llevaba al lado. Ya iba como en trance, a veces hasta con los ojos cerrados y pidiendo no ponerme peor. Uno no sabe lo que es tener salud hasta que comienza a perderla. Seguí ofreciéndola por todos aquellos enfermos que no podían estar allí como yo.  El martirio que me causó el camino me ha servido para comprender y aceptar aun más y mejor mi cruz.  Porque el martirio como dice el santo padre Benedicto XVI es una bendición para el cristiano.
En aquella nube de polvo, de personas avanzando, de ver el rostro de Pepe cargado de preocupación al mirarme, de creer que no podría llegar hasta el final, porque éste ni se sabia donde nos lo habían puesto, nuestro sitio se habia saturado y nos habían dirigido a otro. Experimenté muchas cosas, el Señor me abrió los ojos y el oído por un momento y comprendí y pude dar sentido a  acontecimientos y situaciones de mi vida. En aquellos momentos de tanta dificultad , pude de verdad dar gracias a Dios por mi debilidad. Por mi enfermedad, por estar más cansada de lo que debiera, por no tener reaños para superarme a mi misma como siempre he hecho y por sentirme una pobre desgraciada que no puede ni siquiera con su vida. Ni siquiera con una caminata entre la multitud. Lo que sentí en aquel momento no encuentro palabras para expresarlo. Me sentí agradecida a Dios... y por fin llegamos. No estábamos en el aeródromo de Cuatro Vientos, si no en unos terrenos colindantes al mismo. Algunos incluso pensando que no entraríamos ya se habían ido quedando en unos pinares que había en los laterales del camino de tierra por el cual nos llevaron. Incluso llegué a pensar que eramos ese pueblo de Israel dando vueltas por el desierto, pero no, por fin llegamos a la tierra prometida. Una pantalla a mil metros, pero algo se veía. Los jóvenes enseguida comenzaron a coger sitio y nosotros también. Coloque las hamacas que llevábamos y el plástico en el suelo. Tiré las alfombrillas aislante y me desvanecí encima. Pepe se asustó aún más, le dije : Tranquilo, necesito un poco de tiempo para recuperarme.             
Y me quedé como el que toma el sol boca abajo en la playa intentando recuperar el ritmo cardíaco.

Comentarios

  1. Al final, a pesar de los "pesares", ha quedado una muy buena imagen de esta JMJ, me alegro que disfrutases
    un saludo desde el maestrazgomagico.blogspot.com
    RAUL

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  2. Qué bien a pesar de todo, ya me hubiera gustado a mí estar ahí.
    Un saludo!

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  3. Disfruté como una enana Raul, del mismo modo que sufrí fisicamente lo disfruté. Volvería otra vez ahora mismo por sentir esa alegría.
    Un abrazo.

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  4. Ay! Mento no se si habras entrado por mi blog cuando cuento a grandes pincelazos esos dias...yo no pude entrar, mi hija me llamaba diciendome no se te ocurra venir! esto eran a las 3 de la tarde sólo...
    Me alegro que por fin llegaras, la vigilia fue sobrecogedora de emocion.
    besos

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  5. Sí lo he leido, pues imaginaté Lah que nosotros llegamos pasadas las seis de la tarde. Yo de verdad que crei que no llegaba a ver el final.

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