¡Mamá, mamá, anda que Dios no provee "ni ná".


Después de siete años he vuelto a tener una recaída gorda. Podría achacárselo a la crisis, a que Pepe, mi marido, lleva más de dos años ya en paro y a que la situación económica en casa es imposible. A que mi jefe lleva dos meses sin pagar y a un millón de problemas más que podría seguir escribiendo. Pero la verdad es que ahora he tocado fondo en parte porque mi cerebro y el estrés al que ha sido sometido ha dado la cara... y en parte porque yo no me he agarrado a la única Roca fiable que no se demolería cuando el malo de la película se pusiera a batallar.
Mi hija, Lucía (siete años) venia gritando por el camino (vivimos en el campo, y mi casa queda al fondo de la parcela que se acede por un camino de unos cincuenta metros). Bueno pues todo el camino gritando: ¡mamá, mamá! Yo me encontraba tumbada en sofá, hacia una hora que había llegado de la revisión medica y estaba más muerta que viva por el esfuerzo que ha sido salir de casa en las condiciones que estoy. Al sentirla gritar me asusté y me incorporé como pude pensando que ocurría algo malo. A eso que ella ya entraba como un torito desbocado por la puerta y se tiró en mis brazos: ¡Mamá, mamá, anda que Dios no provee "ni ná". ("Ni ná" es una expresión que utilizamos los andaluces para decir que es mucho de una forma abundante en exceso). Cuando vi la cara de  mi hija supe lo que ella estaba sintiendo en ese momento y me sentí una madre realizada. El motivo: con el dinero que teníamos compramos hace unos días unas gallinas con el fin de abastecer la casa al menos de huevos. Han comenzado a poner y Pepe que le ha construido un pequeño gallinero con algunos palos, tablas y alambre, no había conseguido aun nada para ponerle los ponederos. Pues bien hoy cuando me traía de vuelta del medico vio unos cajones de un mueble tirados junto a un contenedor de basura y nos paramos a recogerlos. Al llegar los atornilló y los preparó para colocarlos, pero le faltaba el relleno. Pues bien, cuando fue a recoger al colegio a los niños se encontró junto al contenedor cinco sacos llenos de paja, que por supuesto también recogió.

Puede que a alguien esto le parezca una tontería pero si no puedes ver detrás de estos pequeños acontecimientos la mano proveedora de Dios es que aún no te a tocado. Y al ver esa seguridad reflejada en la cara de mi hija,me sentí la persona más afortunada del mundo. Sentí la Gracia de Dios en mi , en mi casa, en mi prole, en mi vida y todo por algo tan insignificante, tanto que estaba tirado en la basura. Pero era precisamente lo que a mi me hacía falta y Dios me lo ha dado sin tener que gastar un euro. Si eso no es providencia ¿dime tú como se llama?

Comentarios

  1. Sí, Sacra, es como un subidón de adrenalina, es como sentir un abrazo de Dios Padre que te reconforta y te hace confiar más aún. Y, cómo dices, quien no lo vea así es que todavía no ha sido tocado. Un consejo de hermana, guarda todos estos hechos en un saquito en un lugar privilegiado del corazón, porque cuando el Señor se digne levantarte de esta situación en la que estás, ese saquito con todos estos hechos, te darán de comer, te darán oxígeno, cuando las fuerzas falten y cuando los milagros cesen. Te aseguro que al leerte me he sentido muy acompañada yo. Mientra tú cuenta con mi ayuda y mi oración.

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  2. Gracias Cecilia,comencé a escribir el blog, buscando un rinconcito donde esconderme y que mis amigas me acompañaran un ratito. Y sin darme cuenta, esto se ha trasmormado en un balcón hacia el exterior por donde asomar la cabeza, sacudir al aire todos mis miedos y decir lo que al coranzón Dios me susurra. Que me quiere, por encima de todo y que esta esperando a que yo sea completamente conciente de ello y de su existencia.Gracias Cecilia, yo se que a ti el Señor, tambien te susurra palabras de amor.

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